Gabriel Macías pertenece a esa generación de ecuatorianos que vive el denominado sueño americano gracias al sacrificio de madres, padres, hermanos, tíos o abuelos que partieron por miles hace décadas a Estados Unidos, a través de vías poco regulares y altos riesgos inimaginables.

“Uno se va adaptando. Las personas de las que te rodeas juegan un papel importante, ya sean familiares o amigos”, comenta el joven de 26 años, quien en la actualidad cuenta con la residencia permanente del país norteamericano, un documento o estatus que obtuvo luego que su madre lo solicitara ante el Gobierno estadounidense hace más de diez años.

Gabriel recuerda que pese a haber tenido condiciones favorables para migrar tuvo complicaciones para adaptarse al ritmo de estudios que escogió. “Desde el 2011, cuando mi mamá me mandó a pedir, yo he estado yendo y viniendo por temas de estudio, porque aquí los estudios son caros. Si no eres ciudadano americano o residente permanente, los estudios son muy caros. Entonces al no tener el dinero decidí estudiar en Ecuador. Luego hice un examen para certificar mis conocimientos”, dice.

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Ahora, este joven busca la ciudadanía estadounidense, para lo cual tiene que continuar con la vida regular que ha llevado hasta este momento, como trabajador de una firma que recluta empleados en el estado de Florida. Su próxima meta, destaca, es cursar una maestría en Talento Humano.

La migración por parte de los ecuatorianos es el resultado de un cúmulo de problemáticas y aspiraciones. Imagen: cortesía

Esta dinámica de legalización migratoria se ha experimentado en un sinnúmero de hogares ecuatorianos que, de a poco, se han reencontrado en un suelo distinto al que, inmediatamente o tiempo después, hicieron suyo. Según los registros más recientes del Servicio de Ciudadanía e Inmigración de Estados Unidos (Uscis, por sus siglas en inglés), en el 2021 se procesaron más de 237.000 solicitudes de “Tarjeta de Residente Permanente”, de estas, 122.000 peticiones no se tramitaron en 2020 por la pandemia de COVID-19.

Como referencia, en 2019, año prepandémico, ese Gobierno otorgó la residencia permanente a 11.083 ecuatorianos. En ese año, la población de migrantes de esa nacionalidad ascendía a más de medio millón de individuos, según el portal web especializado en estadística Datos Macro.

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Raquel A. Castillo, experta en temas migratorios, refiere que hay dos grandes grupos de trámites en esa materia: aquellos que están relacionados con solicitudes de visas de personas que buscan tener una actividad de negocios o inversiones, y otros por reunificación familiar: “En peticiones familiares, quizás la más común es por matrimonios, peticiones de padres a hijos, de hijos a padres”.

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Nueva York congrega una importante población de migrantes ecuatorianos. En la imagen se muestra la zona de Times Square. Foto: -- ANGELA WEISS

Los peticionarios deben tener en cuenta, precisa la abogada, que la ley estadounidense permite cierto tipo de peticiones de acuerdo con el estatus migratorio del solicitante.

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“Los residentes pueden pedir a los cónyuges, a los hijos solteros menores de edad (menor a 21 años) y mayores de edad, pero no pueden pedir a sus padres ni tampoco a hijos casados ni a sus hermanos. Y los ciudadanos pueden pedir a sus hijos, ya sean menores de edad o mayores de edad, ya sean solteros como casados. Y pueden pedir a su cónyuge, a los padres, a sus hermanos. Un hijo nacido aquí en EE. UU. puede pedir a los padres si es que ya tiene 21 años”, puntualiza la experta.

En las peticiones de familia, los solicitantes deben enviar documentos que certifiquen la identidad o relación, como copias (no necesariamente a color) y traducciones de partidas de nacimiento, de matrimonio, entre otros requisitos, dependiendo del caso.

“Y voy a necesitar también documentos que me demuestren que el ciudadano o residente que está pidiendo a su familiar lo puede mantener. Hay una tabla que se emite anualmente de lo que se requiere mínimamente ($ 21.000, según cálculo más reciente)”, añade la asesora de migración.

El solicitante también puede apoyarse en un garante, si así lo cree conveniente.

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El trámite de residencia tiene mayor fluidez si el peticionario tiene el estatus de ciudadano estadounidense, según la especialista. Aproximadamente en un año se recibe la residencia, en los casos sencillos.

Ese es el anhelo de Víctor, a quien llamaremos así para proteger la identidad de este ecuatoriano de 60 años que ingresó a EE. UU. como turista hace más de cinco años y que actualmente trabaja en un restaurante de un estado sureño. Él vivió por diez años en Europa y tras la crisis inmobiliaria apostó por viajar a Norteamérica como ciudadano europeo. Su hijo, quien se crió con su madre, es estadounidense, algo que facilita el trámite de residencia, pero los valores de las tasas y honorarios de abogados frenan los deseos del hombre.

“Se van como unos $ 6.000. Ya cuando estoy por reunirlos sale una cosa u otra. Tengo que enviar la mensualidad a mi hijo en Europa, pagar el arriendo a mi madre en Ecuador. Ahí se va la plata. Ahora tampoco hay mucho trabajo. Entre el miércoles y el jueves solo he hecho ocho horas”, comenta Víctor.

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Costos

Unos $ 7.000 sería el monto mínimo que representaría el trámite global de la residencia (tasas y honorarios) de un caso sencillo, afirma la abogada Castillo. La tasa básica de petición ronda los $ 530. Sobre la situación de Víctor, ella cree que el compatriota tiene a su favor que ingresó a EE. UU. de forma regular: “El hijo lo puede pedir. Es fácil ese proceso. Si es que el señor no tiene un impedimento como un récord criminal. Ese es un caso fácil porque el hijo es ciudadano. Si el padre está ilegal, el hijo de todas formas lo puede pedir, siempre que el padre haya ingresado a Estados Unidos con inspección, es decir, que no haya ingresado por la frontera a pie. Si esta persona lo hizo por el aeropuerto, eso quiere decir con inspección”.

La residencia también se ha convertido en una meta para Daniela, una guayaquileña que espera con expectativa que en los próximos meses se le notifique sobre el trámite que inició su padre hace poco más de un año. Al ser mayor de edad, dice, el proceso toma relativamente más tiempo. Sin embargo, ella comenta que la espera vale la pena por el proyecto de vida que se ha planteado.

“Odontología es la carrera que desde que estoy en el colegio me decidí por seguir, pero me he postulado tres veces y en ninguna me dieron cupo. Pienso trabajar, reunir y estudiar”, dice la joven de 20 años.

Luego que los migrantes tienen cinco años como residentes permanentes pueden solicitar la ciudadanía estadounidense, ese estatus al que millones de personas del mundo apuntan al salir de sus hogares, muchas veces, sin más que un poco de dinero en sus bolsillos o arriesgando la vida en redes de tráfico de personas que abundan en Centroamérica y el Caribe. (I)