Enrique Cevallos siempre tuvo conexión con las ventas. Veía a su padre en esa labor comercial y cuando llegó a su juventud decidió tener su propio negocio en Portoviejo (Manabí): una panadería. Desde casa, junto a su familia, horneaban panes y galletas de almidón de yuca.

Como el sector donde vivían no era comercial, Enrique optó por caminar largas distancias y tocar las puertas de las tiendas para ofrecer sus productos. En esos trayectos, a veces, iba acompañado de su hijo Carlos Cevallos cuando terminaba sus clases.

Padre e hijo caminaban con grandes bolsos y cuando tenían menos peso subían a las buses a probar suerte. Así iban promocionando sus galletas manabitas a partir de 1997. Su crecimiento fue lento y después de trece años lograron constituirse como compañía Productos Alimenticios S. A. Keccsa en su natal Ecuador.

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“De esa manera fuimos creciendo. Nos pedían galletas para matrimonios y fiestas. Hablé con un primo, que era abogado y constituimos la compañía. Keccsa son las iniciales de mi familia”, cuenta Enrique, propietario de la empresa.

Su hijo Carlos es el representante legal de Keccsa. Él es ingeniero en comercio exterior y desde sus ocho años ha estado enfocado en el negocio. En su adolescencia seguía acompañando a su padre y ahora, a sus 34 años, se preocupa de cada detalle del producto y busca alternativas para ingresar a más mercados.

Enrique Cevallos aún mantiene la receta tradicional de las galletas de almidón que se fabrican en Portoviejo. Foto Carlos Barros. Foto: Carlos Barros

Esa forma de pensar y actuar que tiene Carlos enorgullece a Enrique, de 67 años. Sus ojos se cristalizan al escucharlo. “Esos objetivos del ayer son justamente lo que hoy nos dan la razón de por qué hubo que hacer todo este recorrido para llegar acá. Usted sabe que los tiempos cambian, uno va envejeciendo, uno es pasajero por la vida y hay que ir incluyendo a la familia. Mis hijos han sido un gran apoyo”, dice Enrique.

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Pero el camino para lograr ese éxito también tuvo obstáculos. El primero fue el terremoto en 2016 y luego la pandemia de COVID-19 en 2020. “El mercado local que teníamos cayó y sí nos afectó mucho, pero gracias al esfuerzo de otras provincias se impulsaron iniciativas de comprar productos manabitas y esmeraldeños. En la pandemia nunca dejamos de pagar a los trabajadores. Además, a mi papá le detectaron cáncer linfático y fue un momento duro. Estuve con el negocio y preocupado por la salud de mi padre y todo en medio de la pandemia”, expresa Carlos.

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Afortunadamente su padre se recuperó tras siete meses y ya no tiene cáncer. Carlos destaca también que el personal apoyó mucho para el crecimiento de la empresa.

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Keccsa elabora cuatro toneladas de galletas al mes, que puede variar, según la demanda en el mercado nacional. Su fábrica está en su vivienda en un espacio acondicionado para esa labor y mantienen la receta original. Tienen a diez personas contratadas.

Las galletas se distribuyen bajo la marca Yulcis en dos presentaciones de 40 y 90 gramos a Almacenes Tía, Mi Comisariato y Supermaxi.

Desde el 1 de junio de 2022 iniciaron la exportación a Estados Unidos con 87.000 empaques (tanto español como en inglés) de galletas entre presentaciones de 40, 60 y 90 gramos.

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Pero esas no son sus únicas vitrinas. El producto también se vende por Amazon, donde han llegado a la quinta y sexta posición de la categoría de galletas dulces por debajo de grandes marcas como Gullón de España y Chips Ahoy.

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Keccsa elabora cuatro toneladas de galletas al mes, que puede variar, según la demanda en el mercado nacional. Desde el 1 de junio iniciaron la exportación a Estados Unidos con 87.000 empaques. Foto Carlos Barros. Foto: Carlos Barros

Carlos anticipa que ya están en negociación para ingresar al mercado europeo. “Esperamos enviar las primeras cantidades del producto. Nosotros creemos en el producto y no nos vamos a arrinconar a un nicho de mercado. Queremos que los ecuatorianos vayan a estos supermercados europeos y ahí lo consuman. Tengo fe en Dios que va a brillar mucho más”, comenta Carlos.

Enrique sostiene que el camino no es fácil, pero tampoco imposible. “Porque cuando hay ese anhelo, el deseo de salir adelante, entonces eso nos va a ayudar porque hay metas. Esos sueños ya son una realidad y nos deja tranquilos que todo el esfuerzo no fue en vano”, sostiene el propietario de Keccsa.

Para Carlos, cada dificultad que vivieron hacía formar su carácter. “Es lo que enseña a ser paciente porque a veces el emprendedor cuando comienza algo, cree que de la noche a la mañana viene todo. Nosotros empezamos con capital orgánico y no con inversionistas. Y es verdad que hay noches que no se duerme porque si no llegamos a un volumen alto, entonces no se gana”, asegura, y añade que otro de los desafíos es mantenerse en las perchas y competir con marcas internacionales.

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Sin embargo, Enrique sugiere no desmotivarse sino tener visión. “Porque esto es lo que nos lleva en el mañana a contarle a nuestros nietos esto y así inspirarlos”, resalta.

Carlos se suma a esa sugerencia de su padre y agrega que la perseverancia también es clave. “Los primeros años son muy difíciles y a veces es un “boom”, pero viene el tiempo de declive, que ya se siente, se satura el mercado, llegan otros ofertantes y es ahí es cuando debemos ser más perseverantes, dar un valor agregado para que el consumidor te valore”. (I)