Una joven de 14 años de edad murió en medio de una balacera en el barrio Unión y Progreso del cantón Quinindé, que empezó a las once de la noche de este lunes 17 de octubre.

Las balas fueron dirigidas a la vivienda de Mercedes Chumo, ubicada junto al límite del barrio La Aldea. Ella cuenta que se tiró al piso con sus nietas para salvaguardar sus vidas y que llamó a la Policía.

Tras esta balacera, la Policía allanó cinco viviendas, entre ellas la de Mercedes y sus familiares, el miércoles 19 de octubre.

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En las casas encontraron y decomisaron, según el boletín de la institución, cinco motocicletas de diferentes marcas (cuatro reportadas como robadas), cinco cajas de amplificación sin marca, tres televisores de distintas marcas color negro, una cocina de inducción, un monitor de computadora, tres chalecos antibalas sin marca color negro, dos juegos de lavamanos, 87 fundas trasparentes con sustancia vegetal color verde (marihuana), 3 fundas trasparentes con una sustancia polvosa color blanco (cocaína), 24 fundas transparentes con una sustancia polvosa color beis (pasta base) y un arma de fuego tipo revólver sin marca calibre 38.

La operación se denominó Fortaleza 78 y conllevó la detención de dos ciudadanos dedicados supuestamente al robo de motocicletas, tenencia y porte ilegal de armas de fuego, tráfico ilícito de sustancias sujetas a fiscalización, entre otros delitos, según el boletín de la Policía.

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Los retenidos fueron identificados como Raymon Z., de 21 años de edad, y Michael M., de 30 años (registra una orden de detención).

Mercedes afirma que las motos no estaban en las casas allanadas y que los detenidos tampoco viven en ellas.

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Agrega que la balacera del lunes 17 de octubre contra su casa fue un acto de amedrentamiento con el fin de evitar que siga con el proceso judicial por el asesinato de sus dos hijas, ocurrido en enero pasado.

Mercedes acusa a alias Pecueca y a otros, de quienes dice son parte de la banda Los Tiguerones, de querer apropiarse del sector de La Aldea para operar con tráfico de drogas y otros delitos.

El enfrentamiento entre bandas mantiene en vilo a los habitantes del cantón Quinindé, donde ya se registran 23 homicidios intencionales entre enero y agosto de este año, más del doble de los ocurridos durante todo el 2019 cuando se reportaron once asesinatos.

En tanto que durante todo el 2021 se dieron 17 homicidios intencionales y en 2020 fueron 13, según las cifras oficiales del Ministerio de Gobierno.

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Las motos incautadas durante los allanamientos, según la Policía. Foto: TOMADA DE FACEBOOK

“Vinieron en seis motos a amedrentarme porque no quieren que siga con el proceso, no sé por qué finalmente no emiten la boleta de captura para obligar a que el acusado responda a la citación; yo fui testigo de cómo mató a mis hijas y el lunes vi cómo vino a darme una plomiza. Nos dieron con fusiles y la menor de 14 años murió por una bala perdida”, asegura Mercedes, a quien la Fiscalía solicitó que se la vincule en 2019 con un caso de tráfico ilícito de drogas, pero la Unidad Judicial Multicompetente Penal del cantón Quinindé rechazó el pedido.

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“No vinieron el lunes cuando los llamé por la balacera, pero sí llegan ayer (miércoles 19 de octubre) en un operativo como si yo fuera la más buscada, como 50 policías. Les dije enséñenme la orden de allanamiento, nunca me la mostraron, se llevaron detenido a mi hijo, pero media hora después lo soltaron. Les pedí la boleta y tampoco me mostraron, rompieron puertas. Acá sí vienen y a uno sí lo cazan como hormiga, pero no van a detener a los que tienen las armas, ni obligan a que Pecueca rinda su versión en la Fiscalía por la muerte de mis hijas”, manifiesta Mercedes sobre el operativo policial.

La balacera del lunes sucedió un día antes de la cita en la que alias Pecueca iba a rendir su versión sobre la acusación de asesinar a dos de las hijas de Chumo. La diligencia aún no se concreta.

Los casquillos encontrados en los alrededores de la casa de Mercedes de Chumo tras una balacera ocurrida la noche del pasado 17 de octubre. Foto: TOMADA DE FACEBOOK

Nathaly Gracia, de 21 años, y Jennifer Gracia, de 26 años, fueron asesinadas la tarde del 19 de enero pasado cuando Mercedes regresaba a su hogar caminando en compañía de sus dos hijas y la bebé de una de ellas en el barrio Nuevos Horizontes, en el sector conocido como Nuevo Quinindé, habitado principalmente por población migrante que llega a este cantón en busca de empleo.

De repente, dos hombres sobre una moto se atravesaron de frente en su camino. El que iba detrás sacó un arma y disparó a Jennifer. Ella murió de inmediato al recibir dos disparos que le perforaron la cabeza.

Luego, quien manejaba la moto gritó que ella no era a la que debía matar, que era la otra. Entonces el hombre persiguió a Nathaly, quien corría con la bebé de ocho meses en brazos. Ambas cayeron por los disparos. Nathaly falleció tres días después por las heridas y a la bebé le rozó una bala.

Mercedes se abalanzó contra el asesino y lo agarró de la camisa. Cuenta que le cayó a golpes mientras le gritaba: “Maldito cobarde, ¿por qué a mis hijas?, mátame a mí. Yo lo conocía (al asesino), llegaba al barrio donde vivía”, pero el hombre la empujó y la hirió con un disparo que le rozó la garganta, y huyó del lugar.

La familia señala a los alias Pecueca y Caballote como los dos que iban en la moto aquel día.

La Policía informó en su momento que estas muertes violentas corresponden a la disputa del territorio por la venta de drogas (microtráfico).

Mercedes asegura que las cosas no son tan así. Que la droga sí está detrás del doble crimen y de los intentos de asesinarla, pero es porque ella no quiere dejar que ingresen a venderla en el barrio La Aldea, donde ella regresó a vivir.

El motivo de la persecución es que la organización delictiva Los Tiguerones quiere ingresar a vender drogas en el barrio La Aldea, según Mercedes. “Mi sobrino Javier se hizo de esa banda y quiere este territorio porque el único barrio que no han cogido para vender drogas es este. Yo les he dicho que me van a matar, pero aquí no voy a permitir a nadie que ponga desorden. Ellos dicen que acá hay más movimiento porque es más céntrico, lo que no saben es que me hicieron más fuerte tras la muerte de mis dos chiquitas. Antes era débil porque me daba miedo que les hicieran algo a ellas, pero no me sirvió de nada, igual las mataron”, manifiesta.

Seguidamente reconoce que tiene custodia de hombres armados desde que mataron a sus dos hijas. “La policía no me da seguridad. Incluso vienen y se llevan las barricadas que coloco para evitar que los de esa banda ingresen al barrio. Entonces me dan seguridad unos amiguitos por allí que me enviaron a unos chicos armados para que me cuiden. Ellos custodian el ingreso a mi casa, por eso es que no entran a matarnos y solo disparan desde afuera. De noche o de día, no tienen hora para venir a meter plomo”, afirma la mujer. (I)