Tener una mascota cerca de un área protegida requiere de un mayor cuidado para evitar el impacto que pueda tener en el entorno. Los perros abandonados forman grupos que cuando llegan a las reservas compiten con los depredadores naturales por las presas.

Uno de los sitios donde están es en el Bosque Protector Cerro Blanco, uno de los últimos pulmones que quedan en el noroeste de Guayaquil.

Los perros asilvestrados han sido captados por las cámaras trampa colocadas como parte de los estudios para identificar la fauna y sus patrones de comportamiento.

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Estudiantes de la Universidad de Guayaquil liderados por el profesor Jaime Salas instalaron 30 de estos dispositivos entre noviembre del 2018 y febrero del 2020 en esta reserva privada, al igual que en el Área Nacional de Recreación Isla Santay y en el Bosque Petrificado de Puyango (entre las provincias de El Oro y Loja), en los que también hay estos perros.

Con su presencia se infiere que han formado grupos para cazar juntos, típico comportamiento de los cánidos.

“En las fotos se observa cómo primero aparece un venado agitado y segundos después un grupo de perros que lo persigue. Estos atacan en manada, al desgaste, se turnan y van cansando al animal, una vez que la presa ya no puede correr por su vida esta se queda quieta y el resto de perros hace el resto”, dice Cristian Barros, presidente de la Asociación de Conservación e Investigación Japu, quien en conjunto con BioS-Centro de Investigación Biodiversidad Sostenible de Perú ayudaron en la instalación de las cámaras trampa en Cerro Blanco.

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Las cámaras trampa detectaron 17 especies de fauna en el Bosque Protector Cerro Blanco. Además, a un venado perseguido por perros. Foto: CORTESÍA Centro de Investigación BioS

“Son perros que, a pesar de que ya han comido, igual ven a otro animal y lo atacarán, su instinto los empuja a eso”, indica Barros. El problema es que las personas dejan a las mascostas a su libre albedrío.

“Al estar en las calles comienzan a deambular y se encuentran con otros perros, hay un enfrentamiento entre ellos hasta que queda el macho alfa. Luego estos llegan a las áreas protegidas”, dice Barros.

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Mientras la jauría es más numerosa, pues empiezan a hostigar a especies más grandes. Incluso está documentado que atacan a jaguares, agrega.

“En Cerro Blanco hay un grupo de ocho perros que ya no tienen contacto con los humanos”, dice Barros.

Sus víctimas son guatusas y guantas, pero también venados, osos hormigueros y ocelotes. No distinguen, ven un animal y atacan. Hay fauna silvestre herida por perros, que es atendida como parte del proyecto Sacha en Guayaquil, que dirige Eliana Molineros.

Salas afirma que una de las consecuencias es la pérdida de biodiversidad, porque puede darse una transmisión de patógenos hacia los mamíferos nativos. Además, compiten por las presas de los depredadores naturales, como los ocelotes, tigrillos y jaguares.

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La tesista María Belén Merchán estudió si las especies de mamíferos nativos están cambiando sus patrones de actividad o migrando hacia otras zonas por la presencia de estos cánidos, lo que aún no ocurre. “Se pudo determinar que los patrones de actividad de la fauna nativa de Cerro Blanco aún no se ven afectados como tal por la presencia de perros, debido a que existe un solapamiento moderado que permite la convivencia de las especies, lo que posiblemente se deba a que la abundancia de perros ferales aún no es tan elevada como para que se dé dicha alteración”.

Pero agrega que “no se descarta que, si se sigue con esta continua falta de iniciativa conservacionista por parte de las personas que abandonan a sus mascotas, la densidad de estos cánidos ferales aumente y de esta manera ya se vean reflejados efectos negativos, como depredación, desplazamiento de especies nativas, transmisión de enfermedades, entre otros”.

Los perros ferales, explica Salas, en algún momento de su vida convivieron con el ser humano y dependían de él, pero cuando son abandonados comienzan a retomar instintos naturales que ya tienen. “Los cánidos tienen un hábito de crear jaurías principalmente para la cacería. Al abandonarlos en las periferias de las ciudades, llegan a las áreas protegidas y desarrollan habilidades de la vida silvestre, buscan alimentos por su propio medio, pero no se puede asegurar que haya crías nacidas en ese estado”, asegura.

Grupos de perros se observan en áreas protegidas de la Costa, como en el Bosque Protector Cerro Blanco. Foto: CORTESÍA

Salas aclara que “los perros ferales sí pueden llegar a cambiar los patrones de comportamiento de la fauna nativa a largo plazo y una competencia por los recursos, pero aún no se puede determinar si esto ocurre en Cerro Blanco”.

Una de las soluciones, dice, es una política pública de salud que incluya la vacunación de las mascotas. “Sabemos que esto no se cumple, no se vacunan a los perros y gatos, y peor aún se puede pensar en la esterilización, pero debería hacerse. Lo otro es reducir esta población de animales callejeros, un problema de salud pública. A nivel mundial se ve esto como una amenaza directa a las áreas protegidas”.

Técnico de Cerro Blanco dice que los perros ferales han querido atacar en grupo a los guardaparques

A Pablo Cun, técnico en biodiversidad de la Fundación Probosque, que administra el Bosque Protector Cerro Blanco, le preocupa la presencia de estos canes que ingresan por zonas de la reserva privada que colindan con los asentamientos irregulares de Voluntad de Dios y Monte Sinaí.

“La gente se va asentando cada vez más cerca del bosque. Son personas que tienen sus mascotas. Este es un problema que va aumentando, a los perros se los ve cada vez más frecuentemente”, dice Cun.

Los guardaparques tienen encuentros con los perros ferales. Por lo general, estos canes huyen de los humanos cuando están solos, pero cuando están en grupo han intentando atacar a los guardianes, indica el especialista.

“Esto confirma que ya son ferales. Hay personas que ingresan con perros para que les ayuden en la cacería. Tienen desarrollado el olfato y ya están entrenados para la caza. No podemos tener en cada cierto espacio un guardaparque”, indica Cun.

El problema es que matan todo lo que encuentran, agrega. “El problema viene en aumento. Hay que concienciar a la gente para que no dejen a sus mascotas abandonadas... Hay estudios que recomiendan la eliminación, pero es complicado porque también son seres vivos”.

La solución tampoco sería eliminarlos, dice Cun, porque igual seguirían llegando más. “Todo va por el lado de la conciencia, de preocuparse y cuidar a las mascotas. Muchos de los perros en Cerro Blanco pertenecen a guardianes de las fincas cercanas o los tienen cuidando sus propiedades y no les dan ni de comer, por lo que van y se alimentan en el bosque”. (I)