“Salarios altos, altas cualificaciones, alta productividad”, fue la promesa el miércoles del primer ministro Boris Johnson ante su Partido Conservador, defendiendo una gran reforma que, tras el Brexit, libere a la economía británica de su dependencia de mano de obra extranjera barata.

Frente a las largas colas en las gasolineras, las estanterías vacías en los supermercados y las advertencias de los comerciantes de que se avecinan unas navidades sombrías debido a una importante falta de mano de obra, Johnson defendió que se trata de un dolor a corto plazo transitorio y que merece la pena.

“La respuesta a las tensiones actuales, que son básicamente una consecuencia de la reactivación económica, no es tirar de la misma vieja palanca de la inmigración descontrolada”, afirmó en el discurso de clausura del congreso la formación reunido en Mánchester, en el desindustrializado noreste de Inglaterra que tradicionalmente votaba a la izquierda.

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El Reino Unido debe abandonar un “viejo sistema roto” basado en “bajos salarios, bajo crecimiento, baja cualificación y baja productividad, todo ello posible y facilitado por una inmigración incontrolada”, insistió, despertado nutridos aplausos.

En su lugar, defendió invertir para acabar con las enormes desigualdades entre la riquísima Londres y el resto del país, en infraestructuras, vivienda, educación y desarrollo empresarial que permita pagar mejores salarios a trabajadores británicos bien formados en todo el territorio.

“Nuestra misión como conservadores es promover las oportunidades”, lanzó, abogando por una reforma que “ningún gobierno ha tenido las agallas de abordar” hasta ahora.

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“Y sí, llevará tiempo y a veces será difícil, pero ese fue el cambio por el que votó la gente en 2016″, el referéndum que decidió el Brexit por 52% de votos y que tras años de caos político llevó al Reino Unido a abandonar definitivamente la Unión Europea el pasado 1 de enero.

Mucho humor y pocas medidas

Repleto de su tradicional sentido del humor burlón, el discurso del primer ministro presentó más carisma que medidas concretas, a penas resumidas a primas de hasta 3.000 libras (4.000 dólares) para reclutar profesores e imprecisas promesas de gigantesca inversión pública.

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“Fue un discurso divertido” y “necesitamos una inyección de esa energía”, dijo a la AFP Jacqueline Hampson, especialista en marketing de 50 años, que asistía a su primer congreso tras unirse a la formación el año pasado.

“Sin duda, tenemos que mantener nuestras finanzas bajo control y conservar la confianza de los mercados financieros”, consideró por su parte Charles Boote, de 82 años, sobre las probables subidas de impuestos.

Sin embargo, para los representantes de los trabajadores cercanos al opositor Partido Laborista, al que Johnson atacó y ridiculizó en su discurso, se trató de la “palabrería” de un “bufón político”.

Lanzó “eslóganes por encima de detalles concretos en un momento en el que los costes están aumentando, la inflación es una preocupación real, los subsidios se han reducido para millones de personas, hay una escasez generalizada de alimentos y combustible y una crisis climática muy real”, consideró el secretario general del poderoso sindicato de transportes TSSA, el gibraltareño Manuel Cortés.

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¿Y el cambio climático?

A pocas semanas de acoger la cumbre climática COP26 en la ciudad escocesa de Glasgow, Johnson abordó de forma tangencial el cambio climático.

“La determinación del mundo se pondrá a prueba ¿podemos mantener viva la ambición de París de impedir que el planeta se caliente más de 1,5 grados? El gobierno no puede hacerlo solo y los contribuyentes no pueden hacerlo solos”, lanzó.

Y urgió a la participación del sector privado, poniendo como ejemplo los campos de aerogeneradores marinos frente a las costas británicas.

Con su habitual desenvoltura, la víspera el primer ministro pedaleó sobre una bicicleta eléctrica, se subió a un tractor eléctrico y jugó con un rompecabezas para ensamblar una casa neutra en carbono en los estands de expositores presentes de la conferencia.

Pero en el conjunto del congreso, a diferencia del Brexit, el cambio climático quedó relegado a un segundo plano, una “señal perjudicial” en opinión de Rebecca Newsom, responsable de políticas de Greenpeace en el Reino Unido.

Johnson incluso atacó el miércoles a quienes desde hace semanas protestan contra la inacción climática en torno a Londres recurriendo a la desobediencia civil: “esas personas que se pegan a las carreteras” a las que “no llamo manifestantes legítimos” sino “molestias que bloquean a las ambulancias e impiden a la gente hacer su vida diaria”, afirmó, aplaudiendo que su ministra del Interior promueva “nuevos poderes para meterlos en la cárcel, donde deben estar”. (I)