Por segunda vez en menos de cuatro años tiene que enfrentar desde Costa Rica el accionar del régimen de Nicaragua mientras ahora varios de sus hermanos, familiares, colegas y conocidos enfrentan a una justicia taimada en su país.

Carlos Fernando Chamorro es uno de los periodistas más reconocidos de este país centroamericano, es parte de una de las familias más relacionadas con el poder y con los medios de comunicación en la vida republicana de su país. Además es el fundador del medio Confidencial que tiene 25 años.


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¿Qué lo llevó a exiliarse en Costa Rica?

Desde el 2018 mi redacción fue asaltada por la policía sin ninguna orden judicial... y bueno, a mí intentaban capturarme y eso obligó a que yo me exiliara por primera vez. En 2019 regresé a Nicaragua a finales del año a reclamar mi derecho, pero el régimen al final confiscó ilegalmente mi redacción. En Nicaragua está prohibida por la Constitución la confiscación, pero lo hicieron, inventaron que se lo trasladaban al Ministerio de Salud y el 20 de mayo por segunda vez asaltaron una nueva redacción que nosotros habíamos instalado... sin ninguna orden judicial. Luego vinieron acusaciones que yo consideraba que eran políticas. La Cancillería dijo en una documentación que me acusaba y prácticamente me condenaba por el supuesto lavado de dinero y que había recibido no sé cuántos millones. Entonces, frente a esos hechos yo dije a mí ya me condenaron. No voy a esperar una indagación porque ellos ya decidieron, entonces yo ante esos hechos decidí ponerme en resguardo porque consideraba que era inminente una posible detención y salí al exilio a Costa Rica con mi esposa para seguir haciendo periodismo. Varios días después allanaron mi casa sin ninguna orden judicial... yo ya no estaba ahí. Ahora, prácticamente dos meses después de lo que te estoy relatando me hacen una acusación en ausencia en un proceso por presunto lavado de dinero y otros delitos penales.

¿Qué tipo de ataques han tenido los periodistas y los medios?

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Más de 40 periodistas se han visto obligados a salir al exilio en esta segunda oleada. Salieron muchos más en 2018... hay diferentes tipos de acciones de intimidación y de control contra los medios. Yo diría que la resistencia de la prensa en Nicaragua y desde el exilio está en las plataformas digitales. Yo tenía un programa en radio Corporación, la principal radio del país. Bueno, igual amenazaron a la radio que tenía que sacar del aire el programa y ahora solo lo difundimos a través de redes sociales.

El representante legal del diario La Prensa, Juan Lorenzo Holmann Chamorro, fue uno de los detenidos. Foto: EFE

Dos de sus hermanos eran candidatos y han sido detenidos. ¿Ha podido hablar con ellos?

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Mi hermano Pedro Joaquín está preso en la cárcel del Chipote desde hace más de 70 días. Durante ese tiempo tanto él como los demás presos que están en esa cárcel, que son 32 si mal no recuerdo, solo han visto a sus familiares durante 30 minutos una vez. Algunos tienen más de cien días de estar en esa cárcel. Otros están bajo aislamiento total. De Pedro lo que sé yo es por su esposa que lo vio esos 30 minutos. Él ha perdido como 15 o 20 libras. La mayoría de los presos políticos han perdido entre 12 y 25 libras de peso porque no les permiten visitas ni que les lleven alimentación, solamente agua. Es un trato de crueldad, es un trato de tortura, no de tortura física o de violaciones sexuales como hubo en la época de 2018 contra prisioneros y desaparecidos, pero es tortura. Mi hermana Cristiana está bajo arresto domiciliario... está aislada, pero está dentro de su casa y tiene contacto con sus hijos. En el caso de Pedro y todos los demás presos que están en El Chipote están completamente aislados.


Fotografía tomada el pasado 31 de mayo en la que se registró a la aspirante a la presidencia de Nicaragua Cristiana Chamorro, detenida el pasado 2 de junio por la policía nacional, en Managua. Ella era la más opcionada para aglutinar apoyos contra el oficialismo. Foto: EFE

¿Se ve algún tipo de salida a la situación?

Depende cómo nos planteamos la pregunta. La expectativa que se creó en Nicaragua a inicio de este año de que aún dentro del contexto de falta de condiciones y garantías para una elección libre, sectores importantes de la oposición apostaron a ejercer presión, a escoger a un candidato presidencial único que pudiera representar a toda la oposición y también candidatos a la Asamblea Nacional. Bueno, eso está liquidado... Literalmente están ahí presos los siete precandidatos de la oposición y a los partidos políticos que pudieron haber sido el vehículo para participar los despojaron de su personería jurídica. Entonces, el 7 de noviembre en Nicaragua no habrá elecciones, habrá una votación en la que Daniel Ortega va a concurrir con su partido y su esposa como candidata a vicepresidenta sin competencia. Habrá otros cinco partidos políticos en la boleta electoral... colaboracionistas. De manera que la pregunta que todo mundo se hace es qué va a pasar el día después, el 8 de noviembre, o el 10 de enero cuando Ortega tome posesión nuevamente después de su reelección. Los países de América Latina que han cuestionado esta elección, así como de Norteamérica, de la Unión Europea, la OEA, las Naciones Unidas, ¿van a reconocer los resultados de esta elección? ¿Le darán legitimidad a este régimen de Ortega reelecto sin competencia política? Esa es básicamente la pregunta. Yo creo que la dictadura puede prolongar su control del poder, tiene el control de todo, de la policía, de los paramilitares, de la economía. La pregunta es si esto es sostenible a mediano plazo o no.

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¿El país va directo a una dictadura de partido único como ha dicho Sergio Ramírez?

Se llena la formalidad de que hay otros partidos en un régimen de partido hegemónico. Hay otros partidos de comparsas que van a participar y por el otro lado hay una distinción entre régimen de partido único y lo que podría ser Cuba o China, y es que este es un régimen de partido único en una economía abierta, en la cual Ortega y Murillo son también un grupo económico privado y tienen control de algunos sectores importantes de la economía. Es decir, no hay una nacionalización o una socialización de la economía privada. ¿Puede funcionar una economía bajo un régimen autoritario? Sí puede, pero lo que hay en Nicaragua ya es un paro de inversiones y, sin embargo, la economía funciona. Hay exportaciones, hay comercio, hay cierta actividad económica aunque el país está acumulando ya tres años consecutivos de recesión. Y por otro lado, decenas de miles nicaragüense están emigrando. Más de 100.000 personas salieron al exilio entre 2018 y 2019, y este año la cifra podría ser también como de otras 90.000. Muchos migran a Costa Rica y otros a Estados Unidos. Entonces no hay un contrapeso al régimen dictatorial porque hay un estado policial. En Nicaragua literalmente no hay libertad de reunión, de movilización, no hay libertad de prensa, de expresión.

Hace poco más de una década se veía a Nicaragua como un punto que atraía inversión extranjera. ¿Qué pasó? ¿Fue todo culpa de Ortega? ¿Hubo otros factores?

Mira, Ortega regresó al poder en 2007 con un proyecto autoritario de controlar todos los poderes del Estado y hacer fraudes electorales y eso le afectó su legitimidad como gobernante. Sin embargo, él hizo una alianza y fue una alianza de doble propósito de su parte y de la parte de los grandes empresarios, de los grupos económicos más importantes, no solo de Nicaragua, también de la región centroamericana, incluyendo México, incluyendo Colombia. Hizo lo que se podría describir como un régimen corporativista, donde los empresarios cogobernaron con un gobierno autoritario. Los empresarios decidían las leyes económicas, la ley bancaria, la ley tributaria y había un sistema, si se puede decir, expedito al margen del Estado de derecho, porque no había, para administrar la política de inversiones. Y en efecto hubo una estabilidad económica, crecimiento durante unos siete u ocho años consecutivos y atracción de inversión extranjera. Eso que los empresarios llamaban el modelo de diálogo y consenso y que en algún momento incluso alegaron que debería ser exportado a otros países, colapsó... en el momento en que el régimen enfrentó protestas políticas y sociales en abril de 2018. Las reprimió con una brutalidad innombrable, matando a centenares de personas y el sector privado se retiró de esa alianza y en ese momento el modelo fracasó. Ahora hay que decir que este régimen se logró consolidar en gran parte por la ayuda económica de la cooperación venezolana. El desvío de la cooperación económica estatal venezolana de más de 5.000 millones de dólares durante una década entre 2009 y 2017 fue crucial para que Ortega pudiera armar esa alianza con los empresarios, porque le permitió posponer una reforma fiscal y tener un presupuesto paralelo para sus propias actividades de gobierno, sus actividades partidarias y para crear su propio grupo empresarial. Esos eran los tiempos de la vaca gorda, cuando todo el mundo decía Nicaragua es un país con oportunidades para invertir. Cuando se acabó la cooperación venezolana en 2017-2018 el régimen enfrentó estas protestas y las reprimió con brutalidad y con letalidad.

¿Cómo podría definir esta etapa que está viviendo Nicaragua, es quizá la más compleja?

En Nicaragua se vive la peor regresión autoritaria. Es decir, alguien escribía un artículo de opinión en Confidencial y dice bueno, aquí estamos como en el yugo colonial, pero con otros representantes de una colonia que han despojado a una nación entera de derechos, porque no hay derecho en Nicaragua, excepto para el mantenimiento de las actividades económicas.

Usted y su hermana Claudia fueron parte del sandinismo en los 80 y 90. ¿Qué pasó con ese partido y cómo se fue alejando de este?

La revolución sandinista fue un proyecto que sumó una gran alianza nacional e internacional, sin la cual no habría sido posible nunca derrocar a la dictadura de Somoza y el Frente Sandinista jugó un papel fundamental de liderazgo en ese proceso. Yo fui parte del Frente Sandinista, mi hermana también apoyó ese proceso. La revolución marcó un rumbo radical para, por una parte, desatar nuevas fuerzas sociales en el país y cambios en pro de la justicia social, pero bajo un concepto y un sistema de poder centralista que derivó también en tendencias autoritarias. Y esa radicalización generó contradicciones. En Nicaragua hubo una guerra civil que también fue una guerra de agresión externa... la división nacional que produjo la guerra fue uno de los grandes fracasos de la Revolución sandinista. La revolución terminó en las elecciones de 1990, cuando mi madre, Violeta Barrios de Chamorro, ganó esa elección contra Daniel Ortega y contra el Frente Sandinista y se inició otro periodo de transición democrática en Nicaragua. El Frente Sandinista vivió una crisis profunda: la pérdida del poder, la pérdida de la revolución. En ese momento se abrió un debate interno entre quienes considerábamos que era imprescindible reformar al Frente Sandinista y convertirlo en un partido de izquierda democrática, comprometido con los derechos humanos, con valores democráticos, para que volviera a tener un papel, digamos, constructivo en la vida nacional. Y por el otro lado, prevaleció una mayoría que hizo al Frente Sandinista una maquinaria política cada vez más dependiente de un liderazgo personal de Daniel Ortega. Posteriormente un liderazgo caudillista y un liderazgo familiar que derivó en gran parte de lo que es ese movimiento que regresó al poder en 2007... fracasaron las élites económicas, fracasaron las élites políticas y fracasó la transición democrática... es una historia larga, pero no hay continuidad entre la revolución del 79-90 y este proceso.

¿Cómo se convirtió Ortega en lo que es ahora?

Posiblemente en las raíces de Ortega como líder revolucionario hay una ausencia de valores esenciales, democráticos, de reconocer los derechos humanos como valores universales. Yo traté a Ortega desde el Frente Sandinista y desde afuera, como periodista, entrevistándolo varias veces como líder de la oposición. La última vez fue en el año 2005... Por lo menos yo quedé absolutamente convencido de que había hablado con una persona que no tenía ningún compromiso con el proceso de cambio en Nicaragua y básicamente su proyecto era un proyecto dictatorial.

Fotografía de archivo del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega. Foto: EFE

¿Por qué la gente volvió a confiar en él?

Ortega preservó una base electoral sólida que representaba entre un 35 y 40 por ciento del electorado. Perdió en el 90, perdió en el 96 y perdió en el 2001 y paradójicamente ganó en el 2006 con un porcentaje menor que cuando había perdido las veces anteriores. Bueno, eso era una base política muy consolidada y creo que eso es un elemento importante, pero también tuvo la astucia de copar el sistema político, de tomarse el Estado desde abajo y de promover pactos con los gobernantes de entonces, con el presidente (1997-2002) Arnoldo Alemán, un corrupto que facilitó una reforma constitucional que bajó el umbral para ganar en primera vuelta en las elecciones de Nicaragua del 45 % al 35 % y con esa regla Ortega ganó en primera vuelta en el 2006, con el 38 %, y otros dos partidos obtuvieron el 25 y el 26 % y otro el 6 %. Es decir, aprovechó también la división de sus contendientes y ciertamente hizo alianzas con antiguos enemigos... para simbólicamente debilitar el temor que existía en algunos sectores importantes de la sociedad... hay que atribuirle también esa victoria de él a los errores de sus adversarios. (O)