En Uruguay cae la noche y los más pequeños aguardan con ilusión y expectativa la llegada de Papá Noel. De repente, tras la cena y cuando las agujas del reloj marcan las doce, un estallido de luz y color en el cielo ilumina la mágica llegada de los regalos.

Es Nochebuena. Pero el lanzamiento de fuegos artificiales está integrado en múltiples festejos o celebraciones -incluidos los cumpleaños de los clubes de fútbol Peñarol y Nacional- en Uruguay, donde quien los compra puede usarlos sin permiso alguno en cualquier momento del año.

Pero el jolgorio de esos muchos se convierte en la pesadilla de otros tantos: el estruendo alteró su rutina.

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Ahora, con el foco puesto en proteger a personas con autismo y a animales, el país suramericano da su primer paso hacia un cielo libre de pirotecnia, meta que han perseguido diversas organizaciones sociales en los últimos años y que, de lograrse, acarreará un cambio cultural desafiante.

Plan consensuado

Así lo explica a EFE el activista Andrés Pérez, quien asegura que, tras aprobarse una prohibición local en el departamento (provincia) de Río Negro, diversas asociaciones se unieron y formaron la Coordinadora Pirotecnia Cero.

El referente del área de Salud Humana del colectivo, que nuclea a sanitarios y protectores de animales y medioambiente, destaca que el apoyo de los gobiernos locales fue decisivo para que se concretara el proyecto consensuado que está a punto de convertirse en ley.

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Según la diputada de Cabildo Abierto (CA, derecha) -uno de los cinco socios de la coalición de Gobierno- Silvana Pérez Bonavita, impulsora del proyecto, desde el Parlamento se veía "con felicidad pero con preocupación" que hubiera prohibiciones aisladas.

"Veíamos con preocupación la esperanza que eso podía despertar en las distintas poblaciones y la dificultad de fiscalización que conllevaban estos decretos aislados de un departamento a otro en materia de posible control", asegura.

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En una comisión parlamentaria, el Legislativo recibió a comerciantes, activistas y expertos para alcanzar la regulación que ya ha sido aprobada por la Cámara de Diputados y cuyo objetivo es disminuir gradualmente el nivel de estruendo de la pirotecnia hasta alcanzar el tope de 90 decibeles.

"Creemos que con ese tipo de sonido estamos disminuyendo ampliamente el global de la molestia auditiva que genera la pirotecnia y de alguna forma al ser gradual permitimos que la sociedad se vaya adaptando a poder festejar sin lastimar al otro", apunta Pérez Bonavita.

Ajustes técnicos

Para el presidente de la Cámara Uruguaya de Fuegos Artificiales (CUFA), Gustavo Prato, el proyecto no daña fuertemente a la industria pero sí obliga a adaptar su mecánica.

"Tenemos que readaptarnos (...), no es positivo ni negativo porque realmente hay que adaptarse a ciertas cosas que en este caso es el tema del impacto sonoro. Nosotros queremos intentar acompañar pero siempre que sea posible desde el punto de vista técnico", estima.

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Según el dueño de Mundo Pirotécnico y otras compañías del rubro en el que, dice, trabajan unas 12.000 personas en Uruguay, los productores no fabrican aún al nivel que la ley pone como tope a aplicarse tras tres años de desescalada desde los 110 decibeles.

"Nosotros ya hablamos con China y los productos aéreos con menos de 90 decibeles no se pueden ni fabricar", remarca.

Por otro lado, desde Pirotecnia Cero, Pérez y la referente de cuidado animal Karina Kokar dicen que, si bien su objetivo es que no haya más pirotecnia, la nueva regulación es “relativamente favorable”, pero reclaman que el tope debería ser aun menor para proteger a población vulnerable.

"Sobre todo las personas con Trastorno del Espectro Autista (TEA) son las que más sufren por sus alteraciones sensoriales, pero pensemos también en las hipoacúsicas. Hay toda una cantidad de colectivos", asegura Pérez.

Vista de fuegos artificiales que se exhiben para su venta, el 21 de diciembre de 2021, en Montevideo (Uruguay). EFE/ Raúl Martínez Foto: EFE
Vista de fuegos artificiales que se exhiben para su venta, el 21 de diciembre de 2021, en Montevideo (Uruguay). EFE/Raúl Martínez Foto: EFE

Cambio cultural

Con una experiencia de 15 años de activismo por el bienestar animal, Kokar remarca el fuerte impacto en las mascotas al tirarse fuegos artificiales.

“Realmente esos días de pirotecnia se vuelven locos al punto de saltar de los caniles (jaulas), trepar alambrados y esto no solo pasa en los refugios; en diferentes casas los animales huyen, se escapan, pueden tener accidentes. Al otro día del 25 (de diciembre) o el 1 (de enero) nos llegan pedidos de ayuda por perros o gatos extraviados”, subraya.

En esa línea, para Pérez la clave está tanto en impulsar la pirotecnia pet friendly como en el “cambio cultural” que se promoverá si el proyecto se vuelve ley.

Kokar dice que la gente cada vez está más a favor del cambio pero eso cuesta, ya que quiere “dejar atrás la pirotecnia sonora” pero “no quiere perderse las luces”. “Eso es algo muy arraigado a la sociedad”, concluye. (I)