Siete años atrás, frente a un hotel Holiday Inn situado en Sioux Falls (Dakota del Sur, Estados Unidos), en un edificio de ladrillos rojos con un cartel de bienvenida que reza “El corazón de América”, una desconocida agencia financiera abrió sus puertas y extendió una invitación a la élite global. Trident Trust prometía proteger la fortuna y la privacidad de sus nuevos clientes apoyándose en la legislación de un estado que se había convertido en un imán para la riqueza mundial. La empresa llamaba a esto “La ventaja de Dakota del Sur”.

Entre aquellos que respondieron a la invitación se encontraban un magnate textil colombiano que fue sorprendido lavando dinero obtenido a través de una red internacional de narcotráfico; un productor de jugo de naranja que había tenido que pagar a las autoridades brasileñas para cerrar el caso en el que se lo acusaba de una supuesta colusión contra los agricultores; y los miembros de la familia del expresidente de una azucarera en República Dominicana que ha sido acusado de explotar a sus trabajadores y de realizar desalojos forzosos.

El Gobierno de Estados Unidos tiene un extenso historial de denuncias a importantes centros financieros offshore, donde la legislación laxa y la garantía de discreción atraen a oligarcas, magnates y políticos.

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Guillermo Lasso se deshizo de entidades offshore antes de ser candidato

Pero en Estados Unidos, el creciente sector de fideicomisos acoge cada vez más los activos de millonarios de todo el mundo, prometiendo niveles de protección y secretismo que compiten con aquellos ofrecidos por los paraísos fiscales del extranjero, o que incluso los superan. Este resguardo casi absoluto ha aislado a la industria de cualquier tipo de supervisión importante y le ha permitido forjar nuevos puntos de apoyo en varios estados de EE. UU.

El Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ, por sus siglas en inglés) y The Washington Post obtuvieron un acceso sin precedentes a la actividad financiera de los fideicomisos en ese país. Examinaron un caudal de casi 12 millones de documentos confidenciales vinculados a proveedores de servicios fiduciarios y corporativos en todo el mundo. Los registros, llamados Pandora Papers, muestran cómo líderes políticos y corporativos del extranjero —o miembros de sus familias— movieron dinero y otros activos a fiduciarias estadounidenses desde paraísos fiscales establecidos desde hace tiempo.

La investigación identificó 206 fideicomisos registrados en Estados Unidos que albergan activos por más de mil millones de dólares. Entre ellos se ha descubierto casi 30 entidades cuyos activos estaban vinculados a individuos o empresas acusados de fraude, soborno o abusos a los derechos humanos en las comunidades más vulnerables del mundo.

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Obtenidos por el ICIJ hace dos años y compartidos con más de 150 medios de comunicación asociados y cuyos resultados se publican hoy domingo 3 de octubre, los archivos solo proporcionan información sobre algunos de los fideicomisos en Estados Unidos. Sin embargo, son el mayor conjunto que se haya hecho público desde el interior de la industria fiduciaria estadounidense.

Los documentos proceden en su mayoría de la oficina de Trident Trust en Sioux Falls. Trident Trust es una firma de alcance mundial que crea y gestiona empresas y fideicomisos en el extranjero. En una declaración escrita, Trident dice estar comprometida con el cumplimiento de todas las regulaciones aplicables y cooperar regularmente con las autoridades. La empresa declinó responder a preguntas sobre sus clientes.

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Otros estados que compiten por atraer capitales extranjeros y nacionales son Alaska, Delaware, Nevada y New Hampshire. En Dakota del Sur, los activos en fideicomisos se cuadriplicaron en la última década, hasta alcanzar los $ 360.000 millones. Una de las mayores empresas fiduciarias del estado, South Dakota Trust Company, se enorgullece de tener entre su clientela a millonarios y multimillonarios provenientes de 54 países.

La rápida expansión del sector fue liderada por un grupo de miembros de la industria fiduciaria, quienes a menudo presentaban propuestas legislativas que resultaban muy atractivas para los clientes de Estados Unidos y del extranjero. Los proyectos de ley buscaban proteger a los fideicomisos contra los acreedores, las autoridades fiscales y los gobiernos extranjeros.

Desde finales de la década de 1990, los legisladores estatales convirtieron las propuestas en decenas de leyes, una y otra vez, sin apenas debate ni oposición. Además, hay quienes afirman que la supervisión es limitada, la normativa es imprecisa y el secretismo de los fideicomisos es casi imposible de romper. “Me preocupa que... nos convirtamos en Suiza o Panamá”, indicó un exsenador estatal de Dakota del Sur, el demócrata Craig Kennedy, uno de los pocos legisladores críticos de esta industria en expansión.

La ley estadounidense exige a las empresas fiduciarias que confirmen la identidad de los clientes, pero ofrece poca asesoría respecto a quiénes aceptar y a quiénes rechazar.

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Al igual que los bancos, las empresas fiduciarias tienen prohibido aceptar a sabiendas dinero generado por actividades delictivas. Los documentos de Pandora Papers no ofrecen pruebas de que alguno de los extranjeros con fideicomisos en Estados Unidos haya ocultado ganancias obtenidas mediante actividades ilícitas. Sin embargo, los expertos financieros dicen que el sector fiduciario estadounidense debería ver más allá de las condenas e investigar y rechazar a los clientes con acusaciones creíbles de que su fortuna haya sido amasada mediante crímenes, abusos a los derechos humanos, o vínculos con regímenes corruptos.

Con la escasa transparencia existente en la industria es casi imposible determinar a quién pertenece el dinero gestionado por las fiduciarias. Durante las dos últimas décadas los entes reguladores se han enfocado en la lista de clientes de dudosa reputación dentro del sector bancario, dejando en gran medida a las empresas fiduciarias en paz, libres de hacer crecer su nómina de clientes con ofertas favorables que incluyen la protección fiscal a lo largo de generaciones.

En todos los casos identificados por el ICIJ y The Washington Post se pudo acceder a los detalles de las imputaciones y acusaciones a través de los registros públicos, los reportes de los medios de comunicación, los documentos judiciales y los informes gubernamentales. La mayoría ya habían sido, en su momento, publicados en la web.

El exbanquero ecuatoriano Guillermo Lasso transfirió activos a nuevos fideicomisos creados por Trident en Sioux Falls in 2017, en medio de la publicación de reportajes internacionales en los que se cuestionaba sus intereses en un banco panameño. Lasso Mendoza fue electo presidente de Ecuador en abril de 2021. El actual mandatario negó estos señalamientos y aseguró que ha cumplido con la ley ecuatoriana sobre paraísos fiscales.

Durante muchos años, activistas de derechos humanos han protestado públicamente por el supuesto maltrato a los trabajadores de caña de azúcar por parte de la empresa dominicana Central Romana Corp. En 2019, los miembros de la familia del expresidente de la compañía cancelaron varios fideicomisos en Trident, en Sioux Falls. Los documentos muestran que los fideicomisos incluían acciones de Central Romana y bienes personales por un valor total de 14 millones de dólares.

Carlos Morales Troncoso dirigió las operaciones de la gigante azucarera durante unos ocho años y continuó siendo uno de los defensores más prominentes de la industria tras asumir como vicepresidente de la República Dominicana y, más tarde, como embajador en Estados Unidos y como ministro de Relaciones Exteriores.

Morales murió en 2014. Sus cuatro hijas, que son beneficiarias del fideicomiso y que tienen la doble nacionalidad, no respondieron cuando se les preguntó por qué las acciones y otros activos habían sido trasladados a Dakota del Sur desde una empresa fiduciaria en las Bahamas. A través de un abogado, declararon nunca haber estado relacionadas con las operaciones de Central Romana, las cuales continúan siendo cuestionadas a nivel internacional.

En 2016, la empresa envió excavadoras y guardias armados para desalojar a 60 personas de sus precarias viviendas construidas en el límite de una plantación azucarera en El Seibo, uno de los rincones más pobres y remotos de República Dominicana. La operación suscitó críticas de parte de defensores de los derechos humanos y de representantes de Naciones Unidas.

En ese entonces, Yeidi Sierra, de cinco años, dormía en la casa número 10, de piso de tierra, sin agua potable ni electricidad y con un techo de restos de lata. Mientras las casas eran derrumbadas, tomó una de sus sandalias negras y huyó bajo la lluvia. Guarecida debajo de un árbol de mango, donde solía rezar y compartir arroz y frijoles con los vecinos, miraba a los guardias.

El expresidente colombiano Andrés Pastrana manejó su patrimonio familiar desde una empresa panameña, según los Pandora Papers

Cuando no quedó nada más que un montón de metal torcido, se dio cuenta de que su otra sandalia había quedado perdida entre los escombros. “Era el único par que tenía”, recordó.

En una declaración a The Washinton Post y al ICIJ, Central Romana afirmó haber creado más de 20.000 puestos de trabajo, construido más de 5.000 viviendas y donado terrenos para proyectos de vivienda y otras instalaciones. La empresa señaló que trabaja estrechamente junto a un sindicato para atender los salarios y condiciones de trabajo y negó que hubiera desalojado ilegalmente a las familias. Argumentó que durante mucho tiempo ha defendido su propiedad de la “invasión de tierras.”

Los defensores de las familias desalojadas dicen que las casas habían sido construidas en una vía de acceso que no se utilizaba hacía más de medio siglo, que el terreno no tenía un propietario claro y que el desalojo forzoso —sin importar quién sea el dueño de la propiedad— violó los estándares internacionales de derechos humanos.

“Es sangre y muerte y azúcar”, dijo el padre dominico Miguel Ángel Gullón Pérez.

Como “la lava de un volcán”

En 1995, mientras pescaba salmón real en la península de Kenai en Alaska, el abogado neoyorquino Jonathan Blattmachr esbozó una idea que permitiría a Estados Unidos competir con los paraísos fiscales del resto del mundo: proteger contra impuestos y acreedores a los activos depositados en fideicomisos.

Millones de estadounidenses utilizan legalmente los fideicomisos para gestionar su patrimonio —dinero, propiedades, empresas, arte— confiando a una persona o entidad la custodia y la administración de los activos destinados a los beneficiarios del fideicomiso, que pueden ser, por ejemplo, los hijos o nietos del fiduciante.

La jurisprudencia angloamericana, que se remonta al siglo XVII, limitaba la duración de los fideicomisos, pero Dakota del Sur cambió la disposición en la década de 1980 al crear fideicomisos que pudieran transmitirse a través de generaciones con pocas o nulas obligaciones fiscales.

Blattmachr fue uno de los primeros defensores de la expansión de los llamados “fideicomisos de dinastía”. Recordó haber hablado con un funcionario de fideicomisos en Delaware sobre el cambio antes de que el estado los creara en 1995. “El negocio empezó a fluir como la lava de un volcán”, señaló.

Luego Blattmachr propuso un segundo cambio radical. Quería proteger a los fideicomisos de los reclamos de los futuros acreedores, una práctica ya establecida en los principales centros financieros offshore del mundo, como las Islas Cook y Belice. A los pocos meses, los legisladores de Alaska aprobaron por mayoría abrumadora la ley preparada por Jonathan Blattmachr y otros.

La correspondencia que consta en el archivo estatal da cuenta de las inquietudes manifestadas por funcionarios de alto perfil. “La cuestión que subyace a la normativa es si, como estado, queremos avalar un sistema que puede facilitar que una persona esquive el pago de deudas legítimas”, escribió en aquel entonces el comisionado adjunto de Comercio.

En la misma línea, el entonces gobernador, el demócrata Tony Knowles, adujo que algunas partes de la propuesta eran más laxas incluso que la legislación de las Bermudas y las Islas Caimán. Además, señaló que el proyecto de ley podría perjudicar a los cónyuges e hijos al bloquear los pagos de manutención. Knowles vetó la ley. Pero un año después, la legislatura estatal aprobó una norma similar. “Tras vetar el proyecto de ley original debido que este no ofrecía protección para los cónyuges e hijos, firmé una versión corregida al año siguiente”, recordó en una entrevista . “Contó con un amplio apoyo del público, del empresariado y de los legisladores. En los últimos 25 años, no he oído hablar de ningún abuso de esta ley en Alaska”.

¿Qué son los Pandora Papers?

La innovadora ley impulsó a otros estados —enfrentados a la competencia por hacer crecer el sector fiduciario— a aprobar agresivamente leyes sobre fideicomisos.

Los artífices del proyecto se beneficiaron con los cambios. En 1997, antes de que se aprobara la Ley en Alaska, Jonathan Blattmachr, su hermano y otros ayudaron a crear una de las fiduciarias más prominentes del estado. Su nombre actual Peak Trust Co. y ha expandido sus actividades al estado de Nevada. Blattmachr relató que poco tiempo después de la apertura cedió sus acciones en la empresa a su hermano y a su cuñada, y que ya no tiene participación en la firma.

En New Hampshire, el empresario Paul Montrone ayudó con éxito en 2006 a promover una legislación fiduciaria trascendental. Un año antes, una recientemente creada sociedad de responsabilidad limitada, dirigida por su hijo, había comisionado un estudio que concluyó que el sector podría generar hasta 2.100 puestos de trabajo y producir hasta 3,7 millones de dólares en ingresos anuales para el estado. En 2007, Montrone cofundó Perspecta Trust, que promociona estrategias patrimoniales dirigidas a “individuos y familias de altísimo poder adquisitivo de todo el mundo”.

Un reporte preparado para el Consejo Fiduciario de New Hampshire y distribuido entre los legisladores del estado en 2019 estimaba que entre 225 y 275 personas trabajaban en la industria fiduciaria. En un mail dirigido a un legislador, el comisionado bancario del estado, Gerard Little, calificó de “insignificante” el impacto económico de la actividad fiduciaria.

En Sioux Falls, Dakota del Sur, el abogado Pierce H. McDowell III cofundó en 2002 la compañía South Dakota Trust Co., en un edificio de oficinas cercano a un club social de lanzamiento de hachas. McDowell había sido miembro fundador del Grupo de Trabajo del Gobernador para la Revisión y Reforma de la Administración Fiduciaria, que año tras año proponía leyes para hacer crecer ese sector en el estado.

McDowell declinó comentar sobre su rol en dicho grupo, remitiéndose a una declaración de la empresa: “Dakota del Sur ha trabajado muy duro para construir un sector financiero robusto que incluye a las empresas bancarias y fiduciarias del estado... Una industria que proporciona muchos beneficios (puestos de trabajo, ingresos tributarios, tasas de supervisión y filantropía)”.

La lucha de un padre

Pero mientras el sector prosperaba, Christopher Pallanck acudía a los tribunales. En 2017, el padre a cargo de sus dos niños se enteró de que ya no recibiría los pagos por la manutención de sus hijos que realizaba Trident, administrador de un fideicomiso de su exesposa, Cleopatra Cameron. La heredera petrolera había luchado durante años contra la adicción. En 2010, un tribunal de California había concedido a Pallanck la custodia completa de sus hijos pequeños y ordenado a Cameron pagar 8.500 dólares al mes en concepto de manutención, de acuerdo con las actas y entrevistas judiciales.

Según los registros judiciales, Pallanck declaró que los activos del fideicomiso superaban los 8 millones de dólares. El fideicomiso se estableció originalmente en California, donde los acreedores pueden exigir acceso a los activos del fideicomiso. En 2012, Cameron trasladó el fideicomiso a Dakota del Sur y, en 2016, lo delegó a Trident.

El fiduciario Trident y una firma de Nuevo México, que actuaba como protector, decidieron suspender los pagos de manutención. De acuerdo con documentos judiciales, Trident argumentó que la ley de Dakota del Sur impedía estos pagos y que Pallanck “no era un buen administrador de las finanzas de sus hijos”. Pallanck dice que el fideicomiso le entregaba 1.500 dólares al mes para gastos generales.

En 2019, tras acudir a los tribunales buscando que se aplicara la ley californiana de pensiones alimenticias, el Tribunal Supremo de Dakota del Sur se puso de parte de Trident. “Nuestra Legislatura ha establecido enormes barreras entre los reclamos de los acreedores y los fondos fiduciarios”, escribió el tribunal en una opinión unánime.

Pallanck recuerda haberles contado la decisión a sus hijos, que por en ese entonces tenían 12 y 14 años, en el apartamento de dos habitaciones que alquila en Santa Bárbara, donde duerme en una cama individual en la sala de estar. “No solo se trataba del abandono emocional y físico, sino que ahora también se añadía el problema económico”, dijo. “El fideicomiso y su madre hacen que sea muy difícil para estos niños saber que son amados”.

La riqueza oculta de líderes mundiales expuesta en una filtración sin precedentes

El año pasado en California, la Oficina del Fiscal del Distrito de Santa Bárbara presentó cargos contra Cameron por no pagar las pensiones. Ella se declaró inocente y los fiscales archivaron el caso. En una audiencia judicial, un fiscal adjunto del distrito dijo que se tomó la decisión tras revisar las pruebas y hablar con el abogado de Cameron y varios testigos. Es Trident, y no Cameron, quien tiene el dominio legal del fideicomiso.

“A mis hijos nunca les faltó su manutención”, dice Cameron. “Después de que Trident... empezara a investigar todo, dijeron: ‘¿Qué demonios? No le vamos a dar ni un dólar más’. No puedo culparlos por eso... Fue muy alentador”. Trident declinó responder a preguntas sobre el caso y dijo que no habla de sus clientes con los medios de comunicación.

Pallanck, de 50 años, dice que no puede hacer mucho más que enfocarse en su hijo y su hija. “¿Qué hacen cuando nadie los ve? Lloran”.

El dinero se traslada al corazón del país

Trident no solo atrajo a estadounidenses como Cameron, sino también a clientes de todo el mundo. No se conoce quién es el propietario de la empresa, que tiene oficinas en las Bahamas, Dubái, Hong Kong y otros lugares. En los registros societarios figura como propietaria una empresa fantasma con sede en las Islas Vírgenes Británicas.

A raíz de las preguntas del ICIJ y de The Washington Post, Trident actualizó su sitio web, en el que indica que la empresa es propiedad de un “fideicomiso cuyos beneficiarios son sus empleados”, pero sin dar mayores detalles.

Trident abrió su oficina de Sioux Falls en 2014 y tuvo entre sus primeros clientes a José “Pepe” Douer Ambar, un magnate colombiano del sector textil, que tenía un fideicomiso por 100 millones de dólares en activos en la oficina de Trident en las Islas Vírgenes Británicas.

El pasado de Douer era bien conocido: en 2004 tuvo que pagar 20 millones de dólares al gobierno de Estados Unidos después de que una investigación a nivel global descubriera una vasta red que traficaba drogas en EE. UU. y lavaba las ganancias. Según los investigadores estadounidenses, los narcotraficantes vendían dólares estadounidenses a intermediarios que cambiaban el dinero por pesos con empresarios de Colombia, entre ellos Douer. Para evitar ser procesado, Douer llegó a un acuerdo con el gobierno. Murió el año pasado.

Al momento de la creación de los fideicomisos en Dakota del Sur, una búsqueda en Google de las palabras “Douer Ambar” y “Colombia” conducía a un sumario del caso realizado por el gobierno estadounidense, así como a un artículo de la BBC con el titular: “Desarticulada una red colombiana de tráfico de drogas”. Su familia declinó hacer comentarios.

Los Pandora Papers revelaron que en 2013, el abogado de Douer señaló a Trident de Islas Vírgenes Británicas que el involucramiento de su cliente en el caso fue una “experiencia desafortunada” provocada por un intermediario en el que Douer había confiado. Los archivos no muestran si Trident en Sioux Falls sabía esta información.

En 2018, Trident también estableció un fideicomiso para Horst Happel en Brasil, que dos años estaba entre los productores de jugo de naranja y otros que llegaron a un acuerdo con la agencia antimonopolio de ese país. El grupo debió pagar 88 millones de dólares al gobierno brasileño por una supuesta colusión para pagar salarios miserables a los agricultores locales.

El productor de jugo de naranja ya había sido acusado de incurrir en prácticas ilícitas. En 1991, accedió a que el gobierno estadounidense le confiscara 255.000 dólares a cambio de que fueran retiradas las acusaciones de haber violado los límites de las ventas a futuro de jugo de naranja.

Los documentos filtrados muestran que, durante casi tres décadas, Happel mantuvo un fideicomiso en Jersey, un conocido paraíso fiscal en el Canal de la Mancha, que en los últimos años se enfrentó a la presión internacional que exigía a las agencias fiduciarias que recopilaran e hicieran pública más información sobre sus clientes. Happel no respondió a los pedidos de entrevista.

Los documentos no incluyen detalles sobre lo que Trident pudo haber conocido en ese momento sobre los clientes o sus fuentes de riqueza, y Trident no respondió a las preguntas sobre casos específicos.

“Cada una de las operaciones de servicios fiduciarios y corporativos de Trident sigue la regulación de la jurisdicción en la que opera y está plenamente comprometida con el cumplimiento de todas las regulaciones aplicables”, indicó en un comunicado. “Trident colabora con cualquier autoridad competente que solicite información”.

Los clientes internacionales también recurrieron a otras empresas fiduciarias, incluida una situada a pocas manzanas de la oficina de Trident en Sioux Falls.

En 2012, la familia de los hermanos William y Roberto Isaías Dassum creó tres fideicomisos a través de South Dakota Trust Co. Meses antes, los hermanos habían sido condenados en ausencia en Ecuador por una supuesta malversación de fondos públicos destinados al rescate su banco insolvente.

Varias empresas de pantalla en las Islas Vírgenes Británicas estaban incluidas en estos fideicomisos. Los documentos muestran que uno de los ellos estaba constituido por una herencia familiar valuada en entre 5 y 10 millones de dólares.

The New York Times, The Miami Herald y otros medios estadounidenses han escrito sobre los hermanos, que viven en el sur de Florida hace varios años a pesar de que Ecuador ha solicitado su extradición. Las autoridades de Migración de Estados Unidos los detuvieron por poco tiempo en 2019.

En mayo pasado, dos de los tres jueces de la Corte Nacional de Ecuador revocaron la condena de 2012. Óscar Ayerve, presidente de la Junta Nacional de Acreedores de Filanbanco S. A., publicó en Twitter que los acreedores estaban “indignados” ante la decisión. “Muchos murieron sin recuperar su dinero [tras] 14 años de incansable lucha”, tuiteó.

A través de su abogado, los hermanos aseguraron haber administrado el dinero del banco honestamente y ser “víctimas de una persecución política sin precedentes por parte del corrupto régimen autoritario de Ecuador.” No respondieron a las preguntas sobre los fideicomisos de Dakota del Sur.

En un comunicado la South Dakota Trust Company señaló que la empresa “no comenta ni comentará ni proporcionará información alguna relacionada a clientes pasados, actuales o potenciales”. Añadió que su proceso de revisión de los clientes “es exhaustivo, completo, continuo y excede los requisitos mínimos”. Afirman que los clientes son seleccionados siguiendo criterios legales y de regulación, y que se corrobora que no hayan participado de actividades ilícitas.

“Siempre un paso por detrás”

Los líderes del sector afirman que las empresas fiduciarias se esfuerzan por examinar a los clientes porque los errores en la diligencia debida suponen un riesgo para la reputación de las firmas. “Ningún banco o empresa fiduciaria quiere ser acusada de ayudar o de ser cómplice de un violador de los derechos civiles o humanos”, afirmó Blattmachr, que ayudó a desarrollar la actividad fiduciaria en Alaska.

Sin embargo, exfiscales y otros expertos en delitos financieros afirman que se necesita mucha más supervisión. Durante años, las reformas legales se han centrado en los bancos y las empresas de pantalla, que acapararon los titulares tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 por permitir a terroristas, narcotraficantes, contrabandistas de armas y otros mover dinero dentro y fuera de Estados Unidos.

Los fideicomisos existen desde hace cientos de años. Tanto la clase media como los ricos los utilizan. Debido a los escasos registros en papel y a las estrictas normas de confidencialidad, pueden ser instrumentos legales complejos, difíciles de comprender incluso para legisladores e investigadores experimentados.

La celebrada Ley de Transparencia Corporativa, promulgada en Estados Unidos en enero de este año, obliga a ciertas empresas y sociedades a incluir los nombres de sus propietarios en una base de datos gestionada por el gobierno federal. Sin embargo, la ley no incluye a quienes crean y reciben pagos de fideicomisos. Los expertos confían en que la nueva normativa, prevista para el año que viene, añadirá a los clientes de fideicomisos a la lista.

Otros países, incluyendo muchos miembros de la Unión Europea, ya exigen que los fideicomisos inscriban a sus creadores, fideicomisarios y beneficiarios en un registro centralizado. En Ecuador su registro es obligatorio.

Las leyes federales también tienen sus limitaciones. Los nuevos requisitos de FinCEN, la unidad de inteligencia del Departamento del Tesoro de Estados Unidos, exigen que las fiduciarias identifiquen y controlen mejor a sus clientes, pero también permiten a las empresas establecer el grado de escrutinio necesario.

Los fiscales apuntan a otro desafío. La Ley de Control de Lavado de Dinero de 1986 establece que el gobierno puede imputar por blanqueo de capitales a extranjeros con activos en Estados Unidos, pero solo si sus activos fueron generados a partir de las ganancias de alguno de los delitos incluidos en una de las seis categorías, como el tráfico de armas o de drogas.

La ley deja fuera cientos de crímenes, como el contrabando, el trabajo infantil, el tráfico de especies silvestres, las infracciones ambientales, el robo de antigüedades, la falsificación y la evasión impositiva. En otros países, las leyes de lavado de dinero abarcan a todos los delitos posibles.

“Hace poco hablé con alguien sobre las ganancias obtenidas con la deforestación de la selva amazónica”, dijo Stephan Cassella, un exdirector adjunto de la Sección de decomiso de activos y lavado de dinero del Departamento de Justicia. “¿Qué pasaría si halláramos que ese dinero está en Estados Unidos? ¿Sería considerado lavado de dinero? No, porque no está en la lista... Siempre estamos un paso por detrás de los tipos malos a la hora de intentar actualizar estas leyes”.

Un portavoz del Departamento de Justicia indicó que los fiscales tienen otras formas de enfrentar una conducta delictiva: presentar cargos por fraude electrónico, transportar bienes robados o estafa bancaria.

Dolor y ganancias

Central Romana es la mayor azucarera de República Dominicana. Aunque ha cambiado de dueños a lo largo de los años, el sitio web de la empresa habla de “100 años de trabajo ininterrumpido”.

Hacía décadas que se acumulaban las acusaciones de desalojos y abusos a los derechos humanos cuando Morales llegó a la presidencia de la compañía en 1974, a través de Gulf and Western Industries, por aquel entonces dueña de la productora azucarera.

En 1979, la Sociedad Antiesclavista para la Protección de los Derechos Humanos informó a Naciones Unidas que Central Romana y otras dos empresas “compraban” inmigrantes haitianos y los obligaban a vivir en la miseria y con salarios ínfimos. En 1984, una nueva empresa, Central Romana Corp., compró la azucarera. Morales permaneció al frente de la compañía hasta que en 1986 dejó el puesto para asumir como vicepresidente de República Dominicana.

Luego fue designado embajador en Estados Unidos y, posteriormente, ministro de Asuntos Exteriores de República Dominicana. El perfil de Morales publicado en la página web de la embajada dominicana en Washington informa que, antes de asumir como funcionario, se convirtió en un “importante” accionista de Central Romana.

Morales se convirtió en uno de los representantes más destacados de la industria azucarera dominicana.

En 2006, después de que una delegación de legisladores estadounidenses exigiera que se iniciara una investigación sobre los inmigrantes haitianos que trabajaban en los cañaverales, Morales dijo que República Dominicana no deseaba injerencia extranjera en sus asuntos internos.

En 2012, Morales criticó a un reconocido sacerdote católico que había informado a Estados Unidos que los cañicultores eran sometidos a un trato duro e inhumano. El sacerdote, dijo Morales, estaba “denigrando” injustamente a la industria azucarera. Ese mismo año, un informe de una organización sin ánimo de lucro con sede en Massachusetts denunció supuestos abusos laborales en varias de las principales azucareras dominicanas, incluida Central Romana. Según el informe, los trabajadores tenían jornadas laborales de 12 horas y las viviendas que la compañía les proporcionaba no tenían electricidad ni agua potable.

En su declaración a The Washington Post y al ICIJ, Central Romana dice que algunas zonas rurales de la República Dominicana no están conectadas a la red eléctrica pública y que la empresa les suministra agua potable. “Nos esforzamos por avanzar año a año y seguimos invirtiendo en todos nuestros procesos, incluyendo la salud y la seguridad industrial, los aspectos laborales, los requisitos ambientales y los programas de responsabilidad social”, aseguró.

Tras los desalojos de 2016, dos años antes de que Morales falleciera, la organización sin fines de lucro con sede en Ginebra, Dominicanos por la Justicia y la Paz, se contactó con Naciones Unidas. Dos representantes, entre ellos el relator especial sobre el derecho a una vivienda adecuada, pidieron al gobierno dominicano que interviniera. “Expresamos nuestra preocupación ante la aparente incapacidad del Estado para proteger y garantizar los derechos de las personas (…) y para hacer frente al desalojo ilegal y al uso de la fuerza llevado a cabo por agentes de una empresa privada”, indicaron en una carta.

En enero de 2020, las familias desalojadas demandaron a Central Romana y a Fanjul Corp., accionista de la empresa con sede en West Palm Beach, ante un tribunal federal de Florida. Recientemente, un juez desestimó el caso por considerar que los demandantes no contaban con pruebas suficientes que demostraran que Central Romana había actuado en representación de Fanjul. Las familias apelaron la sentencia.

Fanjul remitió las preguntas a Central Romana, que afirmó que los desalojos fueron legítimos. “Nuestra empresa no participaría y nunca ha participado en el desalojo de gente que tiene el derecho a vivir o poseer legalmente la tierra que tienen”, señaló la empresa.

La familia Morales finalizó la transferencia de los fideicomisos a Dakota del Sur en 2019, poco después de que Bahamas, donde la familia mantenía previamente sus fideicomisos, aprobara una ley que exige que se informe sobre la propiedad de las empresas y de ciertos fideicomisos a un registro gubernamental centralizado.

Los representantes del sector se quejaron de que el registro disuadiría a potenciales clientes atraídos a la isla para reducir o evitar impuestos. “Con esta nueva doble vara, salen ganando los estados de Delaware, Alaska y Dakota del Sur”, escribió un abogado bahameño.

En mayo, peones agrícolas, muy lejanos a los círculos políticos y empresariales de la República Dominicana, trabajaban bajo un sol sofocante en los cañaverales. Uno de cada cinco dominicanos vive por debajo del umbral de pobreza. En el lugar de los desalojos de 2016, Yeidi Sierra y su madre buscan el lugar donde antes estaba su casa. De pie entre la hierba alta, señalan el número 10 escrito con pintura blanca, todavía visible sobre la corteza de un árbol mutilado.

Yeidi, que ahora tiene 10 años, camina a lo largo de una vieja línea de vallado mientras mira con detenimiento las montañas a lo lejos.

La niña, que nació en una isla pero que rara vez ha visto el mar, lo perdió casi todo en el desalojo, incluidas las lámparas de gas y las velas que su familia utilizaba para alumbrarse. No volvió a la escuela hasta un mes más tarde porque su padre jornalero no podía comprarle unos zapatos nuevos para reemplazar la única sandalia negra que había perdido en el tumulto. “No pude ver a mis amigos”, dice Yeidi, que quiere ser maestra.

Debajo de un árbol, Yeidi y su madre miran un somier oxidado, dejado atrás la noche de los desalojos. Yeidi se agacha. Quita palos y hojas. Cerca de allí se yergue una señalización de hormigón con las letras “CR”. Allí, a la sombra del cañaveral y casi oculta entre la maleza, Yeidi deja escapar un grito de sorpresa. Acaba de encontrar la sandalia perdida hace cinco años. (I)

La investigadora Alice Crites, el fotógrafo Salwan Georges y Shawn Mulcahy de The Washington Post y Brenda Medina, Delphine Reuter y Jesús Escudero del ICIJ, Alicia Ortega de Hasbún de El Informe, Mónica Almeida de El Universo, Francisco Rodríguez y Enrique Nevada de Plaza Pública y Anna Anjos de Agência Pública contribuyeron a este informe.

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Traducción de Julián Cnochaert/elDiarioAR