Jacinda Ardern prometió un “positivismo implacable” como primera ministra de Nueva Zelanda, pero al anunciar el jueves su inesperada renuncia admitió que la intensa exigencia del puesto terminó por desgastarla.

Ardern fue electa primera ministra en 2017 y en su tumultuoso primer mandato enfrentó el peor ataque terrorista en la historia neozelandesa, una mortal erupción volcánica y la pandemia del covid-19. Con solo 37 años de edad en aquel momento se convirtió en la gobernante más joven desde 1856 y un ícono mundial de las políticas progresistas.

Ardern ganó ampliamente un segundo mandato en 2020, pero su popularidad ha declinado ante la creciente desconfianza hacia el gobierno, el deterioro económico y el repunte de la oposición conservadora.

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El estrés se hizo evidente en los últimos meses, como cuando Ardern mostró una rara pérdida de compostura al ser captada en un micrófono llamando a un político opositor “estúpido arrogante”.

“Estos han sido los cinco años y medio más gratificantes de mi vida, pero también ha habido desafíos”, expresó el jueves Ardern, de 42 años. “Sé lo que este trabajo requiere y sé que ya no tengo la energía para hacerle justicia, es así de simple”, dijo

Con solo 18 meses en el cargo, un supremacista blanco armado disparó contra dos mezquitas en Christchurch durante las oraciones del viernes, dejando a 51 musulmanes muertos y 40 heridos. Su respuesta certera y compasiva al ataque de odio definió la imagen de la carismática líder de centroizquierda alrededor del mundo.

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También resonó mundialmente cuando vistió una pañoleta para confortar a las familias de las víctimas de los tiroteos. Ardern fue elogiada por su rápida respuesta política al tiroteo, incluyendo la adopción de reformas a las leyes de armas y la presión para que las redes sociales enfrentaran el discurso de odio.

El público neozelandés la apoyó enfáticamente, eligiéndola para un segundo período de tres años en octubre de 2020. Su propuesta electoral se centró fuertemente en el éxito de su gobierno en contener la pandemia del coronavirus. La vida en Nueva Zelanda en general volvió a la normalidad tras una serie de confinamientos estrictos.

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“Jacindamanía”

Ardern creció en el interior de la Isla Norte, donde su padre era agente de policía. Dice que la pobreza que vio allí moldeó su credo. Aunque fue formada como mormona, abandonó la fe en su juventud por la postura de esa iglesia contra al homosexualidad.

Tras estudiar comunicaciones, Ardern comenzó su carrera política en el gabinete de la primera ministra Helen Clark, antes de ir al Reino Unido para servir como asesora del gobierno de Tony Blair.

Fue electa al Parlamento en 2008 y en marzo de 2017 se convirtió en líder laborista, aunque aseguró entonces que no era ambiciosa.

Ardern pasó de ser lo que ella calificó como una “nerd política” a primera ministra en una ola de “Jacindamanía”, luego de convertirse en líder laborista siete semanas antes de las elecciones de 2017.

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Un año después se convirtió en la segunda primera ministra en el mundo en dar a luz estando en el cargo, después de la paquistaní Benazir Bhutto en 1990. Su hija Neve debe comenzar a ir a la escuela este año.

Después de Christchurch, nuevamente debió ofrecer consuelo al país cuando hizo erupción el volcán White Island, que dejó 21 muertos y decenas más con graves quemaduras.

Durante la pandemia, Ardern urgió constantemente a los neozelandeses a ser “amables”, llamando a enfrentar el coronavirus como “un equipo de cinco millones” de personas. (I)