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La historia del narco que simulaba ser albañil y construyó un imperio global

Con un extremo bajo perfil se convirtió en uno de los principales narcos de Buenos Aires.

Carlos Atachahua fue detenido en 2020. Foto: Federico Fahsbender

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Carlos Atachahua Espinoza no era una persona que le gustaba exhibir sus lujos. Ni usaba lujosas marcas de ropa. Nada de eso le hizo falta para convertirse en uno de los más importantes narcotraficantes de Argentina.

Nació en Perú, hoy de 52 años, Atachahua estilaba vestirse con ropa de obrero. En una ocasión, se sentó a tomar un café en un bar sobre la avenida Santa Fe enfundado en un overol manchado de pintura.

Nació en Perú, hoy de 52 años, Atachahua estilaba vestirse con ropa de obrero. En una ocasión, se sentó a tomar un café en un bar sobre la avenida Santa Fe enfundado en un overol manchado de pintura. Realmente, su ropa estaba sucia porque iba a picar paredes de un departamento cercano para esconder lingotes de oro en sus tuberías según le contó a Diego Guastini, su contador.

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Incluso, el narcotraficante había cedido uno de sus departamentos a una pareja de ancianos con el único objetivo de darle apariencia de normalidad a ese búnker de oro.

Su negocio ilícito llegó a facturar USD 6 millones cada tres meses y blanqueó, por lo menos, USD 35 millones, según información oficial. Poco a poco, su modelo de narcotráfico traspasó la ciudad de Buenos Aires y se expandió por toda Sudamérica y Europa.

Tanto Atachahua como su mujer, que fue procesada en noviembre de 2021, están ahora detenidos con prisión domiciliaria en un palacete sobre la avenida Pedro Goyena, a la espera del juicio oral, tras una investigación realizada por la Procuraduría de Narcocriminalidad (PROCUNAR).

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Durante años, Atachahua logró mantenerse por debajo del radar y dirigió sus operaciones durante más de una década, con conexiones en España, Uruguay, Chile, Brasil, Bolivia y Canadá, según su relató contador.

Las primeras alarmas se encendieron en Montevideo. La policía uruguaya abrió una investigación por narcotráfico en noviembre de 2012 contra la banda de Atachahua tras una denuncia anónima. Informados de que extranjeros buscaban introducir un cargamento de droga de Argentina a Uruguay. Así, arrestó a varios sospechosos que dejaron entrever la red global que había detrás de ese cargamento.

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Posteriormente, en Huánuco, una ciudad en el centro de Perú, aprendió la inteligencia criminal de su familia, que estuvo por décadas involucrada en el negocio de las drogas. Tuvo su primer roce con la ley en 1999, cuando fue arrestado y condenado a nueve años de prisión en su país natal por tráfico de drogas, después de que encontraran cocaína en su coche.

Tras ser liberado, se mudó a Buenos Aires mediados de los 2000. Fijó domicilio en Caballito, donde comenzó vendiendo drogas a nivel barrial, pero pronto amplió sus horizontes. Guastini explicó a las autoridades cómo su jefe se relacionó con colombianos, uruguayos, chilenos e italianos, todos con sus propias rutas de tráfico establecidas, en un esfuerzo por “corporativizar” su negocio y sacarlo de los barrios marginales. Los datos migratorios recopilados en esta investigación respaldan este relato y muestran que en diciembre de 2002 el ambicioso Atachahua ya viajaba a Brasil y Chile.

La cocaína se movía por tierra a través de Sudamérica con camiones que transportaban productos como bananas o artículos de aseo. Los paquetes se introducían en compartimentos secretos del chasis y lo inyectaban con poliuretánica expandible, relató Guastini. Podía hacerlo con toda la tranquilidad: entre las propiedades que la justicia le atribuye había camiones y depósitos para el cargamento de los mismos en la zona norte del conurbano.

La caída de Atachahua

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Atachahua caminaba sin parar sobre los pisos acerados del aeropuerto de Ezeiza o en las calles oscuras de Caballito. Como sabía que era observado, había ajustado sus protocolos de seguridad meses antes de su detención, en octubre de 2020. La situación había empeorado desde 2018, cuando Guastini fue desplazado dentro de la banda y, entonces, comenzó a colaborar con la Justicia argentina.

Cada vez que llegaba a Argentina por el aeropuerto de Ezeiza, daba vueltas en las instalaciones por al menos una hora para perder a los agentes de inteligencia. “Siempre lograba escabullirse. No lo podían seguir”, señaló una fuente cercana al caso.

Guastini había sido asesinado a tiros en octubre de 2019, pocos días después de hablar por tercera vez con las autoridades sobre Atachahua. Una camioneta Toyota se interpuso en el camino del Audi A4 mientras el contador conducía por Quilmes. Un sicario en una motocicleta le disparó tres veces y Guastini murió poco tiempo después en un hospital cercano.

Atachahua no fue acusado por el asesinato, que también tenía vínculos con otros grupos criminales. Hasta el momento, ni siquiera enfrenta cargos por narcotráfico en Argentina; sólo es acusado por lavado de dinero.

Pero su suerte se acabó. Atachahua fue finalmente arrestado por cargos de lavado de dinero en Argentina en octubre de 2020, dos años después de que su antiguo contador empezara a colaborar con la Justicia y entregara muchos de sus secretos. (I)


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