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Los talibanes instan a las mujeres a quedarse en casa porque los combatientes no han sido entrenados para respetarlas

Los líderes han insistido en que esta vez será diferente. Aseguran que las mujeres podrán trabajar y las niñas tendrán la libertad de ir a la escuela.

Un escaparate de un salón de belleza pintarrajeado en Kabul, Afganistán, el 22 de agosto de 2021. (Victor J. Blue/The New York Times) Foto: VICTOR J. BLUE

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La última vez que los talibanes estuvieron en el poder, a las mujeres afganas no se les permitía salir de su casa, excepto bajo ciertas condiciones muy definidas. Aquellas que lo hacían se arriesgaban a ser golpeadas, torturadas o ejecutadas.

En los nueve días transcurridos desde que los talibanes retomaron el control, sus líderes han insistido en que esta vez será diferente. Aseguran que las mujeres podrán trabajar y las niñas tendrán la libertad de ir a la escuela; al menos, dentro de los límites de su interpretación del islam.

No obstante, las primeras señales no han sido prometedoras, y ese patrón continuó el martes con la declaración de un portavoz talibán de que las mujeres deberían quedarse en casa, al menos por ahora. ¿Por qué? Porque algunos de los militantes aún no han sido entrenados para no hacerles daño, explicó.

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El portavoz, Zabihullah Mujahid, lo calificó como una política “transitoria” destinada a proteger a las mujeres hasta que los talibanes puedan garantizar su seguridad.

“Nos preocupa que nuestros elementos, que son nuevos y aún no están bien entrenados, puedan maltratar a las mujeres”, señaló Mujahid. “No queremos que nuestras fuerzas, Dios no lo quiera, dañen o acosen a las mujeres”.

Mujahid dijo que las mujeres deberían quedarse en casa “hasta que tengamos un nuevo método”, y que “sus salarios se pagarán en sus casas”.

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Su declaración hizo eco de los comentarios de Ahmadullah Waseq, el suplente del comité de asuntos culturales de los talibanes, quien declaró esta semana a The New York Times que los talibanes no tenían “ningún problema con las mujeres que trabajan”, siempre y cuando usaran hiyabs.

Pero, dijo: “Por ahora, les pedimos que se queden en casa hasta que la situación se normalice. En este momento es un asunto militar”.

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A la espera de libertad femenina

Durante los primeros años de gobierno talibán, de 1996 a 2001, las mujeres tenían prohibido trabajar fuera de casa o incluso salir de ella sin un tutor masculino. No podían ir a la escuela y se enfrentaban a la flagelación pública si se descubría que habían infringido las normas de moralidad, como la que exigía que estuvieran cubiertas por completo. La mayoría de las mujeres llevaban pesados atuendos llamados burkas.

La afirmación de que las restricciones a la vida de las mujeres son una necesidad temporal no es nueva para las afganas. Los talibanes hicieron afirmaciones similares la última vez que controlaron Afganistán, comentó Heather Barr, directora adjunta de derechos de la mujer en Human Rights Watch.

“La explicación era que no estaba garantizada la seguridad y que estaban esperando a que mejorara, y entonces las mujeres podrían tener más libertad”, dijo. “Pero, por supuesto, en esos años que estuvieron en el poder, ese momento nunca llegó, y puedo jurar que las mujeres afganas que escuchan esto hoy están pensando que tampoco llegará esta vez”.

Brian Castner, asesor principal de crisis en Amnistía Internacional, quien estuvo en Afganistán hasta la semana pasada, aseveró que, si los talibanes pretendían tratar mejor a las mujeres, tendrían que volver a entrenar a sus elementos. “No se puede tener un movimiento como el de los talibanes, que ha funcionado de cierta manera durante 25 años, y luego, solo porque se hace cargo de un gobierno, hacer que todos los combatientes y miembros de su organización actúen distinto”, dijo.

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No obstante, según Castner, no hay indicios de que los talibanes tengan intención de cumplir esa u otras promesas de moderación. Amnistía Internacional ha recibido informes de combatientes que van de puerta en puerta con listas de nombres, a pesar de las promesas públicas de sus líderes de no tomar represalias contra los afganos que colaboraron con el gobierno anterior.

“La retórica y la realidad no coinciden en absoluto, y creo que la retórica es más que falsa”, dijo Castner. “Si un combatiente talibán al azar comete un abuso o una violación de los derechos humanos, que es una especie de violencia al azar, eso es una cosa, pero si hay una visita sistemática a las casas de las personas para buscarlas, no se trata de un combatiente al azar que no está entrenado, sino de un sistema en funcionamiento. La retórica es un recurso para ocultar lo que está ocurriendo en realidad”.

En Kabul, el miércoles, las mujeres de las zonas de la ciudad con mínima presencia talibán salían “con ropa normal, como sucedía antes de los talibanes”, comentó un habitante de nombre Shabaka, pero en las zonas del centro, con muchos combatientes talibanes, pocas mujeres se aventuraban a salir, y las que lo hacían llevaban burka, señaló Sayed, un funcionario público.

Barr, de Human Rights Watch, dijo que en la semana transcurrida desde que los talibanes dijeron que el nuevo gobierno preservaría los derechos de las mujeres “dentro de los límites de la ley islámica”, las mujeres afganas con las que ha hablado ofrecieron la misma valoración escéptica: “Están intentando parecer normales y legítimos, y esto persistirá mientras la comunidad y la prensa internacional sigan ahí. Después veremos cómo son en realidad”.

Quizá no falte mucho para eso, insinuó Barr.

“Este anuncio solo pone de manifiesto, a mi parecer, que no sienten la necesidad de esperar”, dijo. (I)

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