Martin Baron es ya una leyenda del periodismo estadounidense. No en vano The Guardian lo calificó como “el último gran editor de la vieja escuela” y la revista Esquire preguntaba hace seis años si él era el mejor editor periodístico de todos los tiempos. Palabras mayores para un periodista que, como toda leyenda americana, también tiene su rol en Hollywood. Así como Ben Bradlee, el famoso director de The Washington Post, fue interpretado en la pantalla grande en Todos los hombres del presidente –la película que retrata el escándalo del Watergate–, Baron fue representado en la oscarizada Spotlight para mostrar al meticuloso director de The Boston Globe sobre quien pesa la responsabilidad editorial de llevar adelante una investigación que reveló la sistemática violación de niños por parte de sacerdotes católicos de la arquidiócesis de Boston. El periodismo encontraba una verdad y sacudía a un país al demostrar que las autoridades eclesiásticas sabían del tema y lo ocultaron.

Baron, nacido en Tampa, Florida, hace 66 años, ha dirigido editorialmente tres de los periódicos más importantes de los Estados Unidos: The Washington Post, The Boston Globe y The Miami Herald, además de haber tenido posiciones ejecutivas en The New York Times y Los Angeles Times. Todo un recorrido para un hombre que se jubiló hace menos de un mes luego de 45 años de carrera, 17 premios Pulitzer para sus equipos y el desafío de sus últimos ocho años dirigiendo a The Washington Post.

Una carrera en la que hitos periodísticos como el escándalo de la pedofilia se unen a otros como la decisión de publicar la filtración de documentos del contratista Edward Snowden, de la Agencia de Seguridad Nacional, y dirigir a una redacción como la del Post en una época en la que el presidente Donald Trump decidió que la prensa era su enemiga. “Partido de oposición”, “basura”, “escoria”, “la forma más baja de humanidad”, “la forma más baja de vida”, “traidores” son solo algunos de los epítetos del expresidente estadounidense contra el periodismo que Baron recuerda de una época en la que, asegura, se la empezó creyendo que las instituciones en los Estados Unidos eran más fuertes de lo que en realidad son. “Nos descubrimos más frágiles y vulnerables de lo que imaginamos”, apunta.

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Es una época, asegura Baron, en la que hay líderes que objetan la verdad fáctica y crean verdades paralelas, a menudo con coros en redes sociales y fervientes seguidores que repiten a escala viral y sin dudas lo que dice su líder. Toda una receta repetida y conocida.

Baron habló con EL UNIVERSO sobre periodismo, el entorno digital, Donald Trump o de cómo es dirigir a uno de los periódicos más respetados del mundo con un propietario como Jeff Bezos, el hombre más rico del planeta, al frente. Ahora, jubilado, quiere continuar siendo una “voz” para la profesión, una contribución que la entiende como algo trascendental, porque el periodismo es clave para las sociedades democráticas. “No podemos dar por sentados” a la democracia, al periodismo, advierte.

Pregunta: Vivimos en la realidad de las ficciones. De inventos y teorías conspirativas que se diseminan por memes. ¿Hay alguna autocrítica que debamos hacer los periodistas en general sobre el porqué a veces los ciudadanos creen más en el WhatsApp del amigo o es algo simplemente signo de los tiempos?

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Respuesta: No creo que seamos una profesión perfecta, pero no creo que tengamos responsabilidad por ese problema en particular en la sociedad. Es algo que crece desde el internet, el hecho es que ahora cualquiera puede crear un medio, un website, cualquiera puede ser una televisora internacional. Solamente prenden su videocámara y su computadora y pueden decir cualquier cosa que les plazca. Y la realidad es que mucha gente en el público se está volcando a medios de comunicación que refuerzan sus puntos de vista preexistentes. No necesariamente quieren estar informados, lo que significa que uno a veces quiere aprender algo nuevo o puede descubrir cosas que pueden contradecir sus perspectivas previas. Quieren ser afirmados en que lo que ya piensan es exactamente correcto. No son todos, pero es un buen segmento de la población y se mantiene tanto de la izquierda como de la derecha. No es cierto que sea solo con la gente de la derecha. Y ahora con el internet pueden encontrar alguien que dice exactamente lo que quieren oír y encontrar otras personas que también están de acuerdo con eso para hablarse uno al otro. Con el internet se pueden aislar en su propio y pequeño universo, que a veces es grande. Es un problema de la sociedad, un problema para la democracia. Hay una tendencia a pensar que los medios crearon este problema y tienen la solución para ello. A veces caemos en esa trampa, pero no creo que eso sea verdad en este momento. Tenemos muchos problemas, muchas imperfecciones, muchas áreas en las que podemos mejorar, pero no creo que esto sea una falla de los medios.

¿Como periodistas, como medios, podemos dar soluciones a esta especie de burbuja en la que se está viviendo?

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Este problema es mayor que nosotros. Hay un gran número de cosas que deben hacerse y no hay garantías para una solución porque el internet va a estar con nosotros por un largo tiempo. Lo que podemos hacer es proveer más verificación para el trabajo que publicamos. Necesitamos dar a la gente mayor transparencia de cómo hicimos nuestro trabajo, si investigamos sobre documentos, necesitamos mostrar esos documentos. Guiar a la gente hacia el tramo particular al cual nos estamos refiriendo, o que puedan leer el documento completo si lo desean. Podemos también hablar un poco más de nosotros mismos. Creo que hay muchos estereotipos sobre los periodistas, desde luego aquí en los Estados Unidos. Necesitamos explicarnos mejor, hay una percepción de que todos vienen del mismo ambiente, que han vivido las mismas experiencias de vida y esto no es cierto, la gente viene de distintos entornos. Pero también creo que hay necesidad de saber qué pasa en las sociedades como un todo, necesidad de programas de alfabetización sobre los medios en las escuelas. La gente no sabe cómo consumir información, no saben cómo juzgar si algo es o no confiable, no entienden la diferencia entre una Redacción como la nuestra, la del Washington Post, que ahora tiene unos mil periodistas, y alguien sentado en su casa con un sitio web subiendo cosas. Todo luce de la misma forma en el internet. Aquí en Estados Unidos, no sé cómo sea la situación en Ecuador, es importante que haya esa alfabetización sobre los medios, se necesita una educación cívica mucho más fuerte, un mayor entendimiento de cómo funcionan las sociedades, cómo trabaja un gobierno, qué hace el gobierno federal, estatal, local, quién es responsable, dónde va el pago de impuestos. Es básicamente entender al Gobierno. Es claro, al menos aquí en los Estados Unidos, que hay mucha gente que no entiende asuntos elementales sobre el Gobierno.

Usted es un periodista que ha vivido en una era de oro de los grandes periódicos y también en la era de la incertidumbre con el cambio de modelo de negocio tras el impacto del internet. ¿Cuál de las dos prefiere? ¿Tiene nostalgia por la tinta y el papel?

No tengo nostalgia por el papel y la tinta. En realidad hice esa transición, fue un periodo en el que lamenté el declive de nuestro anterior modelo de negocios, porque no pensé que podía ser reemplazado, pero finalmente, y afortunadamente, superé ese periodo. Y advertí a otra gente –en la misma manera en que hay un periodo de luto cuando pierdes a un amigo o a un pariente– que tienes que seguir y vivir la vida, y vivirla lo mejor posible. De verdad la viví al máximo. Creo que debemos tomar esa posición no importa cuál sea nuestra profesión. Las cosas han cambiado, no podemos sentarnos y lamentarnos por lo que ha pasado. Tenemos que resolver cómo vivir una buena vida y cumplir nuestra misión como periodistas en este ambiente actual. Y realmente creo que hay tremendas ventajas de leer digitalmente y en la mayoría de los casos ahora leo digitalmente. Francamente no hubiéramos podido tener esta conversación si no tuviéramos el mundo digital de ahora. No hubiéramos podido ser capaces de funcionar durante una pandemia si no tuviéramos el mundo digital que ahora tenemos. Hay muchas ventajas: podemos llegar a más gente, contar historias en una forma mucho más poderosa. Sacamos provecho de video, audio, animación, interacciones gráficas, todas estas cosas que si las usas efectivamente pueden lograr técnicas poderosas para contar historias. Yo acepto eso. No soy nostálgico para nada, disfruté su momento, pero ahora es en realidad mucho más emocionante en muchas formas, es más desconcertante, pero más emocionante. No tenemos que hacer lo mismo que otros han hecho, podemos crear una nueva forma de periodismo, siempre y cuando seamos fieles a los valores del periodismo, que es todo lo que realmente importa. Sea que entreguemos algo en impreso o en un aparato digital, eso no es lo importante. Lo que es importante es el calibre del periodismo, la calidad del periodismo que entregamos.

Nunca antes en las Redacciones ha existido una capacidad de analizar métricas de la manera en la que hoy se puede hacerlo. ¿Cuánto ayuda al periodismo este momento en que los medios conocen qué y cuándo consumen las audiencias…

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Creo que es importante, es bueno, debemos saber de las audiencias. Recuerdo cuando era reportero y escribía una historia y asumía que todos la iban a leer, y luego estaba sentado en una cafetería y miraba a las personas que estaban pasando las páginas del periódico y esperaba que se quedaran en la página de mi historia, pero la saltaban. Vivía en una fantasía de que mis historias se leían cuando en realidad, en ese preciso momento, no se leían, aunque con suerte alguien sí lo hacía. Las métricas son muy importantes, pueden ser mal usadas en algún momento, pero tenemos que trabajar muy fuerte en entender qué es lo que realmente significan esos datos. Pueden ser excepcionalmente valiosos, pero también debemos entender que hay ciertas cosas que hacemos porque son las cosas correctas que hay que hacer porque somos periodistas. Sobre esto apuntó Jeff Bezos desde el principio en una reunión con nuestro staff, cuando se le preguntó sobre métricas, y habló sobre su importancia y que no se puede dirigir un negocio sin métricas. Dijo que los principios son las métricas principales, son las más importantes y básicamente debes depender de ellos. Dijo que si alguien dijera que el periodismo de investigación no produce buenas métricas y cuesta mucho y no hay mucha gente leyendo eso, le diría que es un error porque ese es el corazón de lo que somos como una institución periodística. Es parte de nuestra identidad, como el Washington Post, que hagamos esa clase de trabajo, es parte de nuestra misión esencial como periodistas. Como dijo en ese momento, los principios son más importantes que las métricas y a veces tienes que hacer las métricas a un costado.

¿Hacia dónde va el periodismo, cómo lo ve en el futuro? Hay los optimistas que ven el vaso medio lleno y los que ven el vaso medio vacío en medio de esta era digital.

Creo que en una democracia siempre habrá periodismo. La gente tiene necesidad de saber qué está haciendo su Gobierno, qué está pasando en sus comunidades, su país. La naturaleza de contar las historias cambiará dramáticamente, creo que va a ser mucho más visual. Acabamos de contratar catorce personas más en el área audiovisual en el Washington Post para mejorar nuestro periodismo visual, para usar animación al explicar temas complejos. Tuvimos un gran éxito con animaciones explicando la distancia social, por qué es tan importante y si no la realizas, las cosas se pueden salir de control. Fue un fenómeno mundial ese gráfico. Creo que hay una oportunidad real allí, que el contar historias se mezclará, fusionará, todas las diversas formas de contar las historias que tenemos: texto, video, audio, gráficos interactivos, animaciones, todo ello. Creo que es importante que hoy tenemos la capacidad de ofrecer coberturas tridimensionales y debemos hacerlo.

Hablemos de política y de los políticos. ¿Cuánto impacto cree que han tenido en el periodismo los liderazgos que apelan a la división y a poner como uno de sus principales enemigos a la prensa, como el de Donald Trump en Estados Unidos o Rafael Correa en Ecuador?

Es muy corrosivo para la democracia. Los líderes hacen un juramento de respetar la Constitución, no les tomamos juramento a ellos, ellos juran a la Constitución. Es importante que tomen esas promesas seriamente y que todo lo que hagan esté orientado a fortalecer la democracia. Es preocupante que tengamos líderes que socaven el rol de una prensa libre e independiente, y no solo que la socaven, sino que la destruyan y vayan más allá de eso al atacar la idea central de una verdad, de una realidad objetiva de los hechos, y que sugieran que lo único que es verdad es lo que ellos dicen y que no hay árbitros independientes de los hechos, desde luego no la prensa ni otros: las cortes, científicos, médicos, lo que sea, porque solo hay una verdad, la de ellos solamente. Es destructivo, corrosivo, así no es como la democracia funciona. No pretendo decir que los medios somos perfectos, pero somos parte del sistema, una muy importante. La realidad es que no hay una democracia sin una prensa libre, nunca la ha habido y nunca la habrá.

¿Cómo fue dirigir al Post bajo un personaje tan volcánico como Donald Trump?

Creo que todos nosotros, me incluyo, experimentamos un sentido del deber más fuerte durante ese periodo. Mucha gente dio a la prensa por sentada y creo que nos dimos a nosotros mismos por sentados y a nuestra posición en la sociedad estadounidense. Creo que es importante que no lo hagamos, que reconozcamos que siempre estamos en estado vulnerable, necesitados. No es solo agradable tener, sino esencial, una prensa libre e independiente. Y creo que todos sentimos un fuerte sentido de misión, no en la forma en que algunos dijeron que había una especie de guerra con los medios. Yo dije una frase que se hizo famosa: ‘No estamos en guerra, estamos trabajando’. No es que atacamos, hacemos nuestro trabajo, sin tener en cuenta quién está en el poder. Sentimos que era un periodo particular para hacer esa clase de trabajo porque teníamos una administración que estaba buscando destruirnos, destruir la idea de una verdad objetiva.

Fue como una montaña rusa periodística…

No fue como una montaña rusa, fue como, no sé, como alguien presionándote todo el tiempo y que luego busca golpearte en la cara también. Hubo altos y bajos, en términos periodísticos. Sabíamos que era una época de peligro para nosotros y para la prensa y creo que la gente se sintió muy dedicada a lo que estaban haciendo.

Usted ha repetido intensamente que Jeff Bezos no ha interferido en las decisiones editoriales del Post, la compañía periodística que adquirió. Cómo ha sido trabajar en periodismo con el hombre más rico del mundo, el que se ganó un lugar en la esfera mundial haciendo del servicio al cliente una religión en Amazon.

Fue una muy buena experiencia. Sentí que cuando se anunció la adquisición, seis meses después de que llegué, iba a ser bueno para el Post. No sabía si iba a ser bueno para mí, pero pensé que lo iba a ser para el Washington Post porque necesitábamos ideas frescas en nuestro negocio. A medida que miraba la profesión periodística, ya sea en los Estados Unidos o en el mundo, veía que no teníamos ideas frescas. Creí que iba a ser bueno tener a alguien que no solo entendía de tecnología, sino de la conducta del cliente y de cómo lograr llegar a un gran número de consumidores, y que también él iba a ser alguien que se enfocaba en el camino y no en las reducciones, en cómo incrementar los ingresos y no en cómo recortar personal para hacerlo rentable. Y es lo que ha hecho. Uno de los grandes avances que ha traído es que hay un foco muy fuerte en el lector, y cómo hacemos que el lector, que es nuestro cliente, esté satisfecho con lo que hacemos, qué más podemos hacer, y cómo construimos su lealtad con nuestro producto, con nuestro periodismo. Creo que ha sido muy efectivo con eso, nos proveyó de los recursos que inicialmente necesitábamos para hacer inversiones que nos ayudarían a hacer la transición a una era digital y desde allí hemos sido rentables, reinvertimos esas ganancias en el negocio y somos autosuficientes. No tiene miedo de invertir y además tiene una visión a largo plazo. Es la primera persona de la que yo recuerdo hablar a sus empleados sobre cómo el Post sería en 20 años. Nunca escuché a ningún editor de medios hablar sobre cómo seríamos en 20 años, estaba acostumbrado a escuchar hablar de cómo sería el próximo trimestre o el próximo año. Tiene una gran perspectiva de largo plazo y eso es grandioso. (I)