“Nunca me impondrán el silencio”. Con esa frase el escritor y exvicepresidente Sergio Ramírez respondía a la orden de captura que se ha emitido en su contra en su país natal, Nicaragua.

La situación política en el país centroamericano se sigue agravando y muestra al Gobierno del presidente Daniel Ortega y Rosario Murillo, su esposa y vicepresidenta, como una dictadura.

El miércoles, el Ministerio Público de Nicaragua ordenó el arresto de Ramírez, actualmente en España, por supuestamente “realizar actos que fomentan e incitan al odio y la violencia”, lo que según la Fiscalía encuadra “en el tipo penal de conspiración para cometer menoscabo a la integridad nacional, en concurso con el delito de lavado de dinero, bienes y activos”. Esto último solo por haber colaborado con organizaciones relacionadas con la Fundación Violeta Barrios de Chamorro, “cuyos principales miembros de su junta directiva se encuentran acusados por realizar conductas de apropiación indebida, lavado de dinero, bienes y activos”, según una ley hecha a la medida del régimen.

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“La dictadura de la familia Ortega me ha acusado a través de su propia fiscalía y ante sus propios jueces de los mismos delitos de incitación al odio y la violencia, menoscabo de la integridad nacional y otros que no he tenido tiempo de leer, acusaciones por las que se encuentran presos en las mazmorras de la misma familia muchos nicaragüenses dignos y valientes. No es la primera vez que ocurre en mi vida. En el año de 1977 la familia Somoza me acusó por medio de su propia fiscalía y bajo sus propios jueces de delitos parecidos a los de ahora... cuando yo luchaba contra esa dictadura igual que lucho ahora contra esta otra. Las dictaduras carecen de imaginación y repiten sus mentiras, su saña, su odio”, dijo Ramírez en un video.

De acuerdo con el analista internacional Esteban Santos, esto es una muestra más de que en Nicaragua ya no queda un espacio de democracia.

“Esto es noticia porque Ramírez fue uno de los sandinistas más prominentes y mano derecha de Ortega en los 80, cuando ejerció como vicepresidente (de la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, de la que Ortega era el presidente). Los cargos (de los que lo acusan) son los de siempre, porque no le queda duda a nadie de que en este momento no hay Estado de derecho en Nicaragua, y se lo acusa de los mismos delitos que a otros partidarios de la oposición... No queda nadie que le pueda hacer frente al régimen”, dice Santos, quien agrega que Ortega y Murillo han coartado cualquier oposición por sus ansias de poder, que sobrepasan cualquier ideología.

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Para Santos, Ramírez llegó a ser una persona de extrema izquierda, revolucionario, pero con el paso del tiempo se fue separando de Ortega.

También recuerda que Ramírez siempre fue una figura política, pero a mediados de la década de los 90 la dejó para dedicarse completamente a ser escritor, y en este campo se volvió una figura de la literatura de la región y del idioma español, llegando a ganar el premio Cervantes —máximo galardón para un escritor de habla hispana— en 2017.

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La escritora y poeta nicaragüense Gioconda Belli, quien también apoyó al sandinismo en el pasado, dijo que Ortega está en “guerra” contra el pensamiento y la inteligencia, recoge EFE.

“La dictadura ha emprendido una guerra sin cuartel contra el pensamiento y la inteligencia”, señaló Belli en su cuenta en Twitter, al referirse al exilio de decenas de intelectuales y emprendedores en los últimos meses, y tras haberse referido al caso de Ramírez Mercado.

De acuerdo con una publicación de diario El País, en su última novela (Tongolele no sabía bailar) Ramírez hace un “retrato brutal de Ortega y su esposa” con una pareja ficticia loca de poder, que acalla todas las voces que los critican, incluso asesinando a estudiantes rebeldes. Una gran crítica hacia su examigo y excompañero.

La vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo (i), junto a su esposo el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega (d), en una fotografía de archivo. Foto: EFE

Para el internacionalista Joaquín Hernández, la citada novela es la descripción de toda la malignidad de la pareja Ortega-Murillo desde el punto de vista directo de Ramírez, a quien no se puede separar de las figuras de escritor y de político que lucha contra dictaduras y la opresión.

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Hernández lamenta que actualmente no hay un liderazgo político como lo fue el Grupo Contadora en Centroamérica y otros países, que en los 60 y 70 representaban a las democracias liberales y que constituían un centro de conciencia y de acciones concertadas contra las dictaduras. “Cualquier loco como estos se declara dictador, hace cualquier barbarie y nadie hace nada”, afirma.

En los 70, Ramírez fue parte del grupo de intelectuales que apoyaron la revolución sandinista, y tras exiliarse por un tiempo en Costa Rica, volvió para formar parte de la junta provisional de gobierno, que duró seis años, y luego fue la fórmula vicepresidencial de Ortega entre 1985 y 1990. Ambos perdieron la reelección ante Violeta Barrios de Chamorro ese último año.

Por ello, Ramírez fue parte del poder en medio de la guerra civil y de esa fe en las creencias de izquierda de los 80, e incluso se le achacan las decisiones en esa época, en la que también vale recordar que el presidente de EE. UU., Ronald Reagan, los tenía en la mira por la Guerra Fría, ya que no quería otro régimen apoyado por la Unión Soviética cerca, razón por la que llegó a financiar y preparar a la guerrilla de la Contra, algo por lo que años después EE. UU. fue condenado internacionalmente.

Ramírez se encargó en esos años de la administración del Estado, mientras Ortega era la cara fuerte.

Pero se alejaron años después cuando las figuras intelectuales del sandinismo pidieron más democracia interna y terminaron siendo expulsados .“Renuncio de manera pública e irrevocable a pertenecer al FSLN. El Frente Sandinista al que yo me incorporé hace 20 años ya no existe”, afirmó en ese momento Ramírez.

Diferentes organizaciones opositoras cuentan por decenas, e incluso por centenas, la cantidad de profesionales que han optado por el exilio en los últimos tres años, en medio de una crisis sociopolítica que tiene enfrentado a Ortega con diversos sectores de la población nicaragüense.

En el caso de las asociaciones médicas nicaragüenses, sostienen que al menos 400 médicos han huido de su país desde 2018, y el movimiento Periodistas y Comunicadores Independientes de Nicaragua (PCIN) informó ayer que al menos 30 reporteros y trabajadores de medios de comunicación se han exiliado desde junio pasado, en medio de una ola de arrestos contra líderes opositores y profesionales. (I)