Cuando nació Mijail Gorbachov en 1931 en la región meridional de Stávropol en el seno de una familia campesina ruso-ucraniana que vivió la hambruna de los años 30 provocada por la colectivización forzosa de la tierra ordenada por Josef Stalin, nadie imaginaba que él protagonizaría el cambio de la URSS a la actual Rusia.

Graduado de derecho por la prestigiosa Universidad Estatal de Moscú (1955), ingresó en el partido en la universidad, donde fue ascendiendo en el escalafón hasta convertirse en 1970 en jefe del partido de su Stávropol natal con menos de 40 años.

Su especialización en economía agrícola permitió a este “apparatchik” protagonizar una meteórica carrera y ser nombrado en 1978 secretario de Agricultura en el Comité Central del PCUS, su trampolín para alcanzar la secretaría general.

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La llegada de Gorbachov al poder despertó grandes expectativas, ya que el nuevo líder soviético era extrovertido, tenía don de gentes y sonreía con fruición, algo a lo que no estaban acostumbrados sus conciudadanos.

Apertura al mundo

Pero Gorbachov no se limitó a las formas, ya que poco después de llegar al poder lanzó la Perestroika (reforma política) y poco después la Glasnost (transparencia informativa), lo que dio paso a lo que se dio en llamar “Comunismo con rostro humano”.

Se sirvió de una nueva generación de tecnócratas que deseaban reformar el sistema comunista para hacerlo más efectivo, pero la vieja nomenclatura soviética no dejó de ponerle obstáculos en el camino.

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“El pueblo quiere cambios. Ha llegado la hora. No se pueden aplazar por más tiempo”, le dijo entonces Gorbachov al histórico “Mr. Niet” (sr. No), Andréi Gromiko.

Aun así siguió adelante con la introducción de la propiedad privada, aunque sin renunciar a la economía centralizada; la celebración de elecciones democráticas; la libertad de expresión y de credo; la creación de un nuevo legislativo y la liberación de presos políticos.

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En el plano exterior, mejoró las relaciones con Occidente, redujo notablemente el presupuesto de defensa, abrió negociaciones de reducción de armamento nuclear con Estados Unidos y ordenó la retirada de las tropas soviéticas de Afganistán.

Además, renunció a la doctrina de soberanía limitada en relación con los miembros del Pacto de Varsovia, lo que dio inicio a un proceso revolucionario que culminó con la caída del muro de Berlín, el derrocamiento de los regímenes comunistas de Europa del Este y posteriormente la reunificación de Alemania.

Con rostro de ‘traidor’

A pesar de varias décadas de negociaciones efectivas, sus cambios como la Perestroika o reestructuración y la Glásnost o transparencia informativa decayeron porque implicaban una transformación simultánea del régimen soviético. Pero sobre todo no alcanzaron sus objetivos porque los cambios fueron minados tanto por reformistas como por conservadores.

El enfrentamiento con su antiguo aliado, Boris Yeltsin, el primer presidente ruso elegido por sufragio universal, abrió una brecha insalvable que acabó por precipitar la desaparición de la Unión Soviética.

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La puntilla fue el golpe de estado protagonizado por un grupo de dirigentes soviéticos, asonada que fue desarmada por un imparable Yeltsin, mientras Gorbachov regresaba de su encierro en el sur del país como un cadáver político.

Meses después, Gorbachov confirmaba la defunción de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas en un histórico discurso el 25 de diciembre de 1991.

“Gorbi”, como era conocido en Occidente, era recibido como una estrella de rock en Occidente, pero sus compatriotas nunca le perdonaron la desaparición del Estado Soviético y hasta el día de su muerte muchos aún le acusaron de traición. (I)