Rumania recibe cada día un creciente flujo de refugiados procedentes de Ucrania, que optan por no ir a Polonia, donde los atascos monstruosos paralizan la frontera.

“Hemos escuchado decir que las filas son enormes y que hace falta mucho tiempo” para atravesar la frontera, explica a la AFP Ernest Lindhal, de 30 años.

Este traductor de nacionalidades griega y sueca, procedente de Kiev, se refugió inicialmente en Leópolis, principal ciudad del oeste ucraniano, antes de dirigirse hacia el sur.

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Muchos son los que han tenido la misma idea. La policía de fronteras ha registrado solamente en la jornada del martes cerca de 24.000 ingresos, sobre un total de 118.000 desde el inicio de la invasión. Y este miércoles la afluencia era mayor que la víspera, constató una periodista de la AFP.

Dos campos de refugiados han sido montados, uno en Sighetu Marmatiei y el otro en Siret. Los voluntarios reconfortan a los recién llegados y distribuyen mantas, té, café, trozos de pizza e incluso “martisor”, amuletos de la suerte tradicionalmente distribuidos a principios de marzo en Rumania para saludar la llegada de la primavera.

Entre la muchedumbre hay muchas mujeres, con niños en cochecitos, maletas y envueltas en abrigos y capuchas en medio de la nieve, que cae con fuerza.

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Ir hacia el oeste

La mayoría de los ucranianos quiere seguir más hacia el oeste pues Rumania es, junto con la vecina Bulgaria, el miembro más pobre de la Unión europea. Según las autoridades, más de 68.000 ucranianos han seguido ya camino hacia otros países.

Natascha Zibrov, de 43 años, no piensa eternizarse en Rumania. Con su hija de 20 años y otro de 15 dice haber hecho un simple desvío.

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“Es terrible lo que ocurre en la frontera polaca”, relata. Por el boca a boca supo que algunos de sus amigos estuvieron bloqueados durante dos días con sus hijos pequeños, por eso optó por la vía rumana, más al sur.

“Mi marido me dijo: Toma a los niños y te vas”, recuerda. “Es un pastor religioso, se ha quedado para dar apoyo espiritual. Y como también es soldador, ayuda a montar las barricadas para garantizar la seguridad en Kiev”.

En una de las mesas donde se han distribuido los sándwiches, se encuentra un estudiante originario de Nigeria.

“Me fui de Járkov (noreste) el sábado, me daba mucho miedo quedarme”, declara Eugene Jumbo, de 19 años, que viajó también a Leópolis y luego pasó seis horas en un tren para finalmente alquilar un coche, por el equivalente de 240 euros, y conducir durante tres horas más antes de llegar a Rumania.

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“Las estaciones de tren eran un caos, estaban repletas”, explica. “Ya no es posible atravesar Leópolis, ni siquiera lo intenté, sabía que aquí tendría más posibilidades”, agrega.

El nigeriano no sabe qué le aguarda en el futuro. “Estoy agotado, voy a descansar unos días”, dice, a sabiendas de que le espera aún un largo camino. (I)