La violencia del noveno día de protestas en Quito se centró en las avenidas Patria y 12 de Octubre; zonas cercanas a universidades que acogen a indígenas

Todos hablan quichua, pero sus diseños de ponchos, los sonidos de tambores y flautas que tocan los diferencian. Son indígenas que llegaron de provincias como Cotopaxi, Tungurahua, Chimborazo e Imbabura y desde la noche del lunes último ocupan espacios en las Universidades Politécnica Salesiana y Central del Ecuador (UCE), ambas localizadas en el centro-norte de la capital ecuatoriana.

Desde esos lugares los manifestantes, la mañana de este martes, buscaban avanzar hasta las cercanías de la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE), pero personal policial y militar lo impedía con el uso de bombas lacrimógenas, principalmente sobre la avenida Patria, vía que lleva por el occidente a la UCE. Esta es una zona declarada de paz y centro de acogida humanitaria.

Según información del ECU911, cerca de 10.000 manifestantes habrían ingresado en las últimas horas a la capital a pie en grupos pequeños y grandes o usando camiones y camionetas.

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La novena jornada de paro nacional de carácter indefinido convocado por organizaciones indígenas y sociales estuvo marcada por el enfrentamiento entre manifestantes que pretendían avanzar y policías, quienes con incursiones motorizadas y el uso de bombas lacrimógenas buscaban mantener el orden en esa parte de la ciudad que no tenía negocios abiertos por miedo a saqueos.

En primera instancia, parecía que los agentes policiales despejaban a la manifestación, que a eso de las 10:00 era poco nutrida. Los avances policiales hacían que los manifestantes trataran de ponerse a buen recaudo dentro del parque El Ejido, en la parte alta del puente del Guambra o hacia las cercanías de la U. Central.

Cada repliegue de manifestantes retornaba con más personas que habían descansado en los predios de la universidad más antigua del Ecuador. Esos protestantes buscaban responder con violencia, con piedras, lanzas puntiagudas, escudos. Los enfrentamientos se volvían más violentos e incluso se pudo ver a varios jóvenes en pleno puente del Guambra llenando botellas a las que les colocaban una tela en la punta.

William Calle, comandante de la Unidad de Mantenimiento del Orden (UMO), señaló que durante esta jornada han podido observar que entre los manifestantes hay personas que tienen dos revólveres, han venido con juegos pirotécnicos que tienen una gran carga, con escudos, con lanzas. “Uno da cuenta de que esta no es una marcha normal, no es una marcha del pueblo, es una marcha planificada”.

Para esa hora, los ventanales del edificio principal de la Fiscalía General del Estado habían sido rotos en una de las arremetidas de los manifestantes y casas particulares ubicadas cerca de la avenida Patria eran atacadas por el solo hecho de que sus habitantes no respaldaban el paro. En la Fiscalía se colocó un piquete policial y militar y desde las autoridades institucionales se dispuso poner a buen recaudo los expedientes e información sensible que manejan.

Paralelamente a lo que ocurría al occidente, en el lado oriental, miembros de comunidades indígenas que se albergaron en la Universidad Salesiana salieron con escudos y lanzas de madera. Su destino era el parque El Arbolito y la Casa de la Cultura, a unas tres cuadras de distancia. Varias barreras humanas de la UMO, de la Policía, impedían su camino.

El primer enfrentamiento se dio en la intersección de las avenidas 12 de Octubre y Patria. Minutos después, los manifestantes ya ocupaban diferentes ingresos que rodean esta zona, que sirvió como base para los movimientos indígenas en el paro nacional de octubre de 2019.

El sonido de las bombas lacrimógenas se silenció ante el estruendo de voladores. Los artefactos de pirotecnia eran lanzados por los manifestantes, con dirección a los policías. El sonido era ensordecedor, en especial, para las personas que se encontraban cerca de la explosión.

Mientras se enfrentaban en la 12 de Octubre, un grupo de manifestantes cercó a los agentes de policía, desde las avenidas 6 de Diciembre y Patria; también desde el acceso oriental, en la vía Queseras del Medio.

Tras horas de enfrentamiento, un representante de los movimientos indígenas se acercó a conversar con la policía. Era Jorge Ayala, líder indígena de Chimborazo, que ofreció mantener una línea humana y detener los ataques. “Nosotros no queremos dañar la imagen de nuestra cultura, venimos en paz a manifestarnos”, enfatizó. Además, ofreció emplear justicia indígena a los infiltrados que promuevan actos vandálicos.

Los manifestantes avanzaron y llegaron a una distancia aproximada de diez metros con los policías. Ahí se inició una serie de comunicados: “Nosotros no les hacemos nada, pero no se acerquen para acá”, decían los policías. “Déjennos pasar, no queremos violencia”, gritaban los manifestantes.

Pasaban las horas y de diversas calles aledañas a la Universidad Central se sumaban grupos de indígenas a la protesta sobre la avenida Patria. Unos traían parlantes en los que sonaba música tradicional, mientras que otros tocaban en vivo melodías de celebraciones de sus comunidades.

Si bien la marcha era en mayoría con participación indígena, a esta se sumaban jóvenes de la ciudad, algunos venezolanos a los que su hablar los delataba y otras personas que evidentemente no estaban apoyando la protesta, sino más bien aprovechándose para pedir dinero a cambio de no dañar carros, pinchar llantas o afectar motocicletas.

Ya era casi el mediodía, era la hora del almuerzo y en el camino hacia la Universidad Central desde camiones se entregaban plátanos con pan a los marchantes, otras camionetas ofrecían gratis aguas de hierbas para el cansancio e incluso desde otros vehículos se entregaban platos con alimentos más elaborados.

La Plaza Indoamérica, en la parte frontal de la UCE, estaba llena de indígenas sentados en el piso y camiones subidos en las veredas, cuyos cajones de madera servían de camas generales o de cocinas improvisadas para preparar alimentos. Todo se daba en medio de un grupo de trabajadores de la universidad que reparaban las bardas metálicas que la noche anterior un grupo de manifestantes derribaron para permitir que se ingrese a ese campo universitario.

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Mientras están recostados en el césped, cerca del Paraninfo de la Universidad Central, un grupo de jóvenes habla de lo cansados que están por la mala noche y del dolor de cabeza que tienen por los gases que les lanzaron a su llegada a la capital. Esperan para más tarde sumarse a las protestas, pero primero dicen que tienen que ir a cargar unos productos que les donaron.

En el coliseo de la UCE, en la parte suroccidental del centro universitario, se ha implementado un lugar de acopio en el que se están colocando las cobijas, la ropa, el agua y los productos que están llegando no solo del sector indígena, sino de organizaciones de la ciudad que apoyan el paro.

Junto al espacio de bodegaje de productos también se implementó un wawa wasi (casa de niños) o un espacio seguro para wawas para que jueguen los hijos de los indígenas que están protestando. En la mañana, en ese lugar había al menos diez pequeños jugando sobre una cobija a pintar y colorear dibujos.

Los manifestantes ubicados en las zonas aledañas a los parques El Ejido y El Arbolito, la Asamblea, la CCE, la Fiscalía General, se mantienen en sus posiciones para contrarrestar los embates policiales. Esto pese a que la Policía, mediante un megáfono, les pide a los protestantes que depongan la violencia. Asegura esa voz que les reconocen el derecho a protestar, pero que no permitirán que se afecte al derecho del resto de la ciudadanía o que se intente dañar los bienes públicos y privados. (I)