No es lo mismo contar hechos históricos de forma escueta y fría que revistiendo de humanidad a sus protagonistas. Liliana Febres-Cordero, la tercera de las cuatro hijas del fallecido expresidente y exalcalde de Guayaquil León Febres-Cordero (LFC), dice recordar esas palabras en boca de su papá y justamente por ello es que en su libro León, mi padre ha buscado mostrar el lado más personal del que ha sido considerado como uno de los políticos más polémicos e influyentes del país desde el retorno a la democracia.

A lo largo de sus 352 páginas, en las que además hay fotos, links de videos y documentos, Liliana relata cómo la actividad política del líder del Partido Social Cristiano (PSC) se coló de a poco en la cotidianidad de su familia -cuando ella y sus hermanas María Eugenia, María Fernanda y Mariuxi eran aún unas niñas- trastocándola por completo. La autora intercala sucesos políticos con el impacto que estos tuvieron en sus vidas y cómo reaccionaba su padre, al que califica como un “ser de amor”, en la intimidad de su hogar.

Mariuxi, María Eugenia, María Fernanda y Liliana Febres-Cordero, las cuatro hijas del fallecido presidente León Febres-Cordero. Foto Archivo

Ella tardó un par de años en escribirlo. Se basó en entrevistas y testimonios de sus hermanas, familiares y amigos cercanos de su papá. También de los apuntes que este hacía en sus libretas y documentos oficiales. Lo presentó hace unos pocos días en el Parque Histórico Guayaquil.

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Cuenta, por ejemplo, cómo su padre, que en ese momento era dirigente de las Cámaras de Industrias de Guayaquil, fue encarcelado por la dictadura del general Guillermo Rodríguez Lara a la que no le gustaban sus críticas. Era abril de 1973 y los militares irrumpieron en su casa. María Eugenia Cordovez, su mamá, corrió a la habitación de sus asustadas hijas para calmarlas.

En el libro se dice que los militares ofrecieron dejarlo en libertad a cambio de que no atacara sus políticas ni les hiciera oposición, a lo que él se negó. Recién fue liberado en julio de ese año.

“Fueron días de bastante sufrimiento y pesar. Tiempo después, mi mamá podría bromear y decir que esa prisión en la que mi padre estuvo fue más eficaz que cualquier dieta que hubiera hecho en toda su vida: perdió 20 libras. Y cuando engordaba, bromeaba a mi papá diciéndole: ‘León, ándate unos días preso’. Todos nos reíamos”, relata Liliana.

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También habla de la interpelación que este hizo, desde la Cámara Nacional de Representantes, al entonces ministro de Gobierno de Osvaldo Hurtado, Carlos Feraud Blum, en septiembre de 1981. “Mi papá había recibido información sobre alguna irregularidad en la compra de obsequios a los policías nacionales en las navidades de 1980… Él nunca descartaba la información que recibía, la analizaba y, si tenía sustento, la hacía pública… Denunciaba con papeles en mano, como él mismo decía. Aunque en lo personal el doctor Carlos Feraud Blum no había cometido ningún acto reñido con la ley, debía responder políticamente por sus subalternos”.

La autora cuenta que su mamá les pidió que la acompañaran a seguir la sesión desde su casa. “A ella no le gustaba ver a mi papá en un evento político si no estaba acompañada por alguien a quien pudiera, literalmente, apretarle el brazo y clavarle las uñas en una clara señal de tensión...”.

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El funcionario fue censurado. Pero Liliana señala en su texto que, pese a las diferencias políticas, su padre lo respetaba, pues consideraba que era “un hombre de honestidad incuestionable”.

Ambos coincidieron en la arena política nuevamente, LFC como presidente y Feraud como presidente de la Cámara Nacional de Representantes. Según el texto, cuando este último enfermó y se trasladó a Cuba para un tratamiento médico, Febres-Cordero puso a disposición de su familia un avión del gobierno para que viajara a La Habana y lo trajera de regreso al país.

Una vez concluida esta interpelación, LFC regresó a Guayaquil donde su esposa, sus hijas y sus amigos lo esperaban con una cangrejada. Pero él apenas comió dos cangrejos y algo de ensalada. Se retiró a su habitación y se quedó dormido profundamente.

La campaña y la Presidencia

Ya para ese entonces la política había invadido su casa. Pero empezaron a vivirla con mayor intensidad en la campaña presidencial de 1983 en la que LFC fue candidato del llamado Frente de Reconstrucción Nacional, en el que confluyeron el PSC y otras agrupaciones de centro derecha.

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Febres-Cordero montó su oficina de campaña junto a sus colaboradores más cercanos en el centro de la ciudad. A pocas cuadras estaba la central política que dirigía su esposa, a quien las dirigentes de base que conocía en sus recorridos llamaban “Madrina”. Mientras que la mayor de sus hijas, María Eugenia, era la vocera de las chicas.

De su paso por la Presidencia, de 1984 a 1988, Liliana destaca algunos episodios clave: el secuestro de la base aérea de Taura -a la que ella llama “traición”, “intento de magnicidio” y “cobardía infinita”-, el secuestro y asesinato del banquero y amigo personal Nahim Isaías por parte del grupo insurgente Alfaro Vive Carajo (AVC), el terremoto que tuvo como epicentro la Amazonía y que afectó la economía nacional, los conflictos políticos con el Congreso Nacional, empresarios…

Las jornadas de trabajo de su padre en Quito eran intensas, cuenta la autora. Y llegó un momento en que no le quedaba tiempo para compartir con su esposa. Tampoco con sus hijas o sus nietos. Muchas fueron las veces en que en medio de reuniones familiares recibía llamadas de ministros que les quitaban su atención. Esto fue deteriorando la relación.

La habitación matrimonial se había convertido en una especie de despacho-bodega presidencial, así que Eugenia optó por cambiarse a otra. “Su actitud, comprensible, no dejaba de anunciarnos cuán tensa estaba la cuerda entre la vida política y la familiar. Mi mamá sentía, más que nadie, ese desgarro que mi papá no percibía porque él hacía descansar toda la relación en la certeza del profundo amor que nos tenía”.

León Febres-Cordero llegó a la Presidencia de la República en agosto de 1984.

Hacia el final del mandato de LFC, se cuenta en el libro, Eugenia decidió quedarse a vivir en Quito. Se lo contó a sus hijas, que se entristecieron. Le dijeron que ya el gobierno estaba por terminar, pero ella les replicó que su padre no dejaría de servir a la gente jamás y que buscaría otros espacios para hacerlo.

Un par de días antes, en una reunión privada en la residencia de Carondelet, intercambiaron abrazos. “Ellos, a pesar de todo, se amaban”. Y salieron juntos del Congreso Nacional el 10 de agosto de 1988, luego de que Rodrigo Borja asumiera el poder. El divorcio vino un par de años después. Ambos volvieron a casarse.

Tras dejar la Presidencia, Febres-Cordero se volcó a sus pasiones: la crianza de caballos de paso y de perros. Y nunca dejó el cigarrillo, hasta se enojaba cuando sus hijas le pedían que lo haga. “A papá fumar lo sosegaba, lo acompañaba al amanecer, en el trabajo, en su lectura y en la diversión. Amigo entrañable que de calada en calada le fue robando la salud, la vida. Se consumieron juntos”.

El Alcalde de Guayaquil

Pero Eugenia tuvo razón. LFC fue elegido alcalde en 1992 y se reeligió en 1996. De su primer periodo, su hija destaca cómo logró que la ciudad resurgiera del caos en el que la encontró luego de las administraciones roldosistas; del segundo, la modernidad en la cual la encaminó.

“Él nos decía que había podido aplicar en el Municipio reglas de gestión que le hubiese gustado alcanzar plenamente en la Presidencia de la República, pero que el Congreso impedía negando la aprobación a derogatoria de leyes de modernización y liberalización de nuestra economía”.

En esta época empezaron a agravarse sus problemas de salud. Lo operaron varias veces del corazón, perdió un ojo y le detectaron cáncer de próstata y pulmón. Luego fue elegido diputado en el 2003 y en el 2007.

Y es con el relato de sus últimos días que Liliana cierra su texto. Con la imagen de la habitación de la Clínica Guayaquil, en la que se habían congregado sus familiares y amigos ese 15 de diciembre de 2008. “Estaba sosegado y su piel brillaba. No dejaba de extender la mano para apretar la de los nietos, de su esposa, las nuestras, sus hijas, y las de los amigos. Su rostro denotaba una profunda satisfacción, como si durante su vida hubiera venido atesorando y acumulando hechos y vivencias a las cuales acudir para validar el ejercicio de haber vivido. Había cumplido, sí, claro que sí”.

Algunos episodios

El caso Restrepo

La desaparición de los hermanos Santiago y Andrés Restrepo ocurrió en enero de 1988, a pocos meses del final del mandato de León Febres-Cordero. Foto Archivo.

León Febres-Cordero y su esposa, María Eugenia Cordovez, estuvieron “profundamente conmovidos” con la desaparición de los hermanos Andrés y Santiago Restrepo, en enero de 1988, afirma Liliana en su libro. Ambos salieron de su casa en el vehículo de sus padres hacia la casa de unos amigos, pero no llegaron a su destino.

“La noticia había empezado a crecer de a poco, causando verdadera consternación en mi familia y en el gabinete de mi padre… Mi mamá habló personalmente con la madre de los niños y se dedicó a pedir información y auxilio al ministro de Gobierno, Luis Robles Plaza… Al inicio parecía un secuestro. Mi papá pedía informes y exigía que se aclararan los hechos. Era inadmisible que se esfumaran dos niños y que nadie diera una respuesta certera”, escribe la autora.

Agrega que sobre el hecho surgieron múltiples teorías “horribles y dolorosas” que fueron utilizadas políticamente. Y que fue “injusto” que se dijera que LFC tuvo algún grado de responsabilidad en el hecho, cuando “mis padres pusieron todo su empeño humano y su poder para que la verdad saliera a la luz”, reseña ella.

Los niños nunca aparecieron. Las investigaciones sobre el caso se iniciaron en 1988 y se extendieron hasta 1995. “La justicia determinó que ningún funcionario del gobierno de mi papá tuvo que ver con la desaparición de los niños”, dice.

“El señor (Pedro) Restrepo terminó convertido, penosamente, en un agente electoral de la oposición y un material de guerra para los políticos del país”.

Sobre Jaime Nebot

Jaime Nebot le tomó la posta a León Febres-Cordero en el Municipio de Guayaquil en el 2000. Foto Archivo.

El relato de la vida de León Febres-Cordero no estaría completo sin hablar del que fue su sucesor en el liderazgo del Partido Social Cristiano (PSC), el excandidato presidencial y exalcalde de Guayaquil, Jaime Nebot. Liliana lo menciona muchas veces a lo largo de su libro como un personaje importante en su entorno político y personal.

Así, por ejemplo, cuenta cómo empezó a ser un amigo asiduo en las tertulias políticas en su casa, de cómo se integró al equipo de colaboradores más cercanos de LFC, de cómo fue él –en calidad de gobernador del Guayas- quien le comunicó que el banquero Nahim Isaías había sido secuestrado por la guerrilla del AVC, o los entretelones de sus dos campañas presidenciales.

Pero no hace una referencia específica a los motivos por los cuales, en cierto momento de sus carreras políticas, se distanciaron a causa de discrepancias por la conducción del partido, según han dicho sus excolaboradores. Esto ocurrió ya para los primeros años del 2000.

Nebot relevó a LFC en la Alcaldía de Guayaquil el 10 de agosto de 2000. En la ceremonia de posesión del primero ambos se dieron un fuerte abrazo. Liliana cierra su narración de lo ocurrió ese día así: “Jaime y mi papá tenían sus diferencias, pero ninguna suficiente para opacar una amistad sincera. Discrepaban, sí; tenían una visión distinta de la política en diversos temas. Mi papá era más proclive a tomar riesgos, Jaime -decía él- era más calculador. Lo cierto es que mi padre apreciaba a quienes expresaban sus puntos de vista, a los que contradecían y debatían sus opiniones; más bien apartaba a los aduladores y a los ‘yes, man’, como llamaba a los que decían que sí a todo lo que él proponía”.

Propuesta de dolarización

Meses antes de que el expresidente Jamil Mahuad, a quien el PSC había apoyado electoralmente en 1998, decidiera dolarizar la economía del país -en enero del 2000-, León Febres-Cordero, por ese entonces alcalde de Guayaquil, ya pensaba que debía acogerse ese sistema monetario.

Y así lo expresó en una sesión de aniversario de la Cámara de la Pequeña Industria de Guayaquil, presidida por Joyce de Ginatta, a quien se considera como una de las principales impulsoras de la dolarización. En su discurso, LFC indicó: “He dicho que es momento de imaginación para buscar nuevos caminos; que ha llegado el momento de una estudiada dolarización de nuestra economía como fórmula que nos impida seguir cometiendo el crimen de gastar más de lo que podemos y debemos”.

Según Liliana, su padre creía que la dolarización “era ya una realidad” y que “la ley lo que haría era solo reconocerla”. Y que si la medida se hubiera tomado a tiempo se habría evitado la profundización del descalabro. (I)