Jorge Melguizo se desempeña como consultor, conferencista internacional y profesor universitario.

De 60 años, ha estado vinculado a varios proyectos sociales. Trabajó en la Alcaldía de Medellín durante siete años. Fue secretario de Cultura durante cuatro años, y secretario de Desarrollo Social y Económico, dos años.

En una entrevista con este Diario se refiere a la situación que enfrentó Medellín en una de las épocas más complicadas de esa ciudad, cuando era conocida por un pico de muertes violentas e inseguridad y qué aplicaron para salir de ese entorno inseguro.

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Además da algunas ideas de lo que podría hacer Ecuador frente a la ola criminal que se ha tomado algunos barrios de algunas ciudades.

¿Qué es lo que hizo Medellín para tratar de poner freno a la inseguridad que en este caso se está desbordando en algunas ciudades del Ecuador?

Es una conjunción de varias cosas, de mucho tiempo; esto no se hizo de un día para otro. Los resultados de Medellín hoy son resultados de proyectos sostenidos. Estuvimos en el peor pico de nuestra violencia hace 30 años, 1991.

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Una segunda explicación es no hay una clave. Es la búsqueda de múltiples soluciones para proyectos, para problemas que son complejos. Llevó a que Medellín se convirtiera en un laboratorio de proyectos sociales, educativos, culturales y urbanos en la búsqueda de soluciones para un grave problema de violencia.

Esto no es obra de un alcalde o de un gobernador o de un presidente. Es un proyecto colectivo que implica a los gobiernos de los tres niveles: nacional, departamental y municipal, pero que también implica a todos los sectores de la sociedad.

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Nosotros encontramos otro paradigma: lo contrario a la inseguridad no es la seguridad, sino la convivencia. Y la convivencia se construye básicamente con altas inversiones, sostenidas en el tiempo en proyectos sociales, educativos y culturales.

Medellín fue durante 20 años la ciudad con la mayor tasa de muerte violenta en el mundo. 20 años seguidos. Llegamos a tener una tasa de 382 muertos por cada 100.000 habitantes. Eso en términos reales en 1991 equivalió a 6.700 muertes violentas en un solo año. Te da un promedio de 18,3 muertes violentas cada uno de los días del año. Nuestra tasa de muerte violenta en diciembre del 2021 fue de 14,3.

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¿Cómo lograron esta unidad entre los gobiernos locales y el gobierno central para poder llevar a cabo esos proyectos?

Hace 30 años logramos desde las organizaciones sociales de Medellín, no desde los gobiernos, desde la sociedad civil, pedimos al Gobierno nacional y se logró tener una consejería presidencial. Ejerció como una oficina durante unos siete años. Una oficina para coordinar desde la Presidencia de la República especialmente con la Alcaldía de Medellín y con los gobiernos departamentales, pero basada en el trabajo de alianzas público-privadas comunitarias.

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Una mujer fue la primera consejera. Basó el trabajo de la consejería en una sola palabra: escuchar. Escuchar a los barrios, las víctimas de violencias, a la juventud, que solo salía en los medios de comunicación por asesinos o asesinados.

Escuchar lo que ya pasaba en los barrios. Se reunió con bandas armadas, con milicias de la guerrilla que operaba en la zona urbana, con empresarios, y propiciamos múltiples espacios de diálogo.

Medellín se convirtió en un espacio de diálogo entre personas que nos sentamos a conversar a partir de las diferencias, no a pesar de las diferencias. Empezamos a generar muchísimos programas de visibilización de los barrios. Profundos proyectos de transformación social, educativa, cultural y urbana.

No es un programa de cultura, no es un programa de desarrollo social y económico, sino cómo transforma eso la calidad de vida de un territorio y cómo genera esa acción oportunidades para la población de ese territorio.

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Hay algunas ciudades en el Ecuador en donde el crimen organizado prácticamente se ha tomado algunos barrios, ¿cómo poder con esos grupos que están delinquiendo llegar a algún acuerdo?

Nosotros en Medellín aprendimos tres cosas de los narcotraficantes: uno, a invertir mucho y bien en las soluciones; dos, hay que hacer lo que ellos hacen los narcos, hay que hacer carteles.

Aquí cada uno trabaja, en las soluciones trabajamos dispersos: la alcaldesa de una ciudad no se ve con el gobernador de su departamento, el gobernador no se habla con el presidente, el presidente no se habla con el Congreso, los políticos no se hablan con los empresarios, los empresarios no se hablan con las organizaciones comunitarias, las organizaciones comunitarias no se hablan con las universidades. Es imposible pensar que un cartel funcionara de esa manera.

La tercera clave es que los narcotraficantes cooptan. Lo obligan con las armas o lo convencen con el dinero. Nosotros desde el lado de las soluciones somos pésimos para cooptar. Lo que necesitamos es hacer grandes programas de cooptación de jóvenes en los barrios más violentados, en esos barrios, donde hay mayor presencia de bandas tenemos que poner todos los esfuerzos de la sociedad con los mejores programas para que esos jóvenes encuentren al menos dos opciones: de la delincuencia y de la legalidad, pero no la encuentran.

El crimen organizado trabaja las 24 horas los 7 días de la semana, mientras nuestros alcaldes se van a dormir a las 7 de la noche, a sus casas.

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¿Cuál es el papel que debería tener la Policía?

Hay que fortalecer, hay que formar policías, formarlas en derechos humanos. Hay que formarlas en sentido ético de una sociedad. Hay que hacer también un control social muy fuerte. Si le dejas el problema de la inseguridad solo a la Policía estás entregándole una empresa de lujo.

La sociedad no puede permitir que su Policía sea una Policía corrupta. Por eso es tan importante que la política de seguridad no sea una política centrada solo en policías.

Seguimos teniendo bandas delincuenciales que intentan el control territorial. Si bajas la guardia con los proyectos sociales, educativos, culturales, urbanos los grupos vuelven a aparecer. (I)