El cuerpo de Pablo quedó tendido en la vereda, en una esquina del colegio Sagrado Corazón, en el centro de la ciudad de Esmeraldas. Eran las 15:00 de un jueves cuando dos sujetos en una motocicleta lo interceptaron y lo balearon. Tenía 21 años, no registraba antecedentes penales y se dedicaba junto con otros jóvenes a dar servicio de transporte en su moto, desde el sitio donde fue asesinado.

Como en otros crímenes, la Policía reaccionó ese 10 de febrero comunicando que se trataba de una lucha entre bandas. Pero en aquella ocasión dio un detalle adicional, el nombre de las agrupaciones enfrentadas: Los Gánsters y Los Tiguerones.

Este dato concuerda con un esquema elaborado por la Inteligencia ecuatoriana al que tuvo acceso diario EL UNIVERSO. El documento establece los enfrentamientos y las alianzas entre carteles mexicanos, grupos armados irregulares de Colombia y bandas ecuatorianas, a lo largo de la frontera norte.

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El informe muestra que Los Choneros, Las Águilas y Los Gánsters están asociados al Cartel de Sinaloa, que adquiere la droga principalmente a dos organizaciones colombianas: el Frente Oliver Sinisterra, por el lado de Esmeraldas, y los Comandos de la Frontera, por Sucumbíos.

Según ese gráfico, este grupo está en disputa con otro liderado por el Cartel Jalisco Nueva Generación, que tiene como aliados en Ecuador a Los Lobos, Los Tiguerones y Los Chone Killers, y que se abastece de la droga de la Columna Móvil Urías Rondón, por el lado esmeraldeño; del Ejército de Liberación Nacional, por Carchi; y del grupo Carolina Ramírez, por Sucumbíos.

Un agente de Inteligencia explicó a este Diario las dinámicas de estas alianzas y rivalidades. Indicó que ambos carteles mexicanos se enfrentan por asegurarse la provisión de la droga colombiana y dominar las rutas dentro del territorio ecuatoriano para sacar la mercancía por mar y por aire.

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“Las bandas ecuatorianas son el frente de acopio y transporte. Reciben el pago en efectivo, armas y droga (…). Cuando reciben droga, empiezan a zonificar el territorio, los barrios en las ciudades, para el expendio. Ahí empiezan las disputas entre bandas y el incremento de las muertes violentas”, afirmó el agente.

Este enfrentamiento ha escalado en Esmeraldas y Sucumbíos este año. En los últimos 12 años no se habían registrado tantos asesinatos en esas provincias como en los dos primeros meses de 2022, según las estadísticas de la Policía Nacional. Ambas tienen la mayor tasa de muertes violentas de este año, de acuerdo con un análisis realizado por EL UNIVERSO a las cifras oficiales.

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Esmeraldas y Sucumbíos registraron 10 muertes por cada 100.000 habitantes. Superaron a Guayas y Los Ríos, donde esa tasa llegó a 6 muertes; y a El Oro, donde llegó a 5.

Para Luis Córdova, académico investigador de inseguridad de la Universidad Central del Ecuador, las muertes violentas no son el único ni el principal indicador de la actividad criminal. Hay otros, más difíciles de medir, como las extorsiones, la comercialización de cosas robadas o el contrabando.

Sus estudios muestran que al menos en cuatro ciudades las bandas criminales han logrado imponer sus leyes no solo a sus miembros, sino a los ciudadanos: Durán, en Guayas; Zaruma, en El Oro; San Lorenzo, en Esmeraldas; y Lago Agrio, en Sucumbíos.

“En Lago Agrio existe un régimen local de gobernanza criminal evidente que ha logrado consolidar un sistema de silencio entre toda la población, a pesar de que existen estas dosis de muertes y de asesinatos, y lo mismo yo diría del caso de San Lorenzo”, concluyó.

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La guerra de bandas en Esmeraldas

La Inteligencia ecuatoriana ha establecido que en la frontera norte de Esmeraldas, en el lado colombiano, operan cuatro grupos armados: Los Contadores, el Bloque Alfonso Cano, el Frente Oliver Sinisterra y la Columna Móvil Urías Rondón, que es una compañía del Frente 30 de las FARC, que no se plegó al proceso de paz. Los dos últimos son los más fuertes y por eso tienen mayor rivalidad, explicó el agente de Inteligencia.

“Tenemos información de que un comando del Frente 30 (Urías Rondón) está aquí en Esmeraldas, que son como 30 personas. Y aquí se asocian con Los Tiguerones (…) Comenzaron a decirles a las bandas locales o te unes a nosotros, Los Tiguerones, o te mueres”, afirmó la fuente.

Lo que está en disputa, añadió, es el mercado local de droga, pues a esa provincia llegan microtraficantes de los barrios populares de Guayaquil para abastecerse. “La marihuana y la cripy que fuman en Guayaquil salen de aquí, de Esmeraldas”, manifestó el agente.

La principal rivalidad de Los Tiguerones en Esmeraldas son Los Choneros, cuya base en esa provincia se denomina Los Gánsters, aseguró la fuente. Y a esa lucha acreditó la última escalada de asesinatos.

Esa pelea de bandas explicaría el brutal atentado contra Jean Angulo Becerra, de 40 años, en una gasolinera de Tonsupa (Esmeraldas), el 22 de enero pasado. Una cámara de seguridad registró que cinco tipos se bajaron de una camioneta negra, portando pistolas y metralletas, y acribillaron a la víctima. Antes de escapar, se dieron cuenta de que no estaba muerto y descargaron nuevamente ráfagas en su contra.

Sin embargo, Angulo no murió al instante. Por la manera como los delincuentes usaron las armas, parecería que no tenían entrenamiento militar. Angulo falleció al día siguiente en un hospital.

Él salió de la cárcel en octubre del año pasado. Fue apresado en julio de 2021 en Atacames (Esmeraldas), junto con otros tres sujetos que portaban un arma de fuego. La detención se dio durante un operativo policial que rastreaba a cuatro delincuentes que minutos antes habían robado los $ 7.000 que un señor sacó de un banco de la ciudad de Esmeraldas. Por falta de evidencias, la Fiscalía emitió un dictamen abstentivo y los sospechosos fueron liberados.

Otros crímenes muestran cómo la violencia de la frontera norte ha ganado terreno en Esmeraldas. Diario La Hora informó del asesinato de dos personas que circulaban en una camioneta con placas colombianas en la vía Esmeraldas–Río Verde, el 13 de febrero pasado. Según el reporte, los asesinos iban en otro vehículo y acribillaron a sus víctimas. Dos taxistas también fallecieron en el atentado.

Tres días después, los hermanos Darwin y Judith Jimbo Cando fueron asesinados en Mataje, parroquia fronteriza con Colombia, donde fueron secuestrados los tres periodistas de El Comercio. Aquel día, las autoridades señalaron que las primeras investigaciones apuntaban a que era un ataque al Frente Oliver Sinisterra.

La Policía registró 67 muertes violentas en Esmeraldas entre enero y febrero de este año. EL UNIVERSO recopiló las noticias de 55 de esos crímenes y encontró que la mayoría de estos, 36, fueron al estilo sicariato. Estas víctimas de los sicarios eran adultos jóvenes, con una edad promedio de 28 años. En la lista solo había tres mujeres; el resto eran hombres. Once habían enfrentado procesos penales.

Un asesinato desató una masacre en Sucumbíos

La situación en la frontera es muy diferente en Sucumbíos, apunta el agente de Inteligencia, pues no hay grupos batallando en el lado colombiano, sino el control de una sola organización: los Comandos de la Frontera, compuesto por los disidentes del Frente 48 de las FARC.

En ese escenario, Sucumbíos registró el mayor pico de muertes violentas de al menos los últimos 12 años. En enero, la Policía contabilizó 23 asesinatos. Una cifra muy alta en una población de unos 230.000 habitantes.

Al inicio, las fuerzas de seguridad pensaban que la ola de violencia se debía a la intromisión del Frente Carolina Ramírez, un grupo de las FARC que no plegó al proceso de paz y que desde hace dos años intenta disputarle territorio a los Comandos de la Frontera, contó el agente.

Luego las investigaciones determinaron que fue una ola de venganza por el asesinato de Juan Fernando López Blanco, alias Sospe o Sospechoso, a quien se relaciona con el grupo Comandos de la Frontera. La Fiscalía ecuatoriana registró la muerte de López Blanco el 27 de diciembre del año pasado.

Al parecer, asegura Inteligencia, una persona que trabaja para López Blanco filtró información a un grupo de delincuentes comunes para asaltar la casa que él tenía en General Farfán (parroquia de Lago Agrio, fronteriza con Colombia) y en el robo se produjo la muerte.

“Eso es lo que provocó esos asesinatos en masa (…). Cuando hay la hegemonía de un solo grupo, la venganza consiste en matar con mucha violencia”, expresó la fuente.

Ocho asesinatos se produjeron entre la noche del 16 y la madrugada del 17 de enero pasados. Un grupo de motociclistas se distribuyó por Lago Agrio y cometió esos crímenes. Una persona, que quedó gravemente herida, sobrevivió al ataque.

Algo parecido sucedió la noche del 23 de enero. Asimismo, criminales movilizados en motocicletas acribillaron a cinco personas en diferentes puntos de esa ciudad. Un día antes, el cadáver de un hombre fue encontrado dentro de un ataúd, en la ribera del río San Miguel.

Luego de esta ola de crímenes, en febrero la situación se normalizó en Sucumbíos. La Policía registró una muerte violenta en todo el mes.

El informe de Inteligencia muestra los nexos criminales: Los Choneros con los Comandos de la Frontera y Los Lobos con Carolina Ramírez. Las bandas ecuatorianas se encargan de acopiar y transportar la droga hasta el litoral, y no se meten en la violencia dentro de Sucumbíos.

“Ha habido casos en que sicarios de Guayaquil van a la zona de frontera y no duran un día porque es otra dinámica. Acá mandan milicianos vestidos de civiles o gente del monte”, contó el agente.

Inteligencia ha determinado que los Comandos de la Frontera hasta hace unos meses contaban con el apoyo de La Constru, un grupo paramilitar poderoso que opera en la frontera, que hace poco se pasó al bando contrario, a Carolina Ramírez. El agente advierte: “Tiene mayor entrenamiento militar y más armas y más dinero”. El enfrentamiento entre las organizaciones colombianas en la frontera norte no ha concluido. (I)