Miraban hacia la puerta de ingreso y, de vez en cuando, hacia los costados mientras esperaban en la fila de la caja de una cafetería. Ella se tocaba el cabello a cada rato y con su brazo izquierdo presionaba su cartera contra su cuerpo. Se sentía ansiosa, nerviosa, y veía igual actitud en otros comensales, que observaban a cada rato la puerta, pasadas las 19:00 del martes 25, en Los Ceibos.

María Soledad y Alejandro querían charlar y comer un rato en aquel lugar, como hacían antes de diciembre, pero el miedo por la ola delictiva y violenta en Guayaquil los hizo comprar sus sánduches y bebidas para llevar a casa; pues, pese a que el local tiene cámaras de seguridad y hay ahora un guardia privado en la zona, ellos se sienten inseguros en cualquier lugar de la ciudad.

“Primero, encerrados por el COVID-19; ahora, encerrados por la delincuencia... Por motivos laborales, solía verme con mis clientes y colegas en cafeterías o restaurantes, donde podíamos sacar laptop, agendas y otros materiales de trabajo mientras comíamos algo. Ahora me dicen que todo sea en oficina o inclusive en el hogar, para sentirse más seguros”, cuenta María Soledad.

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Aquel temor a ser víctimas de una bala perdida o de la delincuencia aumentó con el sicariato que se dio en un restaurante del norte, en la av. Constitución o Joaquín Orrantia, diagonal a un centro comercial, la noche del sábado 22 de enero; cuando, pese a la seguridad del sitio, uno de los victimarios ingresó por la fuerza al local, que estaba lleno de comensales, y le disparó al albanés Dashi Ergys, de 34 años, que esperaba su comida sentado junto a un hombre, al final del establecimiento.

El sábado 22 de enero se registró un sicariato en un restaurante del norte de Guayaquil que estaba lleno de comensales. Uno de los criminales le disparó unas ocho veces al albanés Ergys Dashi, mientras el otro disparó unas 20 veces contra el local. El hombre murió en el acto. Foto: Cortesía

Hubo al menos 28 disparos: unos 8 contra el extranjero, que después se supo —por la prensa europea— que era parte de una banda de narcotraficantes, y los 20 restantes contra el establecimiento. Una de las balas impactó en la pierna de una mujer que justo comía cuando empezó la descarga. Al escuchar los tiros, unos comensales se lanzaron al piso, otros corrieron hacia la puerta. La confusión y el terror invadió a los presentes.

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Horas después de aquello, el domingo 23, el restaurante publicó en sus redes sociales que fueron víctimas de la violencia criminal —al igual que otros negocios, locales y centros comerciales—, hecho que se escapaba de sus manos y en un momento crítico que vivía Guayaquil. Por ello cerraron momentáneamente la atención al público. El martes 25 anunciaron que volvían a atender.

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Dashi Ergys, el albanés asesinado en Guayaquil, era parte de una banda de narcotraficantes, según medios europeos

Los restaurantes o negocios de comida se han convertido también en víctimas colaterales de la criminalidad e inseguridad en Guayaquil, además de sus clientes. Hasta las 05:00 del viernes 28 iban 92 muertes violentas en enero de este 2022, versus las 31 del 2021 en la Zona 8 (Guayaquil, Durán y Samborondón).

Asimismo, la Policía registraba 41 robos a unidades económicas (comercios) en la Zona 8 en los primeros 21 días de 2022, frente los 68 del 2021. En diciembre pasado fueron 77. Y en total en 2021 se dieron 704 robos a comercios.

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En 2021, Guayas ocupó el primer lugar en el país, con el 40 % del total, en las denuncias que se asentaron en la Fiscalía por robo a personas, entre enero y noviembre de ese año. Entre las víctimas están aquellos que fueron asaltados afuera o dentro de los comercios. Mientras que Guayas se ubicó segunda, con el 19,7 % del total, en las denuncias por robo a unidades económicas, después de Pichincha, que tuvo el 35,4 %, según los datos más actualizados que tiene Fiscalía.

Dos de los implicados en un robo a una joyería en el centro de Guayaquil, en el 2021. Foto: Cortesía Policía

En estos tiempos, los comensales se alejan por temor a ser blanco del hampa; y aquello, por consiguiente, trae pérdidas económicas para los locales, perjuicio en la imagen y también en el turismo, así como afectaciones psicológicas en empleados y dueños. Son parte de las consecuencias que deja esta ola criminal y delictiva en Guayaquil, donde nadie está a salvo, cuentan propietarios y voceros de gremios.

Nicolás Romero Ordeñana, miembro y representante de la Asociación de Restaurantes del Guayas (Asorest), cuenta que desde que se dio la segunda masacre carcelaria en la Penitenciaría del Litoral, en noviembre del 2021, la afectación en los restaurantes fue inmediata y desde entonces han registrado pérdidas, ya que los clientes dejan de salir por miedo a la inseguridad. Por eso, hay locales que ahora cierran sus puertas más temprano, ya que los comensales no llegan en las noches.

Los restaurantes del centro de Guayaquil han registrado una caída en ventas del 20 % al 25 %, atribuida solo a la inseguridad. En Urdesa sucede algo similar al centro. Y en otros sectores, la caída en ventas por estos hechos está entre el 15 % y el 20 %, detalla Romero.

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Sillas y mesas vacías en restaurantes del centro son parte de las imágenes que se ven en estos días. Comensales y dueños culpan del hecho a la inseguridad, en primer lugar, y a las restricciones por la pandemia del COVID-19. Foto: José Beltrán

A esto le suman las pérdidas en ventas por las restricciones locales por el COVID-19 y su variante ómicron, que les redujo los aforos al 30 % y al 50 % en las primeras semanas de enero y que representó otro 20 % o más de merma.

“Hasta el año pasado, el sicariato se confinaba por lo general en áreas suburbanas, alejadas de los cascos comerciales de la ciudad. Hoy vemos que el sicariato se tomó toda la ciudad y que ocurre afuera de centros comerciales, en pleno centro de la ciudad y a escasas cuadras de la 9 de Octubre (…); en cualquier sitio. Es decir, ya no es cierto que el sicariato no afectaba las áreas comerciales, porque estaba presente en zonas alejadas”, comenta el representante de este gremio.

Francesca Ferrero, dueña de un restaurante y negocio en Guayaquil, coincide con Romero en que se sienten inseguros desde las masacres y acontecimientos en la Penitenciaría del Litoral, pese a las medidas de seguridad que tienen y que siguen implementando.

Las ventas en restaurantes cayeron el 45 % en enero por restricciones e inseguridad, asegura Asociación de Restaurantes del Guayas

“El impacto en nuestra facturación por la inseguridad que se vive en la ciudad ha ido creciendo con el tiempo en lugar de disminuir, y no hay claridad sobre qué medidas se están incrementado para poder resguardar a los comercios y darle a la ciudadanía en general la tranquilidad de que puede tener normalidad en su vida, sin tener algún tipo de violencia, asalto, robo, sicariato”, opina Ferrero.

Cuenta que, en su sector, los vecinos de la calle Guayacanes (en Urdesa), que es un corredor comercial y gastronómico importante, se apoyan también con la comunidad y con guardias comunitarios que cuidan los carros de los clientes. Adicionalmente, están en constante comunicación entre los diferentes establecimientos por si ven alguna actividad sospechosa. Y hasta el momento no han tenido robos en las calles o actos de violencia, como sicariatos, dice.

Algunos establecimientos tienen guardias armados, pero ni aquello sería suficiente, reconoce.

En restaurantes de Urdesa también ha bajado la clientela. Dueños sostienen que la inseguridad en Guayaquil también los ha impactado, pues hace que los ciudadanos eviten salir. A esto le suman las restricciones por la pandemia. Foto: José Beltrán

Marcelo R., dueño de un comedor en Mapasingue oeste, comenta que “lo que saca al día (ganancia)” no le da para contratar a un guardia de seguridad privado, que para él representa el egreso de un sueldo fijo mensual y otras obligaciones sociales y tributarias, además de la paga de sus tres empleados. Cuenta que, en diciembre pasado, dos sujetos armados que andaban en una moto, uno con mascarilla y otro con un casco, les robaron a cinco comensales que estaban en las bancas y mesas exteriores de su negocio.

“Todo fue muy rápido, te sorprenden cuando ellos ya están comiendo o están esperando a que les sirvan. Se les llevaron los celulares y el dinero”, relata. Tras aquello compró dos cámaras de seguridad económicas (menos de $ 25 cada una), que, dice, le permiten ver desde la caja y en su celular algún movimiento extraño y alertar a la Policía Nacional. Pero aquello no intimida a los delincuentes, agrega.

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“Imagínese, yo cobro $ 2,25 el almuerzo (…), vendo unos 50 almuerzos por día (…) y a eso debo sacarle unos $ 1.000 que se me van todos los meses en pagarles a los muchachos (tres empleados), la luz, el agua, el alquiler y las compras diarias que se hacen en el mercado (para preparar los almuerzos)… No alcanza, por más que uno quiera para más (como la contratación de un guardia privado)”, explica Marcelo.

Para dueños de locales de comida formales, grandes, pequeños, populares e incluso para los informales, los delincuentes y sicarios ya no le temen a nada ni les importa vulnerar seguridades y disparar delante de civiles inocentes, incluidos los niños.

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Por eso creen que resulta hasta insuficiente la inversión que hacen para tratar de prevenir un suceso delictivo o para reforzar seguridades tras un ataque de estos, pese a que muchos cuentan con sistemas de vigilancia y guardianía privada.

También se suma la atención psicológica y médica que en unos casos deben recibir empleados y dueños que quedan con traumas, insomnio y nerviosismo tras un acto delictivo o violento.

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Sin contar con la recuperación de la clientela, que toma su tiempo, según los mismos comensales. Es el caso de Victoria M., quien frecuentaba con sus hijos y nietos una cafetería en el sur de Guayaquil, donde en octubre pasado un policía intentó frustrar un robo y hubo un cruce de balas por el que falleció uno de los comensales: un niño.

Los hijos de Victoria ahora optan por comprar para llevar a domicilio. Lo mismo hacen muchos ciudadanos en Guayaquil y en cantones aledaños, que prefieren el servicio de delivery o piden a los establecimientos que les tengan lista la comida para pasar solo retirando.

Guardias privados se ven ahora, y con más frecuencia, en restaurantes ante hechos criminales y violentos que se han suscitado en Guayaquil. El miércoles 26 se vio más seguridad privada en el local donde la noche del 22 de enero se registró el sicariato del albanés Dashi Ergys. Foto: José Beltrán

Restaurantes afectados por la violencia criminal, como el local donde ocurrió el sicariato del sábado 22, también se han valido de redes sociales para motivar a su clientela a volver.

El jueves 27, a propósito del partido de fútbol entre Ecuador y Brasil, este comercio publicó en sus redes sociales una transmisión en vivo, efectuada por un actor y artista local, donde se exponía lo que tenían preparado para ese día y se veía también la presencia de un guardia privado armado en el interior del establecimiento, además de las seguridades exteriores. Al ingreso del restaurante también se vio a un guardia de seguridad, el miércoles 26.

En otros lugares de Guayaquil, los negocios de comida y restaurantes que tienen también bancas y sillas en los exteriores pasan ahora con pocos comensales, a diferencia de los primeros meses y mediados del 2021, cuando esta opción era una de las preferidas por los comensales ante la pandemia del COVID-19. Así se observó en un recorrido que hizo este Diario por algunos sectores. (I)