La primera consulta al pueblo se realizó en Ecuador en 1869, cuando Gabriel García Moreno sometió a referéndum el texto constitucional conocido en la historia como la Carta Negra, en el que ganó ampliamente el Sí, con lo cual se aceptaba, entre otros aspectos, la reelección inmediata y que el presidente pudiera designar a los jueces.

En 1978, después de un largo periodo dictatorial, el triunvirato militar consultó si queríamos una Constitución reformada o una nueva, ganó lo segundo. En la siguiente consulta convocada por Febres-Cordero en 1986, la pregunta fue si se quería que los independientes, es decir, no afiliados a partidos políticos sean elegidos para desempeñar cargos públicos. Ganó el No. En 1994, Sixto Durán-Ballén consultó lo mismo y, esta vez, el pueblo dijo que Sí. Sin embargo, cuando en 1995 el mismo presidente planteó preguntas de gran interés ciudadano, el pueblo dijo que No.

En 1997, la consulta convocada por Fabián Alarcón buscaba legitimar su presencia en el cargo y, entre otros puntos, si se quería una reforma constitucional; ganó el Sí y como consecuencia se eligió a los constituyentes, quienes redactaron el texto que fue expedido en 1998.

En el 2006, Alfredo Palacio convocó a la ciudadanía a responder tres preguntas: sobre el plan decenal de educación, el seguro social universal de salud y el uso de los excedentes petroleros para inversión social y reactivación productiva. En las tres la respuesta fue afirmativa.

En el 2007, Rafael Correa consultó sobre la necesidad de una Asamblea Constituyente para que redacte una nueva Constitución. El pueblo dijo que Sí y la Constituyente trabajó ocho meses en Montecristi para redactar la nueva Carta Magna, que se aprobó en el 2008. En el 2011, Correa consultó otra vez al pueblo, sobre varios aspectos, desde la tipificación como delito de los patronos que no afilian a sus empleados al Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social, hasta la prohibición de espectáculos públicos en los que se sacrifiquen animales, pasando por la prohibición a dueños de bancos y de medios de comunicación de invertir en otros negocios. Ganó el Sí en las nueve preguntas de carácter nacional y en la relacionada con los espectáculos públicos, en el 57% de los cantones ganó el Sí y en el 42%, el No.

Esta apretada síntesis busca invitarlos a hacer el ejercicio de ubicar en el contexto político cada una de las consultas, y es probable que concluyan, como yo, que los resultados no siempre respondían a la pregunta sino al concepto que los votantes tenían del convocante y a la imagen del gobierno en el momento de la convocatoria.

Otro ejercicio interesante es considerar qué pasó con cada uno de los aspectos aprobados por el pueblo. ¿Cuánto tiempo tuvieron de vigencia? Y sobre todo, si podemos afirmar que siempre fueron respetados por las autoridades y por los ciudadanos.

Mañana tendremos, una vez más, la oportunidad de expresar nuestro criterio sobre aspectos relevantes de la vida colectiva. Pero el compromiso no termina allí, empieza al día siguiente, porque lo que allí se apruebe se convertirá en norma para nuestro convivir, y ¿para qué sirven las consultas si vamos a vivir ignorando sus resultados y tratando de acomodar las normas a nuestra conveniencia? (O)