¿No siente a veces desesperanza y el deseo de que otro mundo sea posible? Ocurre cuando miramos la realidad, sin barreras, sin prejuicios, sin corazas. Violencia, droga, sicariato, secuestros, muertes en las carreteras, desnutrición infantil, desempleo, bachilleres sin trabajo y sin matrícula universitaria, problemas de salud no atendidos, corrupción, abusos a menores, pornografía, alcoholismo, destrucción de la naturaleza, pobreza, injusticia. ¿Para qué seguir?

Pero hay que saber mirar, esa no es toda la realidad. Hay mucha gente y muchos actos de solidaridad, hay gente honesta a riesgo de no encajar en el entorno, hay gente creativa, trabajadora, hay personas que se dedican a ayudar a los jóvenes en situación de riesgo a construir una vida útil, hay hombres y mujeres trabajando por la paz y la justicia, hay miles de mujeres ofreciendo su trabajo voluntario en hospitales, parroquias, organizaciones no gubernamentales, hay profesionales capaces y responsables y funcionarios que entienden su misión de servicio, hay eso y mucho más. Pero algo falta, no es suficiente.

En este punto de mi reflexión recordé un libro de José Ignacio González Faus cuyo título es Otro mundo es posible… desde Jesús. El autor aclara que el título no es original, que había sido eslogan de movimientos altermundistas y que hubo un famoso libro de Susan George con el título de Otro mundo es posible si…

En la introducción de su libro, González Faus señala que la realidad, el “fenómeno” que tenemos ante nosotros se caracteriza por tres rasgos sobresalientes: el desastre, el ansia de cambio y la negativa a ese cambio “camuflada de mil pseudorrazones (de progreso, de imposibilidad, de que ya vamos en camino hacia él…)”.

Y este es el tema, es fácil constatar lo primero y lamentarnos de que el mundo es un desastre, es fácil desear que sea diferente, pero no nos resulta fácil trabajar por el cambio, quizás porque ese cambio tendría que empezar en nosotros mismos, mirar la realidad de afuera y mirar la realidad de adentro, descubrir lo que debemos cambiar, mantener lo que debemos conservar e iniciar el cambio, pero no basta, solo lograremos ese otro mundo posible si como dice el autor mencionado “lo queremos entre todos mayoritaria y prioritariamente”.

Es necesario recordar que somos seres sociales y que aunque a veces creemos que el mundo se agota en mi yo, somos seres para vivir en compañía y que todo lo que hacemos o dejamos de hacer afecta a otros. Por eso, si queremos que otro mundo sea posible, es importante compartir no solo el anhelo sino la necesidad de comenzar a construirlo en común y actuar en consecuencia.

Como el título del libro al que me refiero lo anuncia, el autor plantea la tarea a partir del mensaje de Jesús, y como podría pensarse entonces que el libro es solo para cristianos y el quehacer también, nos recuerda que “hay otros muchos hombres y mujeres en quienes no ha muerto aún esa capacidad de querer bien, que es lo que nos hace más humanos y lo que más ha deteriorado nuestro mundo cuando la hemos ido perdiendo.”

¿Usted, amigo lector, quiere que otro mundo sea posible? (O)