En El Comercio, bajo el título “¿Cuándo se jodió Quito?”, Fernando Carrión escribió: “El éxito del proyecto de Quito se esfumó y hoy vive una de las épocas más obscuras de su historia… Guayaquil tiene un proyecto de ciudad y Quito se encuentra a la deriva”. La desazón y nostalgia de este y otros articulistas quiteños son notorias, y ahora se exacerban al ver que Quito eligió de alcalde a quien, frente a las discrepancias entre Lenín y Correa, dijo sentirse como niño de padres que se divorcian y que no sabía si quedarse con papá o mamá (sic).

Aquí ensayo una explicación de cuándo se jodió Quito. Pero antes debo aclarar que Quito luce muy bien: nivel económico y académico excelente (2,3 veces más depósitos per cápita y 3 veces más Ph. D. per cápita que cualquier otra ciudad del país), único lugar donde venden Maseratis, concentra empleo y dinero público convertido en restaurantes exóticos y edificaciones deslumbrantes, respecto de los cuales monseñor Luna Tobar alguna vez me dijo: “Y uno se pregunta de dónde viene el dinero para todas esas cosas”. Esa reflexión sugiere ya la explicación del fondo del asunto: en Quito hay oro, pero ¿qué hay debajo?

En las ciencias sociales las teorías no se verifican, como en la física, sino que, por ser heurísticas, miden su eficacia en la cantidad de significados que explican. Mi teoría de cuándo se jodió Quito se basa en el rol que jugó como sede de la Real Audiencia (1563-1822). En 1492, España era nada, el 2 de enero se liberó de los árabes y en octubre ya descubrió América. Por años España vivió de saquear el oro y las riquezas agrícolas de América y acumuló un patrimonio que hasta hoy le significa visitas turísticas de todo el mundo. Pero el PIB de España no fue como el de Inglaterra, que llegó a potencia mundial gracias a la revolución industrial, no, el PIB español se hizo a punta de la riqueza ajena. El Soberano daba permisos de explotación de las tierras dominadas y estableció una cadena de extracción económica administrada por virreinatos y audiencias. La de Quito hacía eso: tramitar la extracción, con todas las ventajas que implicaba administrarla. La Real Audiencia duró 259 años, aproximadamente 8 generaciones perfeccionando el oficio. Como capital republicana, Quito lleva apenas 188 años, algo menos de 6 generaciones que heredaron esa tradición.

Al igual que la vieja España, el patrimonio de Quito no se origina principalmente en la producción. Quito gira de la cuenta única que extrae riquezas de las provincias. En esta columna, y antes, hemos dado miles de cifras que cuantifican esa extracción. En 2019 el Presupuesto General del Estado (PGE) es de 31,3 MM (miles de millones), 20 veces el PGE del 2000, de los cuales 9,5 MM son sueldos. Correa creó 40.000 empleos públicos por año, todo un ejército de pezones nuevos en la ubre estatal, y gran parte de ellos en Quito. Sus estómagos agradecieron en la reciente votación.

Pero a quien no le cuesta el dinero, lo derrocha. Por eso el municipio de Quito está quebrado: más de 20.000 empleados y un Metro (a precios de Odebrecht) que recibió 750 millones de dólares del Estado, violando el artículo 273 que prohíbe las asignaciones discrecionales. Antes ya pagamos millones para el Trole, subvención a buses y taxis; ahora quieren una extracción adicional para tener un pasaje barato en el Metro. Yunda ha pedido la colaboración de F. Carrión, pero en su artículo él no imagina otra salida que su añorada “capitalidad”, bonita palabra para designar el desangre de las provincias. En resumen, dicen admirar al Guayaquil de ahora, la ciudad del celeste y blanco; pero quieren celeste sin que les cueste. No, así no se ayuda a Quito.

Ya envenenaron la economía del país pasándonos la cuenta de sus presupuestos. Aun así, dicen que Quito se jodió. ¿Quieren que nos jodamos todos? No, señor, llegó la hora del destete. El goce sin responsabilidad genera muerte para todos. Quien desea el buen vivir que trabaje para conseguirlo. Es hora de pensar en un Estado Federal. (O)

El PIB de España no fue como el de Inglaterra, que llegó a potencia mundial gracias a la revolución industrial, no, el PIB español se hizo a punta de la riqueza ajena.