Feminismo, despenalización del aborto por violación, familia, hijos, corrupción del gobierno de turno y de los anteriores, inoperancia en la Asamblea, acciones, abstenciones o negaciones de los asambleístas, divorcio, mala señalización en las vías, diferentes estilos para uñas, mascotas perdidas, dietas exitosas, canciones del recuerdo, fotos en gimnasios y frases motivacionales o religiosas, junto a alguna foto sugestiva, son parte de la cotidianidad en Twitter. Lo inquietante es que cualquiera de estos temas puede generar una ola de respuestas que van desde lo risible hasta agresión pura. No hay filtro, respeto ni empatía.

¿Qué pasó? ¿En qué momento convertimos las redes “sociales” en un bosque hostil lleno de trolls y guerreros digitales dedicados en atacar de oficio? ¿Dónde quedó el debate de las ideas? Ahora, reina la hipersensibilidad que degenera en virulentos ataques que pueden alargarse durante varios días, además, muchos aprovechan estas situaciones para descargar rabia, complejo o frustración, y es realmente impresionante el alto nivel de violencia verbal que se puede leer.

En consecuencia, la libertad para escribir se encuentra un poco fracturada cuando tememos de la repercusión que pueden tener nuestros trinos digitales, ya que hasta un tema baladí puede ser disparador de furia colectiva. A veces, suele ocurrir que durante las dilapidaciones virtuales, se suman cuentas solo para insultar, imagino que es una forma de catarsis. También, es necesario reconocer que vivimos tiempos violentos, donde violaciones, robos, asaltos, corrupción y asesinatos nos tienen en constante actitud defensiva, pero no podemos permitir que esto nos transforme en agresores virtuales.

En contraste, es oportuno reconocer que gracias a las redes sociales se ha conseguido que autoridades presten atención a temas que en otras circunstancias hubieran quedado en el olvido. Por consiguiente, participar de las redes es bueno, pero es necesario respetar ciertas normas básicas, como recordar que podemos encontrar información valiosa y noticias falsas, así que debemos tener la precaución de contrastar antes de replicar, pero sobre todo, no juguemos a ser jueces de la moral ajena.

Por tanto, rescato las cuentas que traen noticias interesantes de toda índole, aquellas que no imponen un pensamiento ni entran en burdas competencias pueriles, porque para exponer una idea no son necesarios el insulto ni el ataque a la honra.

Tengamos presente que Twitter es el reflejo de nosotros como sociedad. ¿Queremos un cambio? Empecemos por dejar de sentirnos atacados o tomar “bandos” en peleas que no son nuestras. Recordemos que lo importante sucede en la vida real. Restemos atención a las aplicaciones del celular y empecemos a compartir tiempo con la gente que nos ama. Regresemos nuestra mirada a los libros. Las palabras siempre serán un puente, pero es necesario tomar la decisión de escuchar antes de hablar y descartar la discusión como deporte. No es necesario que todos pensemos igual, pero es imperativo que empecemos a respetarnos.

Finalmente, en lugar de dejarnos arrastrar por la vorágine de agresiones tuiteras, tratemos de ser agentes de cambio positivo. Rescato la frase de Platón “Sé amable, pues cada persona que te cruzas está librando su ardua batalla”. Tener respeto hacia los demás y ser amable es posible. (O)