Dice la sabiduría popular que después de la tormenta viene la calma. Esta vez no será así. La crisis sanitaria causada por el COVID-19, tan trágica y terrible como es, es el preludio a una segunda crisis, esta vez de índole económica, a menos que se tomen las medidas necesarias para evitarla.

La situación económica creada por la actual pandemia no tiene precedentes. Por regla general, las crisis económicas tienen su génesis en una violenta baja de la demanda en una economía, cosa que hoy ocurre a nivel mundial. En ese sentido, un análisis superficial podría llevarnos a la errada conclusión de que estamos ante una crisis ordinaria. Sin embargo, un análisis un poco más cuidadoso nos lleva a una conclusión distinta. Lo que hace a esta crisis diferente a las demás consiste en que dicha disminución en la demanda ocurrió independientemente de cualquier cambio en la realidad económica subyacente. En efecto, la actividad económica ha cesado por mandato legal, no porque los productores hayan quebrado o los consumidores dejado de consumir. El cese de la actividad económica en este caso ha ocurrido porque la economía, por así decirlo, ha sido colocada en un congelador a la espera de que pase la pandemia.

Este análisis nos lleva a la positiva conclusión de que, en teoría, una vez que cese la cuarentena, la economía mundial debería regresar a su estado anterior. Sin embargo, en la práctica, la realidad podría ser muy diferente ya que mientras que la actividad está suspendida por el COVID-19, esto no ocurre respecto a las obligaciones de las empresas y personas. A pesar de que las empresas están detenidas, estas todavía tienen que responder a sus acreedores y trabajadores, cosa que causará que muchas quiebren antes del final de la crisis. De modo paralelo, el hecho de que los individuos no puedan salir de sus casas no significa que sus deudas desaparezcan. Estos factores conjuntos significan que a pesar de que la economía está puesta en pausa, la capacidad productiva de las empresas y la de consumo por parte de los individuos peligra, cosa que haría que la economía se estanque en vez de rebotar en el momento que se reanuden las actividades. Por continuar con nuestra metáfora: la economía ha sido colocada en un congelador pero no ha sido congelada del todo, por lo que corremos el riesgo de que se descomponga si no se hace nada al respecto.

¿Cuáles serían las políticas concretas que deberían adoptar los gobiernos a la luz del análisis precedente? En primer lugar, crear mecanismos legales que permitan colocar las obligaciones de las empresas e individuos hacia sus acreedores en suspenso y se facilite su renegociación. En la misma línea, crear legislación urgente en materia de quiebras que otorgue protección adicional a las empresas en contra de sus acreedores. Por otro lado, crear mecanismos financieros que permitan aliviar el peso de las obligaciones privadas, como la iniciativa tomada por el Gobierno suizo, el cual está otogando préstamos sin interés a las empresas para que sigan pagando a sus empleados durante la crisis. (O)