Ocho años no son suficientes. No, por todos los abusos, las persecuciones, la insufrible prepotencia del dictadorzuelo y su pandilla de atracadores. No nos devolverán una década de intimidación, de burlas, de incitación al odio y detestables sabatinas. No son suficientes, por despilfarrar la bonanza petrolera más grande de nuestra historia y hacernos perder la oportunidad de sentar las bases de una economía próspera, una que nos pudo haber encaminado hacia la senda del desarrollo. No cambian el hecho de que nos dejaron en la ruina, atando a nuestros cuellos una deuda que nos estrangulará por décadas y nos dejará anclados al subdesarrollo del que pudimos escapar. Vendieron nuestro futuro a cambio de un plato de lentejas. No son suficientes por el irreparable daño que causaron a nuestras instituciones, ni la forma en que masificaron e institucionalizaron la corrupción. Tampoco nos compensan por el despiadado saqueo a nuestra seguridad social, ni por el lamentable estado en el que dejaron nuestro sistema de salud. Ahora que enfrentamos una de las crisis sanitarias más graves de nuestra historia, vemos los resultados. No nos compensan por todas las mentiras, por todos los escándalos, por todos los periodistas perseguidos, por todos los jueces designados a dedo, ni todos los robos y sobreprecios. Fuimos gobernados por delincuentes. Ladrones, que no tuvieron reparo en usar al Estado para acosar, perseguir e intimidar. Ocho años no son suficientes.

La sentencia dictada este martes 7 de abril marca un hito en la historia de nuestra justicia. Demuestra lo equivocados que estaban aquellos que se creían dueños de nuestro país y de nuestro futuro, aquellos que pensaron que nos gobernarían por siempre y que podían robarnos y perseguirnos con impunidad. El Ecuador ha contraído una deuda histórica con los jueces que la han dictado, así como con la fiscal Diana Salazar. La valentía de estos individuos le han devuelto credibilidad a nuestro sistema de justicia y dignidad a nuestro pueblo. Gracias a ellos, el Ecuador podrá empezar a sanar. Pero esta sentencia está lejos de ser el final. Esto debe ser solo el principio.

La podredumbre del legado correísta recién ha empezado a ser desenmascarada. Hay todavía demasiados robos, demasiadas injusticias, demasiados abusos que están impunes. El Ecuador necesita una sentencia por cada sobreprecio, cada encarcelamiento injusto y cada mentira. Una sentencia por cada abuso de poder cometido por Rafael Correa y su pandilla de delincuentes. Las sentencias no nos devolverán la década perdida, pero sí la dignidad de saber que no somos un pueblo tan sumiso ni tan estúpido como para dejar sin castigo a quienes abusaron de nosotros por diez años.

Tampoco nos olvidemos de tantos otros traidores que participaron y se lucraron de la década más corrupta de nuestra historia. Los conocemos bastante bien. Se pavonean envueltos en ropas finas por nuestras calles, habitando mansiones en Samborondón y Cumbayá y pasando sus vacaciones en cómodos apartamentos en Miami. Ellos fueron cómplices de la ruina de nuestro país. Ellos también se robaron nuestro futuro. No olvidemos sus caras ni sus nombres. La justicia también les llegará a ellos.

(O)