El COVID-19 encontró a Ecuador sobrendeudado y sin recursos para hacer frente a la epidemia y a los problemas conexos sumados por el aislamiento –bajo precio del petróleo, estancamiento de la producción y el casi inexistente comercio–. Y, para colmo, se rompe el oleoducto.

En tales circunstancias, atender la crisis sanitaria, asistir a la población vulnerable que no tiene ingresos y evitar que pierdan el empleo quienes aún lo conservan es una tarea enorme, para la cual el Ejecutivo llama a la unidad nacional y apela a la solidaridad de todos los ecuatorianos.

Con el plan presentado el viernes se busca resistir la epidemia, garantizando el acceso a los recursos y medios de vida en una primera instancia. Seguidamente se hará la reactivación, ayudando a las empresas a recuperar los trabajos. Y en una tercera fase, de recuperación, se harán cambios estructurales en la economía. Se ha reorganizado el destino de crédito y se conseguirán otros, pero se requiere la contribución solidaria entre ecuatorianos durante nueve meses, de empleados privados, servidores públicos y de las empresas.

No debería haber excusa para que líderes políticos, asambleístas y la ciudadanía respondan al llamado de unidad y solidaridad. (O)