En noviembre del 2019 un nuevo coronavirus humano apareció en Wuhan, China. No fue producido en un laboratorio: hizo el salto de un animal a los humanos (probablemente de un murciélago, probablemente en un mercado donde había mariscos y animales salvajes en medio de fuentes de agua).

El nuevo coronavirus, bautizado SARS-CoV-2 por la Organización Mundial de la Salud, comenzó a reproducirse rápidamente entre los humanos, al tener una elevada tasa de contagio. También causa un síndrome respiratorio agudo grave, como el SARS original (que apareció en noviembre 2002 en Foshan, China). La tasa de mortalidad, pese a ser unas 20 veces mayor que la de la influenza estacional (2 % frente a 0,1 %), es menor que la del SARS original, MERS o ébola.

La rápida tasa de contagio, combinada con una mortalidad alta pero no muy alta, hace que esta pandemia se asemeje a la de la “gripe española” de 1918-20. En aquel entonces, la influenza contagió a un tercio de la humanidad en dos años, y se estima que murieron 50 millones de personas (2,7 % de la población mundial).

Dada la similitud de la tasa de contagio y de mortalidad, los epidemiólogos advirtieron desde enero que el nuevo coronavirus, que causa la enfermedad COVID-19, podría infectar hasta el 80 % de la humanidad, y de los infectados podría morir el 2 %, es decir, 123 millones de personas (en Ecuador, 272.000 personas).

Esto se produciría si no se tomasen medidas de control, tales como imponer el aislamiento de los contagiados, restringir el movimiento de las personas, usar mascarillas y guantes, etc. El problema se agrava es si el contagio es súbito, dado que rebasaría la capacidad de las unidades de cuidados intensivos y de respiradores artificiales, que requieren cerca del 5 % de los casos. En el país había, según el INEC, 1183 camas de cuidados intensivos (un 72 % en Quito, Guayaquil y Cuenca), y 1745 respiradores artificiales. De contagiarse al mismo tiempo el 10 % de la población, se requerirían unas 85 000 camas y respiradores. Ya Guayaquil ha visto sus hospitales y funerarias sobrepasados.

Las estadísticas oficiales de casos confirmados y defunciones son un subregistro de los casos, porque reflejan el número de pruebas realizadas (15 526 hasta el 8 de abril). En el mes de marzo, hubo en Guayas (excepto Milagro) 1371 más muertes que el promedio de enero y febrero (en otras provincias se redujo el número de fallecimientos, quizás por una reducción de accidentes y homicidios). Mientras que no todas las muertes adicionales se pueden atribuir al COVID-19, es probable que al menos 1000 correspondan a la enfermedad (más del doble que la cifra oficial de muertes confirmadas y probables, 482 al 8 de abril). Pero además significa que el número real de contagios en el Ecuador ya debe andar por 50000 (considerando la tasa de fatalidad de 2 %).

Es imprescindible mantener y reforzar las medidas de distanciamiento social, dotar a la población de mascarillas, y proveer al personal de salud de equipo de protección profesional. Urge aumentar el número de camas de cuidados intensivos y respiradores.

Las restricciones tendrán un impacto económico severo. A la caída del precio del petróleo y otros productos de exportación, se suma la paralización de sectores de la economía doméstica, incluyendo restaurantes, hoteles, turismo, entretenimiento y transporte; un shock simultáneo de oferta y demanda.

Es probable que el colapso económico sea más severo que la crisis financiera mundial del 2008; el PIB mundial podría caer entre 3 y 6 %, y el del Ecuador en 10 % o más. El desempleo a nivel mundial podría exceder dos dígitos; en Ecuador el empleo adecuado, que era apenas 40 % del total, se reducirá. Algunos economistas hemos propuesto medidas para paliar la emergencia humanitaria (muchas familias han perdido sus ingresos); evitar quiebras masivas de micro y pequeñas empresas; y reactivar la producción de manera progresiva. Hay iniciativas públicas y privadas para paliar la crisis.

La pandemia continuará hasta que haya una vacuna efectiva (al menos 12 meses), o hasta que se haya contagiado la mayoría de la población. Lo que vendrá después será un “nuevo normal”. Tendrá cada vez más peso el teletrabajo, la educación a distancia y las teleconferencias. El turismo internacional no se recuperará a corto plazo. Todo ello reducirá la demanda de combustibles.

Los sectores que se fortalecerán serán el e-comercio, los sistemas de videoconferencia, la educación a distancia, las finanzas digitales, la manufactura 3D. Lo único bueno que saldrá será una reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, lo cual hará más lento el cambio climático y reducirá las muertes por contaminación atmosférica. (O)

Las estadísticas oficiales de casos confirmados y defunciones son un subregistro de los casos, porque reflejan el número de pruebas realizadas.