No fue necesario acudir a los juristas Loewenstein o Duverger para descubrir qué es un sistema de gobierno. Resta abrir Google, poner “sistemas de gobierno” y se encontrarán doscientos noventa y nueve millones de resultados que ayudarán a entender con algún nivel de certeza de qué se trata esto. Y traigo a colación este tema ya que hace pocos días leía a un editorialista de otro medio impreso, que no podía creer que los ecuatorianos seamos tan retorcidos de seguir creyendo que el sistema de gobierno que impera en Guayaquil es un modelo (sistema) exitoso.

Vamos en orden. Hoy se distinguen sin mayor contradicción tres grandes sistemas de gobierno: los totalitarios, los autoritarios y los democráticos, manifestados estos últimos en formas de gobierno parlamentario y presidencialista, con múltiples figuras mixtas en cada uno de ellos. No considero que sea necesario dedicarle mayor explicación al hecho de que el Ecuador es un sistema de gobierno democrático en forma de República presidencialista (art. 1 de la CPE).

Ahora bien, ¿cómo puede sostenerse entonces que Guayaquil tiene un sistema de gobierno local diferente al nacional, si ni aun en los Estados federales se permite a un estado federado tener un sistema de gobierno diferente al del Gobierno nacional?

Aclarado este dislate, considero justo destacar que la actual administración municipal ha hecho funcionar extraordinariamente bien en esta pandemia los servicios públicos de su competencia: agua potable, alcantarillado, recolección de residuos, relleno sanitario, mercados municipales, transporte y tránsito. Y si hay servicios que han fallado escandalosamente, han sido los de salud pública en todas sus formas (MSP e IESS) y el manejo de desastres naturales (recolección de cadáveres, ocultamiento del número de fallecidos, carencia de medicinas y equipamientos en los hospitales públicos, abandono de atención en el 911, etc.)

Para finalizar este análisis se torna necesario dilucidar si el modelo de administración de la ciudad (que no tiene nada que ver con sistemas de gobierno) ha hecho algo para acabar con la exclusión social y la miseria en Guayaquil, esto es, si se ha mejorado la calidad de vida de sus habitantes. Y resta meterse en la página web del INEC para encontrar que la pobreza extrema en Guayaquil ha bajado del 6,5 % en el año 2006 al 1,4 % en el 2019 y que la pobreza en Guayaquil ha pasado del 24,1 % en el 2006 al 11,2 % en el 2019.

Considero que cuando se da una opinión es obligatorio investigar y estudiar. Al efecto, solo leyendo la Constitución sabremos que la salud pública y el manejo de desastres naturales son competencias exclusivas del gobierno central y que las estadísticas oficiales dicen una cosa y las del sectarismo, otra.

Hoy sin duda todos nuestros esfuerzos deben estar destinados a vencer al COVID-19 aún y a pesar del centralismo mentiroso e inepto que nos ha gobernado estos últimos años. Pero luego de conseguida la victoria, los guayaquileños deberemos librar inmediatamente otra batalla en este caso emancipadora: obtener de forma democrática y en las urnas que el Ecuador se convierta en un Estado federal. (O)