Los primeros indicios formales del teletrabajo aparecieron con la llegada de la globalización. Este proceso dinámico introdujo una transformación social de los procesos productivos, incluyendo la fusión de actividades desde distintos lugares del mundo, en donde la mano de obra posee un coste rentable para las empresas. Con esto, las aristas económicas, políticas y culturales han sufrido una trasformación a escala mundial, marcadas por la interdependencia entre los países pero a la vez unidas por sus mercados. El carente desarrollo de la empresa privada del país, en donde básicamente se exporta materia prima sin un valor agregado de producción, junto con el crecimiento desmedido del aparato estatal mediante las EP no han permitido que este concepto o modalidad de trabajo se instaure en el país, acostumbrándonos a estar en el lugar de trabajo por ocho horas, aun cuando las tareas que debemos realizar no ameritan ese tiempo.

La productividad no es directamente una relación de tiempo y espacio, como muestra de esto vemos que las grandes empresas a nivel mundial tienen a sus trabajadores dispersos por todo el planeta. Por ejemplo, si llamamos a una telefónica en España para arreglar un problema del servicio celular, es probable que nos respondan desde Medellín o desde Nueva Delhi. Además del teletrabajo y de los horarios flexibles que deberán llegar de manera abrupta impulsados por la crisis que causó el COVID-19, el Ecuador deberá acostumbrarse a los mercados de servicios, en lugar de los mercados de bienes para generar valor económico a los productos. Bajo este marco, es indispensable que el Gobierno nacional, junto con las reformas a las modalidades de trabajo, dote a la ciudadanía de cursos y los capacite de manera gratuita para afrontar este nuevo reto.

No podemos seguir viviendo de un mercado netamente de bienes, cuando la realidad médica del país obliga al distanciamiento social. Aquí aparecen los conceptos de fábricas inteligentes, de manufactura de los productos que ahora solo exportamos y la baja de aranceles para la producción.

Otra consecuencia de la crisis será sin duda la fusión de empresas estatales o en muchos casos las concesiones. No se debe olvidar que el monopolio estatal trae ineficiencia, pero el monopolio privado es un arma peligrosa para la estabilidad laboral, por lo que desde esta óptica, el oligopolio mixto entre capitales privados y públicos pudiese ser una opción viable para el resurgimiento económico. Como podemos ver, para la correcta aplicación de políticas de teletrabajo y de las modalidades laborales, junto con la ampliación del mercado de servicios mediante canales electrónicos y la implementación de la industria inteligente en el país, además de la liquidez económica se debe tener un capital humano importante.

Este capital debe ser liderado, dirigido y encabezado por un sistema político serio y capaz, por lo que todos los ecuatorianos estamos en la obligación de exigir como punto de partida un cambio en los estatutos que permiten elegir a nuestros mandantes, exigiéndoles un currículo mínimo que nos asegure tanto el conocimiento como la capacidad de gestión, para que al menos no se deba gastar presupuesto en asesores y asesores de asesores. (O)