Empiezo a creer que esta pandemia me está afectando la mente. No entiendo cómo se puede exigir al Gobierno que pague lo establecido en el presupuesto, cuando los ingresos se han reducido tan drásticamente. El presupuesto es un supuesto previo. Supongo que voy a tener tantos ingresos y por eso supongo que voy a gastar o invertir tanto. Pero si los ingresos disminuyen radicalmente, no puedo pagar lo que había presupuestado egresar. No es cuestión de querer pagar sino de poder hacerlo. La Ley de Presupuesto de este año se dictó en 2019. Nadie en el mundo entero pudo prever la pandemia, ni siquiera los chinos donde dicen que se originó. Tampoco nadie pudo adivinar que todos los países de la Tierra iban a ser afectados con la caída drástica de las actividades productivas como solo se había visto tras la devastación de las Guerras Mundiales. Pero ahora es diferente. Todo se ha trastornado, el confinamiento se ha impuesto en todos los países y la economía mundial está en grave crisis. Ecuador no se puede sustraer a estos efectos, no hace falta decirlo. No puede pagar a todos lo presupuestado, peor si las asignaciones se refieren a un porcentaje de ingresos que se han reducido. La gente no paga impuestos y al haber bajado los precios del petróleo el fisco no recibe los ingresos calculados. El ministro de Economía no puede emitir moneda ni inventar dinero. No es mago. Si el jefe de familia pierde el empleo o le bajan el sueldo, no puede seguir gastando lo mismo que cuando trabajaba. Vienen a cobrarle la hipoteca, la luz, la tarjeta de crédito, el colegio. Si algo tiene, preferirá comprar comida y pagar lo indispensable. El resto, que espere.

El Tribunal Constitucional está ahora integrado por juristas honrados e imparciales, como debe ser un juez. Tiene que resolver en derecho considerando el ordenamiento constitucional y también debe tener en cuenta la circunstancia y la situación de la sociedad. Si dispone que el Gobierno pague lo presupuestado, sin más, lo estaría obligando a ser reo de contumacia, porque no podrá cumplir con la sentencia.

En su último año, el gobierno de Moreno tiene la más importante deuda con el país: permanecer y evitar el caos. Sus debilidades son su mayor fortaleza. A ningún político responsable y honesto se le ocurre tumbar al Gobierno. A los militares tampoco. Además, no hay plata y tal vez recuerden el fracaso de los sargentos que asumieron el poder en la llamada Revolución Juliana. Después de varios ensayos infructuosos, se dieron cuenta de que no era fácil administrar la crisis y entregaron el poder a un dictador civil, el Dr. Isidro Ayora. Sus mayores glorias las obtuvieron cuando estaban dedicados a tareas profesionales.

Por lo dicho, este y el próximo gobierno deben encaminar sus esfuerzos a mitigar o suprimir el dolor de la gente. El dolor es el sentimiento que prima en el país y en el mundo. Dolor por los muertos, por los que no pudieron ser dignamente velados ni sepultados, por los enfermos, por quienes han perdido su trabajo, por aquellos para quienes sobrevivir es un milagro cotidiano. Tenemos que vivir pensando en el otro. Este es el tiempo de la compasión en el que la otredad tiene más sentido que nunca. (O)