Lo mejor de la época de cuarentena fue el silencio en nuestra ciudad desde que empezaba el toque de queda, pero a raíz de que pasamos al semáforo amarillo surgió otro inconveniente, la desesperación de las personas por ganarse el sustento de cada día hizo que surjan más vendedores ambulantes por doquier.
Tienen derecho, los comerciantes y los informales, la situación económica de los hogares está muy difícil, mas, esto no les da derecho (valga la redundancia) para que griten –que da miedo– ofertando diversidad de artículos desde que amanece el día.
El colmo son las ventas con megáfonos, amplificadores, micrófonos, autoparlantes, equipos de sonidos con todo el volumen subido, etc.
Ojalá que el Municipio de Guayaquil y la ATM (Autoridad de Tránsito Municipal) hagan algo para eliminar tanto escándalo, tanta bulla, en la urbe porteña.
Otra observación, en la ciudadela 9 de Octubre, donde crecí, disfruté mi niñez y adolescencia, es la construcción de un crematorio.
¿Quién ha dicho que las urbanizaciones familiares son creadas para que incineren cadáveres? ¿En qué ley está eso? ¡Solo en Guayaquil vemos estas cosas!
No hay derecho que nos instalen crematorio en nuestra ciudadela donde viven familias que ya tienen más de 55 años aquí en esta zona. ¿Y nuestra salud? (O)
Mayra Camposano Costa, Guayaquil