Nos conocimos a distancia, yo habitando los paisajes de su infancia y él, los míos. Peter Mussfeldt vive desde 1962 en Ecuador, pero pasó su niñez entre los escombros de la posguerra alemana, en los bosques de Turingia donde buscaba escarabajos para intercambiarlos con otros niños por pan. Dejó una vida de privaciones para abrigarse en la calidez del trópico: mi Ecuador. En cambio, yo abandoné el ceviche bajo las palmeras por la Alemania de hoy, donde paseo por los mismos bosques donde empezó la vida de este artista. Peter nació en Berlín en 1938, conoció la guerra y la ocupación soviética cuya represión lo llevó a abandonar sus estudios de Arte en Dresde. Huyó a Düsseldorf, donde un amigo ecuatoriano lo invitó a aventurarse a otras orillas. En Guayaquil, Peter deshizo su maleta y se quedó. Fue amor a primera vista: “Me sorprendieron muy emotivamente las relaciones entre padres e hijos. Nosotros los que vivimos la posguerra sin padre no conocimos ese cariño que encontré entonces en el Ecuador. También me fascinó descubrir sus antiguas culturas que me cautivaron desde el principio. Me relacioné con aficionados a la arqueología y encontré en sus casas piezas que me dejaban sin aliento por su gran perfección en forma y diseño”.

Admiro el portafolio de Mussfeldt donde vibran soles, pájaros, plantas, cuerpos nacidos de la memoria íntima y el contacto con un mundo nuevo y sus nostalgias. Su serie de grabados Pájaros precolombinos combina la sublime gravedad del arte ancestral con el vuelo futurista de la vanguardia. Creador interdisciplinario, Mussfeldt convocó a artesanos de Guano, entre cuyos dedos mágicos soles y pájaros echaron a volar transformados en tapices tridimensionales, vivos.

Sus obras han sido premiadas y expuestas internacionalmente. Hasta el MoMa de Nueva York las adquirió. Yo pagaría lo que no tengo por esos tapices de pájaros y soles, los colgaría en mi casa en el este de Alemania y abrazaría el calor de mi sol equinoccial, el poder de la tierra americana en alas de pájaro, el genio artístico alemán, ecuatoriano, migrante, tan lejos, tan cerca.

Pensé que mis primeros encuentros con Peter habían sido una novela de Leonardo Valencia con sus grabados de insectos, o cuando me sorprendió en la presentación de mi libro en Guayaquil o apareció de milagro en Leipzig. Pero los ecuatorianos conocemos a Mussfeldt, quizá sin saberlo, desde siempre. De su fantasía nacieron los diseños de Galápagos que desde hace décadas adornan las camisetas de ecuatorianos y turistas: piqueros, fragatas, tortugas en sencillos trazos negros donde el azul, amarillo y rojo se funden como atardeceres tropicales.

Aplaudí la nominación de Peter Mussfeldt al Eugenio Espejo 2020, premio que merecerá hasta que se lo concedan, como es el caso del escritor Javier Vásconez. Tras seis décadas de arte, Peter tiene aún sueños por cumplir, como 100 figuras, “proyecto urbanístico para un gran parque donde cada escultura representa una hipotética evolución de la época prehispánica si los españoles no hubieran conquistado América”... Nostálgico, viajero del tiempo, la geografía y la fantasía, así es este artista ecuatoriano nacido en Alemania. (O)