No suelo entrar en temas relacionados con la política proselitista, pero creo que una lectura del escenario que pintan las nuevas elecciones no deja de ser interesante, incluso en términos urbanos y regionales.

Hagamos un breve resumen de los posibles candidatos, sin desmerecer sus posibles cualidades. Tenemos un grupo de candidatos –quizás el más numeroso– que se lanza por una singular razón: vanidad. Saben que no tienen oportunidad alguna, pero aun así, se lanzan. Luego tenemos el grupo de personajes que se candidatiza para esquivar sus problemas con la ley; una maniobra lamentable y vergonzosa, que debe ser borrada de nuestras regulaciones electorales. Existe otro grupo de candidatos que –para poder mantener o subir su popularidad– aprovecha las redes sociales, y está dispuesto a convertirse en memes, con tal de ganar adeptos, sobre todo entre los votantes jóvenes. Finalmente, hay un candidato que llama mucho la atención, pues genera simpatías por el simple hecho de ser un buen ciudadano; es decir, lo que debería ser la norma para todos nosotros resulta tan excepcional, que puede catapultar a alguien a la Presidencia de la República.

Hablemos también de las figuras políticas que han desaparecido, y que difícilmente van a volver. La figura del líder solemne, prudente en su accionar e intachable en su figura, murió entre finales de los ochenta y comienzos de los noventa. De igual manera, la figura del caudillo poderoso, aglutinador de masas, también ha desaparecido del ajedrez político nacional.

Paralelamente, los electores nos fijamos en las deficiencias e incapacidades que tiene el presente Gobierno para manejar no solo las situaciones de excepción que vivimos, sino las que deberían ser cuestiones corrientes y cotidianas en el manejo del país; aunque creo que sí se le debe hacer justicia, y admitir algunos aciertos.

Propongo que leamos de manera integral el espectro político que acabo de describir. Tal vez coincidan conmigo con que lo que vivimos en la actualidad no es per se un problema de liderazgo, sino un debilitamiento extremo de la figura estatal nacional, que no encuentra medios para mantenerse consolidada. Esto está dando como consecuencia que los gobiernos municipales adquieran cada vez un papel mucho más relevante. Las estructuras políticas urbanas adquieren fuerza, a tal punto que el único movimiento político nacional basado en las organizaciones campesinas tiene una crisis interna, entre sus líderes rurales y sus representantes urbanos.

Hace no mucho tiempo, la socióloga holandesa Saskia Sassen anunciaba el gradual incremento de relevancia de las ciudades sobre los países. Gustavo Restrepo, arquitecto y urbanista colombiano, afirmaba que son las ciudades intermedias las que ofrecerán aún más oportunidades de prosperidad, pues las ciudades grandes están muy ocupadas tratando de mantener operativas sus estructuras internas.

Es probable que los tiempos de cambio que vivimos sean más profundos que lo que creemos. Y eso que no hemos considerado el impacto del COVID-19 en la logística de las elecciones que se nos avecinan. (O)