Entre las incontables argucias ideadas por políticos ecuatorianos para obtener cuotas de poder, hay una que aparentemente serviría para juntar y fortalecer a organizaciones con ideologías y planteamientos similares: las alianzas, que en la práctica son realmente balsas salvavidas que permiten permanencia para movimientos y partidos sin mayor aceptación popular.
Esta argucia estratégica se evidencia en toda su irracionalidad, cuando los votos obtenidos por dos o más organizaciones coaligadas son adjudicados en su totalidad a cada una de ellas. Porque ¿cómo aceptar que si alianzas chimbadoras unidas, conformadas por unos cuatro partidos obtienen 1000 votos, ese total se adjudique a cada uno de sus integrantes, dando como resultado que 1000 votos se conviertan en 4000? A más de insólito, esta matemática es insultante a la lógica y al sentido común, porque lo único posible es que esos 1000 votos se dividan para esas organizaciones aliadas, a cada una de las cuales corresponderían solo 250 votos y no 1000 como el CNE permite hoy. Esta ‘contabilidad’ ha propiciado que existan movimientos y partidos que por su propia cuenta no obtuvieron un solo concejal, alcalde, prefecto, asambleísta y, sin embargo, tengan un espacio en el espectro electoral sin ningún mérito para poseerlo. Cabe preguntar ¿si acaso existe político que proponga la reforma a la ley electoral, que solucione esta argucia e impida que organizaciones sin ningún respaldo popular prosigan siendo los caballos de Troya y arcas de Noé de la política nacional? (O)
José T. Villón Barros, Guayaquil