El fracaso de la democracia como institución es el fracaso de sus actores políticos. Una clase política donde la mediocridad es transversal a las ideologías y que se refleja en un alto déficit de gobernabilidad, donde no existe diferenciación moral porque “todos son iguales”. Hartazgo, frustración, desconfianza, apatía son algunos de los sentimientos que acompañan al ejercicio de los derechos políticos y libertades civiles en un frágil sistema democrático.

Al pensar en las nuevas generaciones que se integran por primera vez al derecho al voto, un sentimiento de vergüenza civil nos exige idear nuevas posibilidades que reinventen la democracia, poniendo en el centro el valor de la virtud cívica, que rompa con la indiferencia a la política y potencialice la capacidad del voto para generar un cambio en la forma de vivir la democracia.

Una democracia que refleje el espíritu emprendedor de las nuevas generaciones, donde el emprendimiento rebasa las fronteras ideológicas. Del liberalismo toma la fuerza de la autonomía para construir una riqueza sostenible a partir de la libre competencia y la economía abierta; del republicanismo ejerce una transformación activa de la vida pública a través del ejercicio de los derechos fundamentales; del comunitarismo reconoce la igualdad a partir del respeto de las diferencias, y del socialismo estimula demandas sociales para reducir la desigualdad y construir un bienestar sustentable.

Esta flexibilidad ideológica del emprendimiento le permite ganar agilidad en el proceso de toma de decisiones enfocadas en un objetivo central: la innovación de alto impacto. La descentralización de su estructura funcional rompe con la jerarquía tradicional y se abre a alianzas estratégicas de conocimiento y capital para escalar la ambición creativa, con el máximo rigor en la gestión de sus recursos. Desde una visión política significaría que los partidos políticos adquieran una mentalidad de start ups que se liberen de los límites ideológicos, se diferencien por su objetivo central en torno al bien común, desconcentren el poder de una figura central, abran su estructura a alianzas de conocimiento especializado y gestionen sus recursos con rigor y transparencia. Aquellos partidos que logren transformaciones trascendentes en el bienestar social encontrarán su espacio de acción tanto en el poder Ejecutivo como Legislativo, de manera progresiva y equilibrada en los ciclos electorales.

El derecho al voto es uno de los elementos esenciales para la existencia de la democracia y una de las formas en que los ciudadanos ejercen el derecho a la participación política de manera efectiva. Representa una oportunidad de la ciudadanía para intervenir en decisiones relativas a su propio desarrollo.

Revitalizar nuestro sistema democrático exige una clara ruptura con el pasado y sus formas políticas caracterizadas por el autoritarismo, la confrontación, el victimismo y la venganza, donde el ejercicio del voto es un instrumento contra el adversario. Votar con espíritu emprendedor es el inicio de una transformación que definirá la calidad de democracia que queremos entregar a las nuevas generaciones. (O)