En medio de un ciclo virtual de entrevistas organizado por el diario argentino Clarín, Felipe González, expresidente del Gobierno español, expuso interesantes ideas respecto al mundo después de la pandemia, señalando: “Nunca he vivido un momento de incertidumbre multidimensional como el que estoy viviendo ahora, hay incertidumbre por la pandemia y sus consecuencias contra la salud, incertidumbre por la educación, por las consecuencias económicas, políticas y geopolíticas”, añadiendo una crítica contundente a los populismos de distintos signos, con una mención especial a lo que denomina neopobrismo, concepto que usualmente provoca curiosidad o rechazo cuando se lo menciona.

Sin embargo, la idea que sostiene Felipe González en el sentido de que el neopobrismo es la corriente que esconde la voluntad de muchos de “igualar en la pobreza”, resulta insuficiente para entender su verdadero alcance, por lo que resulta necesario buscar criterios como el de Solanet, quien sostiene que el pobrismo podría ser definido como “la exaltación de los pobres poniéndole énfasis en su defensa contra el resto de la sociedad”, agregando que el pobrismo no elabora políticas de desarrollo o de mejoramiento económico, sino que más bien elabora un discurso de protesta dirigido al poder económico que desprecia a los pobres, o simplemente los ignora. El pobrismo, de acuerdo a dicha teoría, no nace en el resentimiento ni pregona la lucha de clases sino que pregona el asistencialismo, desconociendo la inversión productiva y la generación de trabajo. Solanet señala que en determinadas ocasiones, la visión del pobrismo se confunde con matices religiosos, llegando a señalar que el papa Francisco mantiene esa visión en ciertos temas económicos y sociales, posiblemente por sus antecedentes peronistas.

Roger Sunyer sostiene, por su parte, que, en la práctica, el pobrismo no combate la desigualdad, “ni por conciencia ni por nada”, y que en su lugar el éxito del pobrismo empezó con la famosa idea según la cual “los últimos serán los primeros”, es decir que el pobrismo no considera realmente la posibilidad de la movilidad social de prosperar y salir de la miseria, realizando en su lugar una exaltación de la pobreza como un valor en sí misma. Inevitablemente, los seguidores al pobrismo tienen una fuerte aversión hacia la economía de mercado, a la cual culpan (conjuntamente con el capitalismo) de todos los grandes males de la sociedad; en esa línea también se argumenta que en los últimos años, el discurso de la izquierda populista en muchos países ha presentado la idea del pobrismo como exaltación progresista, incluyéndose en esa lectura a todas las “estructuras y condiciones de organizaciones que se sostienen en la existencia de los pobres”, sin opción alguna de alentar procesos productivos.

Resulta interesante analizar si la teoría del neopobrismo tuvo de alguna manera vigencia con la narrativa populista de la revolución ciudadana, en la cual se confundieron ideologías y teorías bajo el pretexto de una reivindicación social sin parangón en nuestra historia republicana, la cual terminó siendo una gran farsa. (O)