La explotación de niños a través de la mendicidad es una práctica organizada que genera réditos. En el contexto de la pandemia, se ha vuelto más frecuente ver a niños ofreciendo productos o pidiendo dinero a los conductores de vehículos que se detienen ante el semáforo en rojo; muchas veces, bajo la vigilancia de uno o más adultos situados a una distancia conveniente.

A veces esos adultos son familiares de los menores; otras veces se trata de gente inescrupulosa que se aprovecha de personas con serias dificultades económicas con niños a cargo, para proponerles alquilarlos con el fin de mendigar.

Una investigación policial de más de tres meses, que se inició luego de la publicación de varios reportajes que mostraban a niños robando, permitió desarticular una red de trata de menores que los utilizaba para mendigar en los semáforos de la avenida Francisco de Orellana, en el norte de Guayaquil.

En varias viviendas allanadas, en el Plan Habitacional Socio Vivienda 2, se recuperó a cuatro menores de edad, que pasarán a estar bajo la protección del Estado en casas de acogida, y se detuvo a tres adultos y un joven de 17 años. Este último era quien se encargaba de reclutar a los menores, según informó el jefe nacional de la Dinapen (Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes).

En la ciudad colombiana de Bucaramanga, el año pasado se realizó una pesquisa relacionada con la explotación de niños utilizados por terceros para la mendicidad y se determinó que existen redes criminales que se dedican a alquilar bebés, de entre uno y 36 meses de edad, por alrededor de $ 20 diarios. Algunos son sedados y por eso aparentan estar dormidos en los brazos de quien pide limosna.

La problemática está a la vista de todos. Las instituciones llamadas a intervenir podrían intercambiar información y propuestas para articular una acción conjunta que rinda mejores resultados en la protección a menores explotados y la correspondiente sanción de sus explotadores. (O)