Ayer fue un 9 de octubre distinto, al recordar un proceso independentista que está más vigente que nunca. La ciudad asolada por una pandemia atroz, pero lo más lacerante fueron las abyectas intentonas por aislarnos y abandonarnos con el inicuo fin de evitar un “contagio nacional”.
La inverecunda pretensión me hizo recordar pasajes turbios de la historiografía reciente, como la técnica de aislamiento y confinamiento a la que recurrían regímenes criminales para impedir la “contaminación intelectual” del resto de la sociedad como los gulags de soviéticos, los laogais chinos o la hambruna ucraniana. La dramática experiencia que enfrentó nuestra ciudad constituye un potente estímulo para que Guayaquil retome su irradiador proceso autonómico. Competencias como la seguridad, salud, seguridad social y educación no pueden continuar siendo privativas del Estado central. El fracaso que demostró el Estado central para auxiliar al resto del país y permitir atroces imágenes de muertos en portales, además de salubristas sin protección e insumos, es producto, justamente, de ese centralismo inmovilista que sigue sin entender las particularidades propias de cada región. Paralelamente se celebraba la pérfida fiesta de la corrupción, lo que también revela a un Estado incapaz de controlar las más infames transgresiones. La lucha por librar será una loable gesta que las generaciones venideras agradecerán. Nuestros preclaros juristas porteños deben empezar el análisis jurídico para propiciar estas reformas esenciales y estructurales de la Constitución. Obviamente, la ampliación de nuestras facultades autonómicas no debe ser aprovechada por esa porción malsana de ciertas élites intoxicadas por el poder y la avaricia. Los procesos autonómicos deben, necesariamente, ser administrados por prohombres de probada valía moral; por esa clase media que educa, que cura, que administra, que construye; por esa clase popular que mantiene legítimos anhelos de superación y, ciertamente, por esa élite porteña que ha sido capaz de impulsar gestas y fraguas libertadoras.(O)
Henry John Carrascal Chiquito, periodista y abogado, Guayaquil