El bicentenario de la independencia de Guayaquil no pudo festejarse con los fastos que correspondía debido a la pandemia. Una ocasión extraordinaria para celebrar el valor de la Libertad republicana, reflexionando sobre la importancia de este bien que lo damos por seguro, aunque no siempre lo sea.

Basta recordar que, en la década robada, hubo una conculcación de derechos y libertades que muchos tienen presente como un abuso inaudito, aunque a otros no les importe un comino, defendiendo apasionadamente la mentira colosal de la “persecución política” y las “manos limpias”.

¿Qué podemos esperar de los candidatos presidenciales respecto a brindar garantías de una conducta democrática, respetando las instituciones, a la Justicia y organismos control, así como a la oposición política? Una interrogante crucial que debería motivar el voto en pro de las libertades públicas.

A propósito de la conmemoración del primer año del recordado levantamiento indígena, someter a Yaku al escrutinio. De acuerdo con ese manual de neomarxismo delirante que es el libro Estallido, de su aliado Leonidas Iza, en esos once días de protestas y vandalismo, el objetivo estratégico fue la toma del poder por la fuerza para imponer un gobierno popular.

Y según lo revela el joven activista de poncho y coleta, no están para hacerle el juego a la democracia liberal y sus pudores pluralistas. Su visión es la dictadura de un partido único y someter al ciudadano al yugo del Estado.

Bajo este enfoque la Libertad es un mito del neoliberalismo, una ficción para permitir a las clases dominantes la opresión del pueblo, un comunismo indigenista ramplón que, al margen de renegar de cinco siglos de predominante mestizaje, desconoce que su implantación, en todos los tiempos y lugares, ha sido como una peste que ha traído guerra y hambrunas.

Con la publicación de Estallido hay que exigirle a Yaku aclaraciones sobre su afinidad ideológica con el autor.

Respecto de Arauz, llama la atención su desprolijidad. Ahora resulta que no está inscrito como votante en Ecuador sino en México. Y su candidatura sigue siendo objeto de impugnaciones por omisiones de forma.

Su plataforma denominada Unidos de la Esperanza arrastra el estigma correísta de ser un factor de división de la sociedad, con un nefasto legado autoritario de corrupción y quiebra del Estado.

Sin embargo, los años de bonanza y de gasto dispendioso ha dejado prosélitos que lo miran con nostalgia, ciegamente. Y en un escenario de carencias agravadas por el paro sanitario, resulta inevitable que el discurso revanchista tenga acogida, más aún con un Gobierno saliente que fracasó dándole la espalda.

Lasso, que es el otro candidato de la terna opcionada, no tiene sombras en sus credenciales democráticas, promoviendo acertadamente la importancia de las libertades como un factor esencial de convivencia armónica y desarrollo de la sociedad.

Bajo el prisma fundamental, en la arena electoral se plantean una polarización y un dilema al electorado entre la opacidad y la transparencia, a fin de que escoja valorando la garantía de respeto a la Libertad. (O)