Las tragedias suelen develar errores u omisiones en procedimientos de gestión de riesgos, volviendo imperativo revisar lo que se ha dado por sentado, que tal vez guarde anomalías, para realizar ajustes, de ser necesario.

En el ámbito internacional, una muestra de ello fue la tremenda explosión ocurrida el 4 de agosto del año en curso en Beirut, que arrasó el centro de la capital portuaria de Líbano y dejó decenas de muertos y miles de heridos.

En 2013, un barco carguero que tenía un historial de inspecciones técnicas deficientes, y contenía un cargamento de nitrato de amonio, fue incautado por la falta de pagos que ascendía a unos $ 100.000. Luego, las autoridades dieron licencia para que el cargamento fuera trasladado a los depósitos del puerto, pero gestiones posteriores para su evacuación incumplieron detalles técnicos que, sumados a la negligencia de autoridades, cerraron el círculo del desastre.

En el ámbito nacional, la noche del lunes 2, en el km 6,5 de la vía Durán-Tambo, se originó un incendio en una empresa cartonera que contaminó el martes otra área donde se almacenaban bobinas de papel. Las llamas pudieron ser controladas el jueves, según autoridades, pero hasta el viernes 6 seguían las tareas para extinguir los focos de calor. Más de 600 bomberos de 15 cantones acudieron a la emergencia, considerada la más grande de esa zona industrial.

Este incendio es una alerta para revisar si hay un eficiente seguimiento a la renovación anual de los permisos obligatorios (como el del Cuerpo de Bomberos, de funcionamiento de bodegas y otros) y a la implementación de las correcciones dadas tras las clausuras o visitas a empresas, fábricas y negocios.

Se anuncian nuevos estudios de las viviendas asentadas en la zona y análisis de las afectaciones y vulnerabilidades que podría tener Durán con un siniestro similar al de la semana pasada. Ello deberá hacerse con una nueva mirada sobre los procedimientos que pudieran estar pasando inadvertidos. (O)