El servicio postal es una necesidad básica de la sociedad. La clausura de Correos del Ecuador por una pésima gestión ha dejado al ciudadano en manos de empresas internacionales de servicio postal. Yo he sido usuario de sus servicios durante los años que he vivido en el extranjero y nunca tuve problemas. Pero desde que volví a Ecuador recurrir a estas empresas, en su versión local, con administración ecuatoriana, es una pesadilla recurrente. Siempre pueden ocurrir retrasos e imprevistos, de la que los clientes se seguirán quejando y las empresas corrigiendo en la medida de lo posible. El problema ocurre cuando se da mala fe. Va una pesadilla al respecto.

Un editor norteamericano decide enviar a su autor ecuatoriano los ejemplares de cortesía de la traducción de un libro de este último. El editor paga a una de estas empresas, en Estados Unidos, 239 dólares para enviar 20 delgados libros que tienen un costo total declarado de 300 dólares. Es decir, el envío cuesta casi el precio de los libros. Cuando ese paquete llega a Ecuador, el autor ecuatoriano, que estaba meses esperando ver los ejemplares de su libro traducido, recibe la notificación de la empresa de que ha recibido el paquete para lo que debe pagar –por el hecho de recibirlos– el monto de 161 dólares. ¿Por qué esta cantidad tan elevada? La explicación es que 65 dólares corresponden al IVA. Al parecer en esta empresa no se han enterado (o creen que nadie lo sabe) que el artículo 55 de la Ley de Régimen Tributario Interno establece que los libros importados no pagan IVA. Otra cosa es el impuesto del Fodinfa (apenas 3 dólares), que el autor paga con gusto porque es una cifra sensata y corresponde al Fondo de Desarrollo de la Infancia. Pero cuando le quieren cobrar un IVA que no corresponde y –aquí viene lo peor y el gran abuso– le dicen que además debe pagar 92 dólares a la empresa por cuestión de “trámites y manejos”, lo único que queda es la indignación, porque quien envió ya pagó 239 dólares.

La circulación de 20 libros, que no pagan IVA, tiene un costo de envío y recepción que llega a 400 dólares redondos. El autor ecuatoriano no pudo ver sus libros y rechazó el envío ante este abuso, avisó a su editor norteamericano para que reclame a la matriz en Estados Unidos y perdió esos libros por unos bartlebys locales que pusieron al paquete un sello de “abandono de la carga” y que seguramente emplearán ese papel para encender una parrillada o una chimenea, cuando el autor pensaba donar esos mismos ejemplares a bibliotecas locales.

¿Por qué Ecuador queda a la ocurrencia de abusivos empresarios locales con esa manera de proceder? ¿No hay control de ningún tipo? ¿Tiene conocimiento de esto la Cámara Ecuatoriana del Libro? ¿No existe ninguna autoridad que revise estos procedimientos abusivos, llame la atención y aplique las sanciones correspondientes? Esto debería ser materia de investigación legal porque están incurriendo en una violación de la ley (cobrando IVA que no deben cobrar) y ejerciendo un monopolio cuando ya no hay servicio postal del Estado, y más con un bien cultural como los libros. (O)