El 11 de marzo de 1973 se celebraron en Argentina las elecciones presidenciales que pusieron fin a la dictadura militar que gobernaba ese país desde el año 1966, con el ingrediente especial de que Juan Domingo Perón no pudo participar en los comicios por una norma que indicaba que los candidatos debían tener residencia en dicho país meses antes de las elecciones, exigencia que no podía ser cumplida por Perón.

En ese contexto, resultaba inevitable que la designación del candidato para las elecciones de marzo de 1973 sería una decisión personalísima de Perón, quien había guardado total reserva respecto de quien sería el nominado.

Perón no iba a dudarlo: la nominación de su candidato exigía obediencia y sumisión a toda prueba, elementos reunidos en el doctor Héctor J. Cámpora, primer legislador peronista que “consideró un honor autoproclamarse obsecuente del general Perón”, es decir, un seguidor reverente y obediente, incapaz de contradecir la menor afirmación proveniente de Perón.

No dudan los historiadores argentinos en señalar que más allá de cualquier virtud de Cámpora, la certeza básica que impulsaba a Perón a alentar su nominación era la circunstancia del control absoluto que ejercía sobre el candidato; tal fue así que la consigna de la campaña electoral de marzo de 1973 fue una proclama exhibida sin pudor ni vergüenza: “Cámpora al gobierno/Perón al Poder”, la cual se extendió a lo largo y ancho de Argentina, con grandes movilizaciones y con afiches pegados en las paredes que mostraban a Cámpora, Perón y Evita, “con la V de Perón Vuelve, debajo de la p en Cámpora”.

Cámpora se impuso con el 49,56 % de los sufragios, a menos de medio punto de llegar a la presidencia en primera vuelta, sin embargo, el retiro del candidato que llegó en segundo lugar (Ricardo Balbín) posibilitó que fuese proclamado presidente.

Cámpora recibió el apodo de Tío por parte de los peronistas, ya que si “el viejo era Perón, Cámpora era el Tío, es hermano de Papá, el que viene el fin de semana a comerse un asadito en casa”.

En realidad, Cámpora no era sino un títere a ser utilizado, pues la instrucción era que pocos meses después renuncie al poder para dar cabida en un nuevo proceso electoral a Juan Domingo Perón.

Sin embargo, tal como lo sostiene Alfredo Leuco en su diario, “ese experimento del poder formal en la Casa Rosada y del poder real en el domicilio de Perón” terminó siendo un verdadero desastre, señalando Leuco que la mayoría pacífica de la sociedad argentina asistió a un túnel de horror en la cual la disputa entre las facciones de ultraderecha y la respuesta criminal y guerrilla de grupos de izquierda, todos vinculados a Perón, permitió un vendaval de sangre.

El proyecto Cámpora fue una de las expresiones de servilismo político más claras en la historia latinoamericana, pues puso en evidencia los riesgos a los que se somete una democracia cuando de manera abierta o solapadamente se alienta que un candidato llegue al gobierno, para permitir que otro realmente asuma el poder.

Cualquier parecido no es pura coincidencia. (O)