Reconozco que mis raíces argentinas pueden hacerme perder objetividad. La muerte de Diego Armando Maradona ha traído una serie de reacciones de amor y odio. Y vale hacerse la pregunta: ¿un personaje como él tiene que ser perfecto en todas las facetas de su vida, o si una de ellas falla destruye todas las otras facetas?

No es la primera ni será la última estrella deportiva que escandaliza a la sociedad por vicios en su vida privada; solo para recordar, el golfista Tiger Woods se vio envuelto en serios problemas por adicción al sexo, alcohol y abusos laborales que le ocasionaron la pérdida de varios auspicios. Pero también existen estrellas deportivas que parecen haber controlado todas las facetas, como Roger Federer, Rafael Nadal, Leo Messi.

Maradona en varias ocasiones expresó: “Solo les pido que me dejen vivir mi vida, yo nunca quise ser ejemplo”. “Si me muero quiero volver a nacer y quiero ser futbolista, y quiero volver a ser Diego Armando Maradona, soy un jugador que le ha dado alegría a la gente y con eso me basta y me sobra”. Nadie puede discutir que su vida privada fue apoteósicamente autodestructiva hasta la muerte; claramente la fama, el poder y el dinero y las malas amistades superaron al ser humano de origen humilde, que se agravó cuando se rompió su única base a tierra que era su seno familiar inmediato de su esposa e hijas. En un famoso discurso en el estadio de Boca Juniors, Maradona reconoció sus equivocaciones y expresó la famosa frase de “la pelota no se mancha”, queriendo decir que su vida privada no puede manchar su vida deportiva.

Su carrera deportiva fue gloriosa, con su punto máximo en el mundial de México 86, donde se consagró campeón del mundo, enamorando al mundo entero con su calidad, magia y locuras, como la famosa “mano de Dios”. Y qué decir del segundo gol contra los ingleses, catalogado como el mejor gol de los mundiales, que para el pueblo argentino además tenía una significación de venganza por el reciente conflicto armado en las Malvinas. Todo esto, sumado a la gloria deportiva a la que llevó a todos los equipos en los que jugó, en especial el Napoli de Italia, hizo que sea dignificado como un “Dios del Fútbol”. Más que un atleta, fue un artista del balón, un mago indescifrable.

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, en su carta oficial de pésame escribió: “La mano de Dios había puesto un genio de fútbol en la tierra. Y ella nos lo acaba de quitar, con una jugada imprevista que engañó a todas nuestras defensas. ¿Quería, con este gesto, zanjar el debate del siglo, si Diego Maradona es el mejor futbolista de todos los tiempos? Las lágrimas de millones de huérfanos le responden con dolorosa evidencia”.

Las manifestaciones mundiales por la muerte de Diego Maradona parece que le dieron la razón y que el mundo reconoció que “la pelota no se manchó”, y por ello, sin un acuerdo de los editores, todos los periódicos del mundo decidieron publicar la noticia y reconocimiento en las primeras planas, y no hay cancha en el mundo donde no se haya rendido un sentido homenaje, que ni la pandemia pudo evitar. Siendo así, Diego se queda, y para siempre. (O)