El financiamiento de obras públicas tiene fórmulas mágicas. Ayer éramos menos pobres que hoy, pero pobres al fin. Construir los puentes sobre los ríos Daule y Babahoyo parecía imposible.
Los italianos nos preguntaron: “¿Con cuánto dinero cuentan ustedes?”, les respondimos que contábamos con un veinte por ciento del costo aproximado de la obra; y nos financiaron el ochenta por ciento y en ocho años los pagamos. Estos caballeros calcularon en cuánto se incrementaría la utilización de los puentes y cada año que pasaba era mayor el pago que debía hacerse para cancelar el saldo deudor, con tal fórmula nos regalaron los puentes que se pagaron con el pontazgo. Con el general Alfaro se hizo lo mismo, no había un centavo, él tenía protagonismo mundial y un filántropo inglés lo ayudó, así es cuando los patriotas a toda prueba cobran confianza internacional. Con el ferrocarril crecieron las exportaciones ecuatorianas. Nuestro ferrocarril tiene fama mundial, hoy el turismo busca naturaleza pura, nevados, lagunas, serranía y sus maravillas... Convoquemos por la prensa a conocer el sistema. Tenemos una propuesta respecto a la refinería, hagamos algo parecido con el ferrocarril para que no muera. Altas autoridades ecuatorianas informan que el tema se está negociando, pero todo se hace en medio del misterio y eso es muy malo. Hay que nombrar una comisión de alto nivel y a la vez informante, que se encargue del tema. No se puede acabar un sistema tan importante como el ferrocarril, únicamente porque el Estado es un pésimo administrador. (O)
Rafael Mendoza Avilés, abogado, avenida Samborondón