Ni en el peor escenario nos hubiéramos imaginado lo que hemos vivido en este año 2020, que aún faltando diez días para terminarse, nos sigue desafiando con incógnitas que son imposibles de descifrar. Hoy tenemos nuevas restricciones que han declarado los COE nacional y cantonal, por las fiestas de Navidad y fin de año y por la anunciada nueva mutación del virus detectada en Inglaterra, que genera una mayor y veloz tasa de contagio.

El 2020 nos enseñó cuán vulnerables somos: esta enfermedad indescifrable obligó a paralizar las actividades en el mundo entero; nos obligó a asilarnos en donde estemos; paralizó la aviación mundial y golpeó gravemente a la industria hotelera, de entretenimiento y muchas otras; nos hizo sentir impotentes al saber que no existía tratamiento médico probado ni forma de prevenirla, y en el camino, tuvimos que ir descubriendo nuestra propia forma de protegernos dada la contradicción de información oficial.

El 2020 nos golpeó en donde más nos duele, en nuestro núcleo familiar, obligándonos a distanciarnos de nuestros seres queridos para protegerlos. Nos tocó redescubrir nuestra vida familiar, profesional y tuvimos que revalorizar la salud, la amistad y la convivencia.

En el 2020 tuvimos heridas, esas de corazón, cuando perdimos algún familiar o a un querido amigo. No pudimos ni despedirnos, ni decirles cuánto los queríamos, porque confiábamos en volver a verlos. Algunos se fueron en días, otros en horas; llegó un momento en el que tuvimos que empezar a descubrir quiénes sobrevivieron y quiénes perdieron la batalla. Ha sido un juego de sentimientos del cual no terminamos de reponernos.

El 2020 nos enseñó cuán bajo pueden ser los intereses personales, las tentaciones de la corrupción, cuánto puede doler la traición a la fe y a la confianza pública. Nos demostró al ritmo de la desesperación la situación precaria de nuestro sistema de salud pública y la transformación urgente que se requiere.

Pero el 2020 también nos dio otras lecciones que jamás olvidaremos: que existen miles de héroes sin capa que se arriesgaron en ejercicio de su profesión, como médicos, enfermeras, policías, miembros de las Fuerzas Armadas, agentes de tránsito, autoridades y funcionarios públicos, periodistas y por sobre toda la cosa miles de trabajadores privados de los sectores esenciales que jamás dejaron de trabajar para darnos algo de alivio; a todos ellos, mi reconocimiento infinito.

¡Y qué decir de la solidaridad 2020! Como en otras ocasiones, la empresa privada bajo excepcionales liderazgos gestionó miles de donaciones de medicinas, equipos médicos, equipos de protección, alimentos y víveres, servicios médicos, cajas fúnebres, servicios de desinfección, transporte, albergues. Esta solidaridad curó el dolor de muchas personas, nos subió la autoestima, nos dio la fuerza de levantarnos cada día y poder caminar la ruta que el destino nos imponía.

2020, para bien o para mal, nunca te olvidaremos. 2021, déjanos recibirte con esperanza; déjanos pensar en que la normalidad estará de vuelta; déjanos sentir que saldremos adelante juntos como familia, como empresa, como ciudad y como país. (O)