Los días anteriores han sido de mucho movimiento en los mercados, en los centros comerciales, en los almacenes, mucha gente tratando de comprar regalos, comida para la cena navideña y juguetes para los niños de la familia. Y todo ese bullicio era porque se iba a celebrar el nacimiento de un niño, en un pesebre de Belén hace más de 2.000 años. Todos los días nacen miles de niños en condiciones de pobreza como el Niño de Belén y no conmemoramos su natalicio con bullicio semejante.

¿Qué tiene de especial el hijo de María y José? Que ese niño, Jesús de nombre, creció y recorría ciudades y pueblos anunciando un mundo diferente, de paz, justicia y amor, decía que amar a Dios y amar al prójimo eran inseparables. Se atrevió a más, a hablar de Dios como su padre y de los seres humanos como sus hermanos. Esa fue su revolución.

Hoy, muchos no creen en la dimensión divina de Jesús pero pocos se atreven a negar su importancia en la historia, que ha atravesado el tiempo y el espacio. Se atrevió a identificarse con los pobres, con los humillados, con los olvidados por la política y por la religión: “Porque tuve hambre y me alimentaron, tuve sed y me dieron de beber. Fui forastero y me recibieron en sus casas, anduve sin ropa y me vistieron. Estaba enfermo y fueron a visitarme, estuve en la cárcel y me fueron a ver. En verdad os digo: cuando lo hicieron con alguno de estos más pequeños, que son mis hermanos, lo hicieron conmigo”, dice el evangelio de Mateo (25.40).

El Ecuador es un país de 17 millones de habitantes y según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), la pobreza medida con la tasa multidimensional, esto es por el acceso a la educación, la salud, el empleo y la vivienda y no solo por la economía, se ubicó en 38,1%, en diciembre del 2019, esto significa que más de seis millones de ecuatorianos son pobres y en septiembre del mismo año, 23,9% de la población tuvo ingresos inferiores a 84,9 dólares mensuales.

También, según el INEC, en cifras del 2012, el 80,4% de la población se define como católica y el 11,3% como evangélicos, es decir, el 91% se autocalifica como cristiano. Muchos de ellos probablemente son profesionales, funcionarios, empresarios y políticos, que participan de las decisiones que se toman en el país. Si es así, ¿cómo se explican las cifras mencionadas en el párrafo anterior, que no son compatibles con el mensaje de Jesús? ¿ Será que nuestro cristianismo se nos queda en los ritos, en las tradiciones litúrgicas? ¿Será que no entendimos que el cristianismo es más sencillo que todo eso, que no es nada en el aire y en la apariencia, porque es un compromiso existencial una manera de vivir y compartir?

La NAVIDAD celebra el nacimiento de la PALABRA hecha pregunta. Celebremos con alegría nuestra respuesta. (O)