Navidad, recién pasada, también nos enseña la esperanza, para los más religiosos, sobre un Reino de Dios en la tierra y en la eternidad; para otros, que los humanos tenemos la capacidad de ponernos objetivos de mejora y alcanzarlos, superando muchos caminos pedregosos. Esto es, ahora, superlativamente cierto. 2020 nos trajo tanta sorpresa, dolor y ausencias, pero al mismo tiempo desafíos y oportunidades que se prolongan hacia 2021. Primero, la vacuna, mucho más rápida que anteriores, en parte por las investigaciones (‘capitalistas’) de los últimos 25 años. Vacuna que genera desafíos: ¿es para todos?, ¿todos la aceptarán?, ¿cómo distribuirla eficientemente sin generar nuevas desigualdades?… y con el ejemplo británico ¿si hay mutaciones, las vacunas las pueden enfrentar? Además, hoy tenemos en parte por el efecto de las redes virtuales sociedades más ‘rebeldes’ y que pretenden saber cuando no saben (¡impresionante cómo se opina sobre temas médicos!), por eso hay una oposición relativamente amplia frente a las vacunas. Será probablemente lo que determine el curso del 2021.

En Ecuador tendremos elecciones y cambio de gobierno… aunque hay dudas. ¿Las candidaturas habrán sido procesadas y aprobadas a tiempo? ¿Las papeletas estarán listas para febrero? ¿La pandemia afectará el proceso? Si se difiere, ¿bajo qué condiciones? Un calendario que parecía evidente, y ahora lo es menos. Y el panorama político ofrece candidaturas con visiones muy distantes, lo cual nos genera una enorme responsabilidad a los electores: sobre el mercado laboral, reactivación, seguridad social, estabilidad macroeconómica, apertura al mundo, rol y dimensión del Estado, seguridad jurídica, petróleo y minería… incluso sobre la dolarización (algunos pretenden defenderla, pero la atacan con propuestas absurdas).

Y esta doble duda (pandemia y elecciones) genera una brecha enorme entre los posibles escenarios sobre lo que hoy, más que nunca, importa: reactivación económica y empleo. Tenemos la tendencia a diferir los problemas, y en cierta manera se puede seguir por esa ruta: esperando que el petróleo suba milagrosamente (Taita Dios generalmente nos da una mano), endeudándonos y luego renegociando o no pagando esas deudas, confiando en nuestra viveza (ciertamente ‘maravillosa’). Pero el resultado es inevitablemente (no nos engañemos) que no logramos desarrollar nuestro potencial, nos quedamos cortos, el mercado laboral mejora poco, el crecimiento se mantiene alrededor o por debajo de 4 % (cuando el objetivo realmente útil debe estar alrededor de un 5-6 %), no aprovechamos las oportunidades que el mundo ofrece y seguirá ofreciendo. Nos frustramos y eso genera violencia social (contenida o no)… 2021 será una nueva oportunidad para enfrentar grandes desafíos colectivos y no seguir disimulando.

… Detrás estamos los humanos, lo más maravilloso (empuje y creatividad) y lo más complicado (porque finalmente, una parte de los problemas diarios sigue surgiendo de las dificultades en las relaciones personales, más allá de la economía o tecnología)… Navegaremos entre un entorno esperanzador y cercanos nubarrones, y nuestra responsabilidad es grande al menos en el cuidado de la salud, la economía y las elecciones. (O)