y la escribidora, parafraseando a Vargas Llosa. No me refiero al tío de Hugo, Paco y Luis, los patitos cuyas aventuras yo leía en mi infancia, muchos años antes de que Ariel Dorfman y Armand Mattelart nos invitaran a leer al Pato Donald de otra manera. Me refiero —más bien— al tío de Mary L. Trump, Ph. D., psicóloga clínica, que hace algunos meses y en vísperas de las elecciones en los Estados Unidos publicó su libro Siempre demasiado y nunca suficiente, donde pinta al presidente norteamericano como un personaje terrorífico, un peligro para su propio país y un azar para el planeta. El libro se convirtió en un “best seller instantáneo”, lo cual constituye un fenómeno sintomático de esa sociedad, tanto como la elección de Donald Trump hace cuatro años, y tan sintomático de ciertos pueblos como las preferencias de los electores por algunos personajes.

Al comienzo prometedor, el relato avanza luego de manera tediosa y reiterativa en muchos pasajes, lo cual dice más de la pobreza espiritual y cognitiva del personaje retratado que de las dotes de la retratista, hasta lograr su mejor momento en los dos capítulos finales, donde Mary L. concluye que “… este insignificante y patético hombrecillo, ignorante, incapaz, superficial, y perdido en su propio delirio… que nunca puede escapar del hecho de que es, y siempre será, un niño aterrorizado. La monstruosidad de Donald es la manifestación de la misma debilidad dentro de él de la que ha estado huyendo toda su vida”. Para su sobrina, que conoció durante toda su vida los fraudes y los mitos familiares, la fama de Donald Trump como empresario exitoso es la farsa más descomunal de la política de su país y del mundo entero en los tiempos actuales. En realidad, es un sujeto que se ha inventado a sí mismo con el apoyo de un padre siniestro, encerrado en su burbuja y completamente ajeno a los problemas económicos, sociales y sanitarios de su país, en esta pandemia mortal.

La elección de Donald Trump en 2016 y su elevada votación lograda en los recientes sufragios sugieren que el populismo es un fenómeno universal y no exclusivo de América Latina, que ha llevado al poder a personajes aparentemente muy diversos, en regímenes políticos que se suponen antagónicos, y en diferentes momentos de la historia de la humanidad, especialmente desde el siglo XX. Los ecuatorianos deberíamos saberlo, si hemos aprendido algo del pasado, cosa que pongo en duda a juzgar por el clima de la presente campaña electoral en nuestro país y los disparatados discursos de los candidatos. El mesianismo ya es de todos, desde hace siglos, y se reanima bajo ciertas circunstancias sociales, políticas, económicas y —hoy en día— sanitarias de la vida de los pueblos. ¿Algún día aprenderemos algo de las naciones que sí aprendieron, a costa de miles o millones de muertos e incuantificables pérdidas materiales?

No sé si la sobrina tendrá un exitoso porvenir editorial, aunque vendió un millón de copias en su país en el primer día de la publicación. Agradezco que no pretendiera “un diagnóstico clínico a lo DSM-5” y que se limitara a describir para que cada uno tenga su propia opinión sobre Donald… y Mary L. (O)