Más allá de las ideologías, la acumulación es una realidad. En economías abiertas, se la asume, promoviendo compensaciones para sectores de medianos y bajos ingresos.

En los modelos que asumen ser antiacumulación también la practican, en teoría, a favor del Estado; y, por este, para el conjunto social. Se dice que la distribución es lo más importante, “a todos con el mismo rasero”. La realidad es otra, “quienes parten y reparten se quedan con la mejor parte”. Se forman grupos en el poder y sus entornos, que pasan a ser sus beneficiarios y luego a tener sus propios nichos de acumulación, para competir con los de la economía abierta.

En Alemania del Este –bajo régimen comunista– de los años 70 se decía: “Las comodidades de Occidente las vivimos, pero no directamente, sino representados por el Secretariado del Partido”. Los del Este, en noviembre de 1989, derrumbaron el muro de Berlín, para pasar a la Alemania unificada.

Lo estamos viendo en las circunstancias mundiales del COVID-19. El 2020 fue un año de profundo dolor para la humanidad. Las estadísticas informaron que los contagiados superaron a los 81,4 millones de personas y los fallecidos por la enfermedad estuvieron por encima de 1,8 millones. Por fuera de las estadísticas se manejan otros números.

En el Ecuador, al cierre del 2020, en las estadísticas, los contagiados superaron a los doscientos diez mil personas y se habría pasado de las catorce mil defunciones. Lo no reportado podría estar por arriba del 30 %, en cuanto a contagios, y es muy difícil saber el número de fallecidos. Según cifras del Registro Civil del Ecuador, entre marzo y noviembre del 2019 hubo 54.693; y, en el mismo periodo del 2020, sumaron 92.994 fallecidos, o sea, un incremento del 70 %, 38.301 muertos. ¿Cuántas fueron por COVID-19? La carga de dolor por las ausencias fue mayor porque las logísticas de atención humanitaria –entre estas la identificación y la movilización de cadáveres– se salieron de control; y, se agudizó por los ingentes gastos sufridos y la pérdida de los ingresos familiares. Además, se produjo una severa caída del empleo y una sensible falta de oportunidades, por las afectaciones derivadas de la pandemia, de cierres forzados y de otras limitaciones.

La paradoja del 2020: en la realidad de dolor y profundización de la caída de los ingresos de los más pobres y de sectores medios, se han forjado elevadas fortunas, por ingresos derivados de la producción y comercialización de equipos, medicamentos e insumos para los tratamientos del COVID-19, incluidas las vacunas.

El mayor número de nuevas fortunas está en China y no propiamente en empresas estatales. El caso impresiona, la República Popular China es de partido único, el Comunista, declarándose en su constitución que se gobierna “bajo un sistema socialista dirigido por la clase obrera y basado en la alianza obrero-campesina”.

¿Cuál será la acumulación que incentivará el próximo gobierno? ¿La del Estado, con dinero electrónico que tumbe la dolarización?, ¿con impuestos patrimoniales que asfixien a la inversión? ¿Venezuela a la vista?

¿O queremos que se permitan iniciativas e inversión? (O)